El éxito en la creación de la inteligencia artificial podrá ser el
evento más grande en la historia de la humanidad.
Desafortunadamente también sería el último, a menos de
que aprendamos cómo evitar los riesgos.(Profesores Stephen Hawking, Stuart Russell, Max Tegmark y Frank Wiczek, diario The Independent, 1 mayo, 2014)
En esta semana recibí en mi cuenta de correo electrónico Gmail un artículo sumamente interesante y un poco desconcertante publicado por la revista estadounidense The New Yorker. El artículo, The Next Word (La palabra siguiente en español), trata el caso del autor John Seabrook quien, al escribirle un correo electrónico a su hijo, descubre que el sistema de Gmail que propone posibles terminaciones a oraciones le propone palabras más sentimentales de las que él tenía la intención de escribir. Sin duda saben a qué me refiero: por ejemplo, al cerrar un correo electrónico, uno tiende a escribir cosas como muchas gracias. Al comenzar a tocar las teclas para escribir la palabra muchas, el sistema de Gmail reconoce el patrón y hace aparecer en texto gris la palabra gracias. Si uno tenía la intención de incluir esa palabra en su mensaje, solo tiene que tocar la tecla Tab e inmediatamente la palabra gracias forma parte de el mensaje sin jamás haber tocado las teclas de cada una de esas letras.
Este sistema, llamado Smart Compose (Composición Inteligente en español), fue desarrollado para ayudar a trabajadores—quienes se estima dedican hasta un 25 por ciento de su tiempo a leer, responder y escribir correos electrónicos—evitar hasta dos mil millones de pulsaciones de teclas por semana. Pero en el caso del señor Seabrook, al escribir la palabra estoy, el sistema le propuso orgulloso de ti en vez de lo que el autor pretendía: encantado. En ese momento, el autor se dio cuenta de que hacía mucho tiempo desde que le había dicho a su hijo cuán orgulloso estaba de él. Hizo excepción a su tradición de ignorar las sugerencias de Gmail y le permitió al sistema terminar esta oración y así es como le envió el correo a su hijo. Pero también lo dejó preguntándose cómo era posible que este sistema de informática pudiera (o supiera) anticipar algo que él no iba a escribir. También se preguntó cuánta gente envía correos electrónicos cada día que están llenos de sentimientos similares o ideas que los tecladistas nunca tuvieron la intención de expresar.
De ahí, la cosa se pone todavía más complicada: al entrevistar a los ingenieros que desarrollaron y siguen trabajando en el sistema Smart Compose, el autor le dio permiso al sistema Smart Compose para ayudarle a escribir su artículo La palabra siguiente. Al leer el producto final, es decir el texto del señor Seabrook y las oraciones que agregó el sistema de informática Gmail, me dio escalofríos ya que era casi imposible diferenciar entre los dos textos.
De por sí, yo ya me estaba preguntando sobre asuntos relacionados con la inteligencia artificial (AI por sus siglas en inglés). Acababa de terminar otro artículo en Bloomberg que estima que dentro de la próxima década hasta 200.000 puestos de trabajo en el sector financiero desaparecerán y se reemplazarán con robots. Estas pérdidas de empleo también incluyen puestos en call centers, los cuales emplean muchas personas no solamente en los grandes y más conocidos centros ubicados en la India y las Filipinas, sino también en la región donde vivo, América Central. El artículo explica que este proceso ya comenzó y que muchos de nosotros, al hablar por teléfono sobre nuevas ofertas o problemas que tenemos con nuestras instituciones financieras, sin saberlo estamos hablando con una computadora y no una persona. Esto me acordó del libro más reciente del autor estadounidense Dan Brown, Origin (Origen en español), en el que el protagonista pasa la mayor parte del tiempo hablado con una computadora creyendo que es el asistente personal del coprotagonista de la novela. Pero nosotros no estamos viviendo en una novela.
