Prats Nogueras Blanchard se complace en presentar L’Age d’airain [La edad de bronce] del artista italiano Francesco Arena (1978, Torre Santa Susanna, Italia).
Originalmente utilizado para fabricar armas y herramientas, el bronce ha sido símbolo de la resiliencia humana durante más de 5.000 años. Pronto se convertiría en el medio para crear estatuas: objetos concebidos para contener y preservar la identidad humana, pero que a menudo adquirieron una vida propia, desligada de sus sujetos originales. L’Age d’airain hace referencia a la icónica obra de Rodin al tiempo que reflexiona sobre el uso de la estatua y la escultura como dispositivos de representación y memoria, el tiempo y la transformación.
Francesco Arena plantea un acercamiento a otro modo de pensar la temporalidad, una apertura de la noción de Historia, permitiendo ver irrupciones en el curso de las cosas donde sólo había una línea marcada por causas y efectos. Lo histórico y lo personal se entrecruzan constantemente en la obra del artista, que decide abordar y representar sucesos históricos a partir de una relación fáctica consigo mismo.
El frecuente uso de los datos antropométricos de Arena –como su peso, masa corporal, altura, la distancia que alcanza en puntillas o la distancia del suelo a sus ojos– enfatiza una serie de aspectos cruciales en su obra: la relación de la Historia con el individuo; la diferencia cuantitativa entre la historia narrada desde una mirada u otra; la relación entre el cuerpo humano y su entorno; así como el uso de la medida como elemento legitimador de la existencia.
En L’Age d’airain Arena reúne una serie de obras que cuestionan la esencia de la estatua y que funcionan como una suerte de autorretrato -Statua (... as head), Statua (... as heart) y Statua (... as balls)- consistentes en tres plintos de bronce de diferentes alturas -la cabeza del propio artista, su corazón y sus gónadas- sobre los que se deposita un objeto elegido por los visitantes o curadores. El título de la pieza cambia cada vez que el elemento que se deposita sobre él cambia, sirviendo como pedestal flexible, aportando así una nueva perspectiva sobre el uso del objeto y su significación simbólica y material. Los pedestales a su vez, fundidos en bronce y pintados de blanco, parecen de madera pero son incombustibles, simbolizando la permanencia a pesar de su apariencia frágil.
El uso de cifras tangibles como testimonio de una historia cuantificable permite al artista revisitar y releer hechos del pasado, referencias históricas que “se convierte en la herramienta para observar el resto de las cosas”. La convergencia en el presente de dos situaciones u objetos distantes en tiempo y espacio le sirven a Arena para realizar su obra Marcel, consistente en seis placas de bronce que replican aquellas que marcan las residencias de Marcel Proust en París, Illiers-Combray y Orleans. Estos elementos narran la biografía de Proust en etapas, reflejando la cronología y los lugares que habitó a lo largo de su existencia. Reunidas en la galería, pierden su contexto original y se convierten en objetos desplazados que cambian de significado, explorando las ideas de memoria, autenticidad y lugar, presentando la vida de Proust como una narrativa unificada dentro de un solo espacio.