La sucesión institucional en Bolivia ha resultado mucho más conflictiva de lo previsto, y el país presenta signos de división y confrontación que la ponen a prueba. Es de esperar que no sea, una vez más, de manera dramática y con enfrentamientos violentos, cercamiento de ciudades, muertos que aumentan, y que podrían derivar en una más extensa revolución. Lamentablemente, no sería la primera vez, dado el largo historial de inestabilidad crónica, sólo interrumpida por el régimen de Evo Morales, el que para sus detractores no ha sido más que otro intento bolivariano autoritario y controlador, que no se resigna a dejar el poder, pacíficamente.
En su renuncia pública ante los medios de comunicación, junto a su vicepresidente, donde ambos repasaron largamente sus casi 14 años gobernando Bolivia e hicieron un recuento de sus principales logros, aprovecharon de denunciar con vehemencia, lo que la oposición los forzaba a decidir, llena de calificativos y consignas, acusándolos de configurar un «golpe de Estado».
Concluyeron con llamamientos a la paz y al término de las acciones violentas contra el pueblo, eso sí, dejando claro que sólo ellos tendrían dicha capacidad. Todo lo anterior, más la accidentada búsqueda de refugio en México, parecía que era el fin de la era de Morales y del Movimiento al Socialismo (MAS). Pero no. Ya asilado, ha retomado fuerzas, sigue autodefiniéndose como presidente y actor vigente en la política boliviana, demostrando que todavía es capaz de determinar si el futuro será en paz o entrará Bolivia en otro período de confrontación.
En ningún momento ha siquiera mencionado ni reconocido que él, y sólo él, ha sido la causa de su final, como si toda la reacción de las fuerzas políticas contrarias, de los militares y la policía, como de una inmensa mayoría de la población en múltiples departamentos del país, que se alzaron en su contra, hubiere sido sin motivo alguno y por una reacción orquestada únicamente por sus enemigos.
Deliberadamente ha olvidado que tergiversó un plebiscito que le impedía reelegirse, y que ha quedado comprobado un monumental fraude electoral, tanto por la empresa encargada del escrutinio de la votación, como por dos inspecciones de la OEA encargadas de un análisis de integridad electoral, confirmadas por 36 especialistas de 18 nacionalidades, que evidenció las irregularidades actuando en la propia Bolivia, en aspectos tan importantes como: la autenticidad de las actas; plan de custodia; infraestructura; funcionamiento informático; y flujo de carga de datos. Tanto así que el mismo secretario general de la OEA, que siempre ha mantenido una posición condescendiente y benévola frente a Evo, en contraste con los casos de Venezuela o Nicaragua, ha tenido que reconocer la ilegitimidad de lo obrado, llegando a denunciar la presencia de infiltrados entre los inspectores que buscaban desvirtuar la evidencia acumulada. Todavía menos, ha hecho alusión alguna a la inmensa votación opositora de Carlos Mesa, a quien simplemente le han impedido postular a una segunda vuelta, mañosamente, para evitar un resultado que lo anticipaba vencedor. Sobre todo lo sucedido, ni una palabra de Evo.
Se nota que México ha hecho más que otorgar un asilo, saltándose toda norma legal aplicable y permitiendo el más evidente activismo de Evo desde el exterior. La nueva situación de Bolivia, ha sido un muy fuerte revés para los Socialismos del Siglo XXI, para Venezuela especialmente, con quien el Gobierno Interino boliviano ha roto relaciones y expulsado a venezolanos y cubanos que operaban abiertamente, así como para otros países afines que le apoyan. México es uno de ellos, junto a la dupla peronista-kirchnerista que asumirá en Argentina, y que lo respaldan sin matices. Si se suma Uruguay al término de los partidarios en el próximo resultado electoral que se avecina, la región presentará un evidente quiebre político, donde la democracia y los triunfos electorales limpios, resultan inaceptables para quienes fuerzan un dominio bolivariano de cualquier manera y todo lo perenne que se pueda. El conocido como Grupo de Puebla, que los congrega y continúa operando, lo ha dejado claro, sin importar lo que hubieren hecho, estuvieren o no acusados de corrupción o de intervenir ilegalmente en los procesos electorales. Todo sea por la ideología que todo les perdona. Ha quedado demostrado en el seno de la OEA.
Han perdido en Bolivia, por ahora y hasta que la situación se afiance, a un aliado vital, no solo en recursos generosos, que a todos les escasean ante los fracasos evidentes, sino que a uno de los ejes estratégicos decisivos en Latinoamérica, con vecindades con Brasil, Perú, Paraguay o Chile, que siempre podían ser activados en pro de la revolución, a voluntad. Ya lo advertía el propio Morales respecto de Chile, al insistir en que el Fallo de La Haya no ponía fin a la controversia por el acceso al mar. Demasiado valioso como para perderlo en un confuso episodio electoral y con una sucesión institucional frágil, provisoria y amenazada por insurrecciones violentas en algunas localidades dominadas por los cocaleros, el gremio de Evo, pese a las acusaciones de que operan impunemente, grandes redes de narcotráfico.
Bolivia no ha terminado de encontrar su recuperación institucional, y posiblemente enfrentará mayores desafíos, tanto internos como externos, mediante sublevaciones, levantamientos muchas veces violentos con pérdidas de vidas, como las hay hasta ahora. O bien mediante las activas gestiones internacionales a favor de Evo y el aislamiento y descrédito del incipiente proceso institucional boliviano del Gobierno interino de la presidenta provisional Áñez. Evo ya lo ha hecho explícito en sus innumerables y casi diarias declaraciones, como siempre, plenas de consignas revolucionarias y acusaciones indiscriminadas. Ni una mínima alusión a su fraude electoral o a su inocultable propósito de mantenerse eternamente en el poder. Un día amenaza, al otro hace votos de paz y de regreso como simple ciudadano. Resulta difícil creerle.
Por desgracia, nada está escrito en nuestra vecina Bolivia y ningún pronóstico resultaría definitivo. Nunca lo ha sido. Sólo esperamos, que reencuentre el camino democrático y electoral que logre definir su futuro en elecciones transparentes a la brevedad.