Así que, ¿qué pasará con estas 200.000 personas desplazadas? ¿Donde encontrarán otro empleo, ya que de por sí las economías de muchos países no tienen muchos puestos en oferta? Y, sin duda, los puestos perdidos en el sector financiero se reflejarán en otras industrias. La gran empresa de compras online Amazon ya comenzó o ha iniciado un proceso piloto de automatización de sus centros de embalaje de pedidos de clientes y está considerando la posibilidad de usar drones para la entrega de estos paquetes, lo cual implica la posible pérdida de empleo de miles de trabajadores más. En su defensa, también proponen usar vehículos eléctricos para sus entregas, así que todavía incluyen a algunos seres humanos en sus planes de a futuro. Todo esto no incluye el aumento de compras en línea a Amazon y otros sitios web que ha resultado en el cierre de miles de tiendas físicas locales por falta de clientela y en el desplazamiento de un número incontable de trabajadores. Tomando en cuenta este único ejemplo, la tendencia sería una disminución de empleos en vez de un aumento.
Pero regreso a la pregunta de ¿qué es lo que vamos a hacer con—y por—todas las personas que pierden su trabajo gracias a la automatización y robotización de nuestras economías? Claro, no es una pregunta nueva—nos la hemos estado haciendo desde que Henry Ford estableciera y perfeccionara sus líneas de ensamblaje y, en realidad, desde antes de eso con la Revolución Industrial. Pero hoy en día las cifras y la rapidez con que se desarrolla esta toma de control de las máquinas es escalofriante.
Existen, y sin duda van en aumento, políticas para reentrenar a los que pierden sus empleos. Pero ¿cómo ayudamos a estas personas desplazadas ahora y en el futuro próximo a ser autosuficientes y no dependientes del Gobierno por la duración de sus vidas? Y a largo plazo, ¿cómo los preparamos para un futuro del cual no sabemos nada y del cual no podemos predecir cómo se desenvolverá? ¿Cuáles serían las profesiones o empleos existentes y disponibles? ¿Será que, a medida que la tecnología vaya avanzando, nosotros los humanos iremos retrocediendo?
Pero ¿qué pasa con los jóvenes que van entrando al mercado laboral? Hay un gran movimiento para reforzar el sistema educativo en relación a las ciencias y matemáticas (STEM son sus siglas en inglés refiriéndose a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) para preparar los jóvenes para el futuro, pero no todos tendrán el acceso, el interés o la capacidad de enfocarse en estas áreas. También, por lo menos en los países que yo conozco, se exigía estudios escolares hasta la edad de 16 años solamente. De ahí uno entraba en el sistema de educación técnica/vocacional, a la empresa familiar, un aprendizaje para eventualmente ejercer una profesión, o continuaba sus estudios para llegar a la universidad. Pero la universidad no era la meta final para la mayor parte de los jóvenes. Al contrario, fue una minoría que escogía esa ruta. Además, ahora la gran pregunta es si las universidades y escuelas vocacionales en realidad están preparando a sus estudiantes a sobrevivir y sobresalir en este futuro incierto de automatización. Tal vez parte del proceso de automatización en el cual nos encontramos reemplazaría a muchas áreas de especialización universitarias y vocacionales. ¿Será posible que los futuros fontaneros serán maquinas, es decir robots?
Uno solo tiene que ver los videos en Youtube de la empresa Boston Dynamics para ver las posibilidades (video octubre de 2018 y video septiembre de 2019). Al ver estos videos es fácil pensar en la computadora HAL de la película de Stanley Kubrick 2001: Odisea en el Espacio, la cual ha sido programada para realizar una misión en el espacio y sobre la cual la tripulación no ha sido informada. Los miembros de la tripulación, al intentar detener a HAL en su misión, terminan siendo eliminados por la misma máquina. Para HAL, la tripulación con la cual se llevaba bien, se interponían en su camino y amenazaban su habilidad de concluir la misión que le habían designado.
Al ver los videos de Boston Dynamics por primera vez, además de pensar en HAL también me pregunté cuántos ejércitos del futuro serán mucho más fáciles de formar ya que tendrían la posibilidad de ser 100 por ciento robotizados. Al parecer, muchos tuvieron una reacción similar—un comentario en las redes sociales pidió que se les pagara cualquier cantidad de dinero necesario a los ingenieros creadores para que abandonaran el proyecto y destruyeran los robots y los sistemas AI bajo los cuales son creados y controlados.
