La galería Miguel Marcos presenta “La piel que habito”, una muestra monográfica del artista chino Lin Mo (Harbin, China, 1962). El título es una metáfora del método de trabajo utilizado por el artista para esta exposición: sobre un lienzo, el acrílico y la tinta plasman las emociones del autor que más tarde serán separadas de la tela, como aquel que se desprende de su piel. Esa antigua piel es lo que simboliza este nuevo trabajo, unos materiales separados del cuerpo pero que quedaron unidos entre sí por un soporte de metacrilato; unas obras que indicaron la piel donde habitó, pero que a su vez dan paso a una nueva piel donde habitar.
Su obra ya pudo contemplarse en la galería a través de las muestras individuales "Dios es zurdo" (diciembre 2017) y "Decarnation" (diciembre 2015), y en las colectivas "Abstracción" y "Black Box" de diciembre de 2016 y noviembre de 2014, respectivamente.
Lin Mo es un artista inquieto y vital. Desde que se graduó en Bellas Artes en la Lu Xun Academy of Fine Arts en 1984 su vida ha estado marcada por sus viajes y largas estancias en distintos países, especialmente entre Asia y Europa. De esta manera su obra se caracteriza por el equilibrio perfecto entre los dos mundos, creando una simbiosis entre el este y el oeste tan armónica como la propia reflexión que el artista plasma sobre el lienzo.
Su pintura es colorista y apasionada, llena de toques brillantes que emulan texturas. Para el artista, el lienzo no tiene límites, quiere descubrir todo aquello que está más allá de él, en las más recónditas capas de pintura. La técnica, grandes pinceladas aleatorias, no sigue unos parámetros artísticos, se rige por aquello que Mo denomina “pure painting” creando manchas que generan ritmos, relaciones, momentos.
“La piel que habito” es un viaje emotivo y sensorial en el que las profundas pinceladas guiarán al espectador a través de los infinitos lienzos. Es esta una traslación en el romanticismo abstracto, en el que la vibración de los colores se combina con la tradición de la tinta para aquello que en muchas ocasiones parece oculto a los sentidos, pero que, sin embargo, los subyuga e invade. Al fin y al cabo, es lo que los antiguos llamaban lo esotérico.