En España es bien conocido el dicho eres más tonto que un obrero de derechas. Un dicho antiguo que muestra lo absurdo y contradictorio que tienen los dos conceptos cuando convergen en una misma persona. Aunque el dicho con los años se ha quedado obsoleto, y ahora un obrero puede ser de derechas y decir convencido que tonto es quien no lo sea también.
¿Qué ha ocurrido en la sociedad española para que se haya producido este cambio en la manera de entender quiénes son «los tuyos»? ¿Son tus iguales los que pasan hambre los mismos días que tú al mes o son los tuyos los que comparten una misma creencia religiosa, aunque después de misa uno vaya al centro social a que le den algo de comer y el otro tenga a la sirvienta esperando con la olla en la mano?
Muchos trabajadores de clase media baja, aunque sin darme cuenta empezaré a llamarles/nos pobres, votan a la derecha fervorosamente y defienden su partido como si se lo fueran a quitar, porque para los mayores es la garantía de que nada cambie. Estos trabajadores mayores y de derecha, cuyos padres nacieron durante los peores años del franquismo, solo aprendieron del miedo y la superstición, de agachar la cabeza. A veces el seguir siendo un servicial peón que nunca ha abierto un libro es el mejor y único homenaje que pueden hacer muchos a sus padres desaparecidos.
Ahora principalmente me referiré a los jóvenes que se consideran de derechas, pero con extraño orgullo, como si la etapa de rebeldía adolescente se hubiera pervertido intelectualmente, y ahora ese acto de rebeldía se convirtiera en un acto reaccionario gracias a la magia de la ignorancia. Los jóvenes que votan a Vox, partido de ultraderecha catetólico, o que van a votarles, lo adoptan como el acto rebelde más fácil, porque provoca montones de reacciones de la gente a su alrededor con un discurso tranquilo y sosegado, lleno de ansias de poder fascista, pero que habla de términos reconfortantes como familia, seguridad y nacionalismo.
Si el cerebro de un obrero de derecha tuviera tres neuronas, cada una de ellas descansaría sobre un pilar que guarda una explicación a tan extraño comportamiento, y sin duda ese primer pilar de tres es el mencionado nacionalismo patrio.
Primer pilar: nacionalismo
El nacionalismo es un sentimiento peculiar en nuestra nación de naciones. Alguien que en España dice ser nacionalista no deja claro que se refiera al orgullo de ser español y habría que preguntarle dónde vive para entender lo que quiere decir.
Es lógico que el ser humano siempre busque grupos a los que pertenecer, es una actitud biológica adaptativa no aprendida, como lógico es también que una sociedad esté orgullosa de quien es, de sus colores, de su historia....
El problema es que el fascismo se adueñó y corrompió esos símbolos de los que sentirse orgulloso en España con normalidad y el hecho de que al franquismo no se le venciera, si no que se le permitió cambiar y pervivir hasta quedar repartido hoy en día entre la monarquía, el PP y VOX, ha hecho que el sentimiento nacionalista no pueda ser compartido con equidad en la sociedad, pero no todos ven las manchas en esos símbolos nacionales y, los jóvenes, que posteriormente dejaron los estudios llamados por la fiebre anterior a la burbuja inmobiliaria, dejaron crecer el sentimiento nacionalista arropados principalmente por las victorias de la selección española de fútbol, que disfrazó la crisis de alegría y es una de las razones del resurgimiento de esas pasiones del pasado.
Puede parecer inconexo o absurdo, pero creo honestamente que el sentimiento victorioso de la selección como una alegoría de esa unidad nacional es un claro precedente, y quizás, aunque suene a chiste, la derecha rancia seguiría en su cueva si España hubiera seguido la tradición ancestral de no pasar de cuartos de final, ¿quién sabe? El resultante sentimiento nacionalista es un sin sentido ya que por asociación se identifica con los partidos más conservadores, simplemente por ese uso indiscriminado del símbolo de la bandera, convirtiendo en «nosotros» lo que era un «ellos» del pasado. Por ende, se sentirán del partido político que use los símbolos con los que han convivido mientras crecían, sin atender a razones ideológicas, hasta que se ven envueltos en una espiral de similaridades interpuestas donde el trabajador medio acabará votando a partidos políticos que tienen dirigentes a los que les da asco ese trabajador. Porque los ricos de empresa y herencia, los ricos de familias enriquecidas después del 36, esos ricos tan habituales guardan con celo sus fronteras mentales y jamás tratarán como igual a ese obrero a pesar de que besen la misma bandera o recen al mismo santo, ni siquiera cuando acaben aplaudiendo los mismos recortes de derechos; porque a pesar de que solo de ellos los sufrirá, este lo hará cristianamente.
