El peligroso descenso masivo de cristianos en Oriente Próximo
En el diario New York Post del pasado 15 de noviembre, Carl Anderson, CEO de la sociedad católica denominada Caballeros de Colón, con base en los Estados Unidos y quienes han destinado 25 millones de dólares a perseguidos cristianos y otras comunidades minoritarias, principalmente en Irak, Siria y Líbano escribió un artículo bajo el título Un éxodo cristiano masivo del Medio Oriente sería una catástrofe.
En el artículo, Anderson marca el peligroso camino que está enfrentando la comunidad cristiana en esa zona del Creciente Mediterráneo y donde las circunstancias políticas y religiosas podrían cambiar radicalmente su presencia en la región, comprometiendo además siglos de presencia cristiana conviviendo en esos países; en ocasiones limitados por los Gobiernos de turno o por el sectarismo que toma fuerza en momentos específicos en dichos territorios.
El columnista destaca que la proporción cristiana de la población se ha reducido a alrededor del 5% (siendo muy positivo), en una media muy baja en comparación con el 20% que había en el siglo XX. La disminución más significativa ha estado en mano de los islamistas radicales islámicos y también con el exterminio sistemático de más de 1,5 millones de cristianos armenios en manos de los turcos a principios del siglo anterior.
La comunidad cristiana en Irak está en medio de las protestas sociales donde se busca un elemento de equidad alejado del sectarismo etnolingüístico y religioso donde además se suma el peligro de la influencia islamista de células similares a Daesh o Al Qaeda y, por el otro, lado el involucramiento de la República Islámica de Irán directa o indirectamente en los asuntos domésticos iraquíes, donde han sido parte de las revueltas de algún modo; como si los iraníes no tuvieran sus propios dolores de cabeza.
Uno de los reclamos iraquíes al respecto es optar por una normativa civil con cierta separación entre la religión y las normas estatales, exigiendo además que se corte la participación iraní en las circunstancias internas del gobierno en Bagdad. La propia Iglesia caldea se ha unido a las protestas pacíficas de la mayoría musulmana (de mayoría chiita) haciendo la exigencia de los cambios necesarios en el país y abogando por cortar con la participación iraquí en el juego geopolítico de poderes de la región donde hay participación directa de líderes hegemónicos como Rusia y los Estados Unidos, así como el ajedrez político de actores regionales como los gobiernos de Teherán y Riad.
Por otro lado, el artículo de Anderson señala la cantidad de vicios cometidos por el Gobierno turco al lanzar su ataque contra el noroeste sirio, zona donde habita un importante porcentaje de cristianos junto con grupos islámicos.
Sin embargo, no es solo la violencia turca la que ha hecho huir a las comunidades cristianas de Siria, ya que desde la guerra contra Daesh se calcula que al menos 40% de esta población ha huido del país, lo cual es un golpe importante contemplando que solamente representan 10% del total del país de los cerca de 18 millones de sirios.
La mayoría de los cristianos en el noreste de Siria son descendientes de personas que huyeron de los turcos durante y después de la Primera Guerra Mundial, o son personas que huyeron allí en los últimos años del Daesh. La barbarie turca contra esta región siria despierta sentimientos de aberración contra el Gobierno de Ankara por su pasado atroz con los armenios a comienzos del siglo anterior.
El último caso analizado por el columnista es el del Líbano, donde la situación económica, acusaciones de corrupción y cisma político en el Estado los tiene en una seria inestabilidad que se podría acrecentar, hundiendo al país en una crisis donde podría provocar un empoderamiento mayor del sectarismo radical en manos principalmente del partido y fuerza paramilitar Hezbolá; quien a su vez es patrocinada por el gobierno en Teherán.
La comunidad cristiana podría sentirse amenazada y llevar a que terminen por migrar como ya ha venido ocurriendo desde hace algunos años, y lo delicado es que Líbano representa el «corazón cristiano» de Oriente Próximo, por lo que la salida masiva genera una incertidumbre sobre el futuro de dicha población a nivel regional.
El artículo termina responsabilizando el rol de los Gobiernos de cada país en la situación de la comunidad cristiana, al mismo tiempo le da el peso a la participación de los líderes regionales en la dinámica de inestabilidad de la zona; específicamente habla de los gobiernos de Ankara y Teherán. Sin embargo, remarca un llamado de atención al Gobierno estadounidense para que a través de la diplomacia haga la diferencia para la minoría cristiana.
Aunque para este último aspecto queda solo en buenos deseos, ya es conocido que Estados Unidos desde la era Obama decidió tener menos presencia en la zona para dar paso a un mayor control en las zonas cercanas a China como principal competidor para los intereses económicos de Washington.
La disminución de la población cristiana en la zona aumenta el temor del sectarismo y de la pérdida de países más pluralistas dando paso a nuevos choques por diferencias de carácter religioso que ha desplazado desde hace algunas décadas el deseo de la conformación de Estados diversificados a nivel social en Oriente Próximo.