El triunfo de Boris Johnson y su partido, el 12 de diciembre, ha despejado el camino al brexit británico de la Unión Europea, con un nuevo Parlamento que ya lo aprobó, poniendo fin a los más de tres años de rechazos, negociaciones, prórrogas, propuestas, idas y venidas sin fin, que le costó el cargo a Theresa May y amenazaba al propio Johnson con volver a rechazar toda iniciativa, y por qué no decirlo, que ya tenía cansados a británicos y europeos. Será el final definitivo de esta gran apuesta que hizo Cameron y que resultó totalmente distinta a lo esperado. Ahora podrá materializarse para felicidad de muchos, y se hará realidad, nuevamente, la singularidad británica tan buscada. Para otros, que estarán menos felices, recién comenzará el desmantelamiento de más de cuarenta años en que el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte (el nombre completo y oficial), jugó a ser europeo sin sentirse tal.
Los plazos son breves y apremiantes, para que el 31 de enero del 2020 se inicie la transición hasta el 31 de diciembre. Habrá que solucionar entonces, y ahora de verdad, infinitos asuntos que han formado parte de la cotidianidad de los británicos por cuatro décadas. Es el caso de aquellas actividades que daban por sabidas y operativas con solo utilizarlas, como han sido las que han formado parte de las competencias transferidas de los Estados Miembros a la Unión y a sus órganos con poder decisorio, de tanta trascendencia, como la política exterior común, la libre circulación de bienes, servicios, factores productivos, transporte, inversiones y demás facilidades conocidas como Políticas Comunes de la Unión Europea, compuesta por otros 27 países restantes.
También existen aquellas materias que cada Estado conserva dentro de su soberanía y ejercen de manera independiente de la Unión. Resultan las más evidentes para la ciudadanía, si bien son pocos los que tienen un conocimiento acabado de ellas, y que desde ahora conocerán al practicar la actividad que ejerzan, pues en mayor o menor medida, habrán cambiado en sus relaciones con el resto de Europa. Posiblemente, algunas serán más caras, otras con mayores trámites, por el renacimiento de controles aduaneros, tasas en las importaciones de productos bajo nuevas reglas, viajes más engorrosos desde y hacia Gran Bretaña, incluso en desplazamientos cercanos, como por ejemplo, hacia la República de Irlanda, nuevos impuestos, menos facilidades, y tantas otras que no serán como antes.
Para empezar, habrá ajustes presupuestarios y deberá incentivarse el relanzamiento de la economía interna, el que sin dudas vendrá. Serán como lo ha querido la mayoría, enteramente decididos independientemente por ellos, sin ningún control en manos de la Unión Sólo la contribución usual cercana a los 55.000 millones de euros, hasta el 31 de diciembre del próximo año, un gasto que ciertamente incidió en la voluntad de dejar la UE de forma permanente.
Pero están las demás materias y actividades, aquellas que constituyen la mayoría, como son las transferidas parcialmente a la Unión, sumamente difíciles de entender y que normalmente se solucionaban en cada caso, pero sobre las cuales se construía, paso a paso por el Consejo Europeo y sus respectivas Decisiones obligatorias, que eran incorporadas directamente al sistema jurídico de cada Miembro, o bien, tratado a tratado; para el establecimiento de la Comunidad Económica vigente y que todavía funcionará en lo económico comercial y financiero, entre los que la integran.
Nada fácil será revisarlas, cada una, y obtener las mejores condiciones prácticas, eso sí, bajo una nueva institucionalidad integradora. El derecho de la integración que se desarrolló con esta iniciativa por cuatro décadas, comprende, y es bueno recordarlo, varias etapas, en las que se avanza cada vez que es completada la anterior. Se inicia con los Acuerdos de Libre Comercio o Acuerdos de Alcance Parcial entre países. Se sigue con la creación de una Zona de Libre Comercio, para continuar con una Unión Aduanera y aranceles comunes. Finalmente está la Comunidad Económica que goza la UE y que, ahora, retrocederá a la anterior por parte británica, en la medida en que junto al resto de la Unión Europea, alcancen el acuerdo respectivo y para cada ocasión. Cada una tiene sus avances y compromisos. Retroceder en una de las etapas nunca ha sido llevado a la práctica por ningún Miembro, y tendremos una novedad también jurídica al materializarse.