Catolicismo
Claro está, ese nacionalismo va unido siempre y de forma inseparable a la religión católica. El franquismo, por la misma razón que pervirtió la bandera, pervirtió tambien la Iglesia, no la religión, sino la creencia ideológica que emanaba de las iglesias y convertía en enemigos de Cristo, no sólo de España, a todo el que fuera de izquierdas. Aún se asocia, porque no se defiende la religión o la libertad de culto; los trabajadores de clase media, los pobres, que son en gran parte católicos, defienden las estructuras de la Iglesia porque constituyen un símbolo de ese nacionalcatolicismo que se obvia hoy en día y se disuelve en el relativismo de parloteo y tertulia televisiva, sin importarles que los obispos de las ciudades más importantes justifiquen la pederastia diciendo que los niños se lo buscan, digan directamente que la mujer es una puta si aborta y que el hombre tras ese aborto tiene derecho incluso a violarlas, o hablen con asco de la homosexualidad en uno de los primeros países del mundo donde fue legar casarse entre personas del mismo sexo; esto son cosas que han dicho obispos, incluso cuando retransmitían en directo para la televisión pública, que pagamos todos, y a nadie parece importar que estos discursos fascistas, machistas y homófobos sean raíces profundas en la identidad de esta Iglesia, porque la imposición de la religión como parte del sentir nacional durante el franquismo ha hecho que los españoles de clase media no tengan otra manera de canalizar su espiritualidad que a través de la Iglesia S.A.
Se acepta que la naturaleza lógica del español es ser católico, igual que se admite como natural que el ser humano se desarrolle dentro del capitalismo, como algo biológico y génetico, como lo es para un león vivir en la sabana africana.
Segundo pilar: conciencia de clase y darwinismo social
Sin más dilación demos paso al siguiente pilar donde se sostiene la segunda neurona de tres que tiene el cerebro de un obrero de derechas. Ese pilar es «conciencia de clase y darwinismo social».
El darwinismo social es un concepto sin el cual el capitalismo no podría ser ni entendido, ni llevado a cabo. Sugiere que las sociedades están distribuídas por clases económicas según las personas estén mejor o peor adaptadas, es decir, se impone una jerarquía ideológica que la gente peor parada llega a tomar como una consecuencia de sus genes menos válidos. La supervivencia del más fuerte, del mejor y más preparado, enlazando con la meritocracia cuando llega a la política, admitiendo casi que los gobernantes son la élite biológico-social y no meros servidores públicos enriquecidos.
Esta jerarquía social pone otra semilla del darwinismo llevado a los sistemas capitalistas (pobre Darwin, si viera con qué lo comparan) y es que hace a los que están más abajo en esa jerarquía perder la conciencia de la clase a la que pertenecen y olviden qué lugar ocupan en el tablero, convirtiéndose en peones del contrincante. Los ricos están cómodos con otros ricos alrededor, los pobres no están cómodos ni entre ricos ni entre pobres, porque les han impuesto un sueño y una mentira contradictoria, y aquí está la gran trampa del capitalismo, la letra pequeña.
Hay cierta movilidad entre clases, y alguien que nace pobre, sin ningún tipo de herencia, puede que muera rico, triunfe en el mundo empresarial. Entonces los que eran sus iguales creen que su situación puede cambiar porque las circunstancias eran las mismas para todos. Nos bombardean con el pasado humilde de algunos grandes empresarios para meternos la idea de que para ser como él solo hay que ser mejor que el resto, solamente ser mejor, que el capitalismo, arropado con democracias débiles, ya se encarga de distribuir iguales oportunidades a todos, la gran mentira. Todo esto va haciendo que los pobres no sientan empatía por sus iguales, y prefieran perseguir cualquier sueño económico antes que luchar por algún derecho arrebatado. Se pierde la conciencia de clase cuando se oculta la verdad de que la prosperidad económica entendida como una versión peninsular del sueño americano solo se basa en el azar, y ese azar crea las esperanzas para que cualquier pobre crea posible que un día cualquiera yendo a pedir una ayuda económica familiar, su vida cambie, dejando su hambre de mañana pospuesta al menos hasta la siguiente semana. Al no tener conciencia de clase y creerse un rico en potencia, votará a la derecha en consecuencia a su sueño ibérico-americano que le colma de promesas sobre su prosperidad individual y excluyente.
Triunfar en la vida deja de ser que la gente a tu alrededor te quiera y tengas el estómago lleno, ahora triunfar es la esperanza de poder llegar a mirar a la gente que tienes a tu alrededor desde arriba algún dia.
Tercer pilar: la educación y la historia
El tercer pilar sobre el que descansa la tercera y última neurona de un obrero de derecha es la educación y la historia.
La derecha, seamos honestos, es falta de empatía y soberbia económica. La gente de derechas siempre ha sido gente con el suficiente capital como para poder considerarse mejor que el resto, pero ocurre que hoy hasta el que no tiene donde caerse muerto aplaude las decisiones más arbitrarias de la derecha más arbitraria, solo porque estos siguen hablando de banderas y del papa Francisco. Se podría esperar un poco de reflexión cuando es tu propio trabajo el que está siendo pisoteado y cuando son tus servicios públicos los que son vendidos en tu propio detrimento social, pero no es así, no existe en muchos casos (que no se entienda como que generalizo cuando me refiero a un grupo) la capacidad misma de ponerse a reflexionar o a entender las políticas ideológicas detrás de unas u otras siglas.