También me hizo pensar en algo que me pasó hace unos años atrás: durante una visita en EEUU, mi familia arrendó un vehículo de marca alemana para realizar un viaje corto. Nos advirtieron al alquilar el auto que era un modelo «inteligente» y que sería bueno familiarizarnos con el vehículo antes de partir. Pero nada nos pudo preparar para esta experiencia. Cuando mi hija, quien conducía, pensó en cambiar de carril por primera vez era como que el vehículo le leyó la mente—sin que ella hiciera nada, el vehículo inició la señal para el cambio de carril y comenzó a trasladarse. Sin que ella hiciera nada. Después de tomar el almuerzo y al regresar al auto, éste abrió sus puertas sin que empujáramos algún botón en la llave/control remoto. Al subirnos, el auto inició la ignición sin empujar el botón de la ignición o insertar la llave. Era como que el vehículo nos conocía y sabía anticipar todo lo que íbamos a hacer. Fue una experiencia sumamente rara, y mi hija juró que nunca volvería a manejar un vehículo de ese tipo ya que sentía que no tenía ningún control sobre él.
Con la inteligencia artificial estamos invocando al demonio.
(Elon Musk, cofundador y CEO de SpaceX y Tesla, Simposio Centenario, 22-24 octubre, 2014 Departamento de Astronáutica y Aeronáutica, MIT)
Es aquí donde viene mi siguiente pregunta: en este momento controlamos a estos robots que incursionan en el mercado laboral y las computadoras que se hablan entre sí, pero ¿hasta cuándo los controlaremos? ¿Nos daremos cuenta del momento cuando hemos llegado al punto límite de ese control y, de ser necesario, sabremos/podremos apagarlo todo? A mediados de la década de los años 1960, el fundador de la empresa Intel, Gordon Moore, dijo que aproximadamente cada dos años se duplicaría el número de transistores en un microprocesador. Esta ley, llamada Ley de Moore, se interpretó generalmente de manera de que la duplicación de capacidad conllevaría una reducción en el costo de acceder a esta tecnología. En 2007, el señor Moore pronosticó que los avances solo llegarían a cierto punto antes de ser reemplazados por una nueva tecnología que llegaría a ser menos costosa. En ese mismo año, se vendieron los primeros Apple iPhone y Amazon Kindle.
Ahora, gracias a la tecnología smartphone, casi todo el mundo lleva en su cartera o bolsillo no solamente más capacidad computacional que las primeras computadoras comerciales—el ENIAC de 1946 ocupaba 167 metros cuadrados—pero algunos parecieran estar obsesionados y adictos a estas pequeñas maquinas, como si no pueden existir sin ellas. Y es por medio de estas maravillas tecnológicas que un sistema de AI en nuestro correo electrónico nos dice cómo podemos expresarnos y comunicarnos con colegas de trabajo, nuestras amistades y nuestros seres queridos.
En el reciente Congreso Mundial de Tecnología de la Información (World Congress on Information Technology en inglés), que reúne representantes de aproximadamente el 90 por ciento de la industria de la informática, el emprendedor Gary Vaynerchuk pronosticó que dentro de poco tiempo los smartphones ya no serán necesarios—habrá tanto acceso a AI dentro y fuera de la casa que solo tendremos que decir en voz alta lo que necesitamos o lo que queremos saber y recibiremos lo pedido. Lo único que necesitaremos es nuestra voz.
Así que me pregunto: ¿hemos llegado al punto sin retorno con AI? En la manera de lo personal, no tengo ninguna idea. Aquí he incluido muchas preguntas, a las cuales no tengo ninguna respuesta. Pero siento que son preguntas a ser consideradas seriamente, tomando en cuenta el camino que la humanidad parece estar siguiendo. Según el artículo de The Independent escrito por los profesores Hawking, Russell, Tegmark y Wiczek, hay muy pocas instituciones que están estudiando y debatiendo seriamente el futuro de la humanidad y AI. ¿Hacia donde vamos?