En lo institucional, estas etapas culminan con el establecimiento de una Unión Política, donde los Miembros ceden, como se dijo, sus competencias que pasan a los órganos de la unión, la más ambiciosa. Se buscó mediante los grandes Tratados de Maastricht, Lisboa, Niza y otros de enorme importancia y que han construido los pilares sobre los que se fundamenta la Unión.
Parecía un camino no exento de dificultades, pero que Europa estaba dispuesta a seguir, para dejar atrás tantos desencuentros históricos y nada menos que dos grandes Guerras Mundiales, y parecía promisorio a futuro. La primera señal se tuvo al no adoptarse, por dos países que se opusieron, la culminación de una Constitución Europea. De ahí en más comenzaron las dificultades y las críticas. Se acusó a Bruselas de ser el centro de una burocracia en expansión, sumamente costosa e inoperante, que buscaba su beneficio propio en desmedro de los habitantes.
Se le acusó también, de intentar una forzada solidaridad, sobre todo económica, para sostener varios miembros que no cumplían sus compromisos, dilapidaban las generosas ayudas o eran incompetentes a la hora de cuadrar los presupuestos. Tampoco se logró una Europa a dos velocidades, como se llamó, y que habría salvaguardado aquellos más aplicados de los que seguían sin control. Mejor no dar nombres, pero son bien conocidos los eficientes de los que no lo son. Muchos todavía siguen casi igual, y les cuesta un dineral a los demás.
A la hora de cosechar logros, la Unión ha dejado en evidencia que, no obstante los esfuerzos, los beneficios que han sido muchos, algunos han sido menos repartidos entre la población, de lo esperado, y hay bolsones de subdesarrollo que resultan insolentes e intolerables en una Europa que se precia de ser próspera. Si sumamos grandes nuevos temas que han surgido como las migraciones, muchas veces fuera de control, el terrorismo, el crimen organizado, el contrabando, los guetos pobres, la agricultura, la pesca, la seguridad común en la OTAN, y tantos otros poco resueltos por Bruselas, es comprensible de que hayan florecido movimientos y posiciones «euroescépticas», muchas veces acompañadas o lideradas por movimientos o partidos extremistas, de derecha o izquierda, y que amenazan imponerse. Igualmente, han resurgido tendencias separatistas al interior de cada país miembro, prácticamente están en todos ellos, en mayor o menos medida. Los vemos a diario.
Vale decir, el objetivo de pertenecer a la Unión, que aumentaba completándose ciclo a ciclo entre sus integrantes, ahora con el brexit, como ejemplo símbolo, en uno de sus más destacados partícipes, una de las dos potencias europeas Miembro Permanente del Consejo de Seguridad, que deja la UE; se invierte esta tendencia aglutinante y el desmembramiento podría ser tentador para otros.
Sin lugar a duda, el efecto podrá incidir igualmente en otros procesos integradores, como los de Latinoamérica, ya que imitarlo, hoy no resulta atractivo, ni significativo, y más bien, preocupante. Será la primera tarea de la UE no sólo re-potenciar la pertenencia británica en su nueva modalidad integradora económica, para que sea mutuamente aceptable, y no constituya darse un gusto separatista en que nadie resulte beneficiado. Los británicos habrán obtenido al fin, esa particularidad que siempre han buscado, pero que resulta un tanto añeja en un mundo interdependiente y globalizado. Temas como la frontera entre la República de Irlanda, todavía en la UE, y la del Norte perteneciente a Gran Bretaña, habrá que dilucidarlo y encontrar soluciones efectivas, sin que se constituya en la fórmula utilizable para burlar la salida de la Unión, el ya polémico conocido como backstop, que deberá hacerse realidad. Otro tanto para los atisbos de separatismos en Escocia y la propia Irlanda del Norte, que tanto han costado a Gran Bretaña contener. Es cierto que ninguno de ellos cambiará de lugar, y seguirán perteneciendo a Europa, lo que no variará, aunque la GB quiera ser distinta. Eso sí, no sería la primera vez que dichas diferencias terminan en confrontación. Es de esperar que no ocurra.
Ciertamente ahora tendremos brexit. Lo importante es saber si será acertado. Sólo el tiempo y las negociaciones lo dirán.