Muchos de estos trabajadores, de los que hablaba en la introducción, que votan a la derecha, no habían cumplido la mayoría de edad cuando dejaron sus estudios para empezar a trabajar en la construcción en pleno boom inmobiliario. De repente, pasaron de estudiar historia, filosofía, matemáticas, biología, para empezar a mover los trámites hipotecarios para entrar a pagar una casa, un coche, una moto...
Pero que dejaran los estudios no es detonante, es un conjunto de circunstancias que convergieron. Fue el miedo que empezaron a meter desde ciertos partidos políticos a la catástrofe, a la responsabilidad extranjerista. Fue que a la vez que empezaban los primeros síntomas de la crisis, España empezó a ganar títulos con la selección de fútbol, y la televisión y las redes sociales implementaron ese nacionalismo, ese orgullo frente al mundo, para convertirlo en un eco del pasado oscuro, un renovado vivan las caenas.
Pero voy a hacer crítica a la izquierda, se me acaba de ocurrir, en lugar de seguir hablando y llegar al punto en que digo que la educación en valores en las familias tradicionales trabajadoras está muchas veces a cargo de los abuelos, los más mayores, pero hay que tener en cuenta que durante el franquismo en los pueblos fusilaron a todos los sospechosos ser de izquierda y, por supuesto, a todos los intelectuales, ahí lo dejo; tampoco voy a llegar a contar entonces que yo en primaria escuché ciertos destellos de algo que era la etapa franquista, y en la secundaria estudié el régimen de Franco, pero pasó el bachillerato y nunca estudié la Dictadura de Franco, con letras grandes... y volviendo a esa crítica espontánea y fuera de los parámetros de los que iba a ser el artículo...
La izquierda siempre ha tenido un halo intelectual, lo que pasa es que un obrero de hace cien años tenía conciencia de clase, primero, pero también conocimiento e interés político, mucho más que uno actual. Así que la izquierda debe cambiar el tipo de discurso, y en estética no ha cambiado en 100 años, pero los que deben escuchar el mensaje sí que lo han hecho y a peor. Por ejemplo, la izquierda surgida después del 15M, Podemos en sus inicios, no supieron conectar con este casi estamento de personas trabajadoras que buscaba una guía y una luz política, y se encontró intelectualidad. No es que de por sí sea algo negativo, por supuesto, pero la gente llana actual, obviando solo por un segundo las cloacas del Estado distribuyendo noticas falsas, no entendió el mensaje cuando iba dirigido a ellos. Se podían leer mensajes en Twitter de sus dirigentes hablando del núcleo irradiador y de conceptos políticos que a nivel académico o político interno son interesantes para poner sobre la mesa y explicar o solucionar una situación, pero que un trabajador cuando llega de su jornada, se sienta tranquilo, come, y se relaja viendo la tele o en las redes, no quiere que haya un profesor universitario mostrando sus dotes intelectuales y haciéndole sentir que jamás le va a entender, sino que quiere eso, a un igual, o que al menos hable como uno a veces, o acabarán votando al partido tradicional de derecha, el PP, para luego pasar al que tenga el discurso más simple todavía y ese es, por supuesto, el fascismo temerario de Vox, que está absorbiendo a Ciudadanos por el camino.
La cuarta neurona
Así que quizás hay una cuarta neurona que no había descubierto hasta que no he empezado a escribir sobre las otras tres, y esa cuarta neurona es una neurona madre, de esas que descubrieron los científicos hace una década, y que contradijo la creencia de que en el cerebro no nacen neuronas, pues sí que nacen neuronas nuevas y esta cuarta neurona del trabajador de clase media que vota a la derecha es, en realidad, de este tipo, madre de neuronas, capaz de llenar todo un cerebro de sentido y coherencia, pero la neurona está hibernando, y en este país se sabe que siempre estamos entre dos opciones. Así que acabará despertando y pariendo neuronas nuevas, o acabará siendo vestigial si no tiene pilar sobre que el que sostenerse, hasta acabar desapareciendo y creando una nueva etapa oscura de orgullosos ignorantes supersticiosos en este país.
A veces se dan estas situaciones en los pueblos en que amigos de toda la vida son de una ideología u otra y no pasa nada a nivel de convivencia o amistad real, incluso surgen amores entre ideologías distintas. Recuerdo una vez, y termino dejando esta reflexión en el aire, que estaba viendo una película con unos amigos, uno de derecha, otro de izquierda, y otro agnóstico ideológico, los cuatro pobres de familias pobres, aunque se dice de clase media, o humilde, que le da un toque más literario. Era una película en la que salían samuráis, estos guerreros japoneses legendarios. En un momento de la película, un samurái queda muy mal herido y antes de que los adversarios vuelvan para arrasar el poblado y matarlos a todos, el guerrero coge su espada y, en la calma de la noche, mientras se avecina la tormenta, la clava en su propio estómago muriendo a los segundos. Mi amigo pobre que vota a la derecha comentó: «¡Qué cobarde! ¡Nunca he entendido eso del harakiri». A lo que mi amigo agnóstico ideológico le respondió más o menos con estas palabras: «¿Precisamente tú? ¿No? ¿En serio?».