Por alguna razón estuve tentado de titular esta parida Memories of murder, copiando el nombre del excelente film de Bong Joon-ho (2003), realizador coreano. La razón es simple como una de tus manos: la película aborda el tema de los asesinos en serie que pasan piola.
Servidor tenía unos 10 años cuando recibió su primera lección de economía política. En los boliches del barrio las familias compraban 1/8 de aceite, ¼ de azúcar, una barra de café de higo… Faltos de té, quienes podían tomaban agüita de azúcar quemada. Como no hemos inventado nada, esas modestas compras las hacían a crédito, mediante el amanuense expediente de la libreta, suerte de precursor de la tarjeta de crédito que facilita tu endeudamiento en tres cuotas sin intereses. Los pringaos beneficiaban del crédito ofrecido por el bolichero, un pringao menos pringao que la mayoría.
Corría el año 1958, último del segundo sexenio de Carlos Ibáñez del Campo y –gracias a Dios y a la Virgen María, patrona del campo de flores bordado–, último de la intervención de la Misión Klein-Saks. La consultoría de la Misión Klein-Saks, compuesta por un grupo de expertos estadounidenses extraídos de los principales bancos yanquis, fue contratada por Carlos Ibáñez del Campo en 1955, durante su segundo mandato.
Según los que se supone que saben, la economía chilena sufría una serie de problemas estructurales agravados por los efectos de la Gran Depresión de 1929. El intento de implantar un modelo basado en la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) no dio los resultados esperados. La inflación se disparó: en la década de los 1950 los precios aumentaron hasta un 80%, y el desempleo creció de manera considerable.
Ante esta situación, Ibáñez del Campo decidió contratar a una consultoría estadounidense para que analizara y tratara de buscar soluciones.
Si escribo «según los que se supone que saben» es porque en la documentación disponible se puede leer lo que sigue:
Durante la década del cincuenta, en gran parte de los países de América Latina se hizo evidente el carácter limitado del modelo de desarrollo adoptado luego de la crisis de 1929, conocido bajo el rótulo de «estatismo keynesiano». Este estilo de desarrollo se sostuvo en un modelo de industrialización por sustitución de importaciones (conocido como modelo ISI), y perseguía la industrialización nacional a través del fomento estatal en las principales áreas económicas. Sus principales problemas a mediados de siglo se manifestaron en los déficit de la balanza de pagos y de divisas, y en el desequilibrio entre la urbanización y la producción agrícola.
Sin explicar qué diablos llevó a la peor crisis de la Historia de la Humanidad, la Gran Depresión, culpan al «estatismo keynesiano» de ser un modelo de desarrollo con limitaciones a la hora de salir del desastre.
No deja de ser curioso. La principal obra teórica de Keynes, Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, fue publicada en… 1936. Hasta entonces el buen Johnny no había abordado seriamente la teoría económica y se había limitado a practicar la especulación financiera. También había escrito un libro que hizo su fama: Las Consecuencias Económicas de la Paz (1919), en el que explica que el Tratado de Versalles impuesto a Alemania al fin de la Primera Guerra Mundial desembocaría en otra guerra aún peor. Sabiendo lo que sabemos, está claro que Keynes era mucho más lúcido que los economistas actuales que lo critican o lo ignoran.
Lo cierto es que la Misión Klein-Saks entregó sus recomendaciones que consistieron, mayormente, en hacerle pagar el pato de la boda a los miserables:
La misión recomendó cambiar completamente el modelo económico chileno, introduciendo un sistema neoliberal. Las sugerencias fueron reducir el déficit fiscal y limitar el crédito bancario al sector privado; eliminar las subidas automáticas de salarios y que estas fueran negociadas directamente entre las empresas y los trabajadores; aumentar las importaciones y diversificar las exportaciones; buscar capital extranjero; y reformar las tributaciones.
Se trata del mismo tipo de recomendaciones que el FMI le hizo a Lenín Moreno en Ecuador. Para que el capital extranjero acuda debes reducir la tributación empresarial. Para compensar, le subes los impuestos al personal (p. ej. el IVA). Con el fin de liberar recursos para pagarle a la banca extranjera reduces el gasto fiscal, ergo los servicios públicos, y le exiges a los miserables que paguen lo que antes era gratuito: Salud, Educación… Con el viejo y gastado truco de la competitiáh reduces los salarios, que como todos los expertos saben son los únicos responsables de los costes de producción, incluso allí donde la mano de obra interviene poco o nada.
Haciendo gala de una rara objetividad, quienes comentan el comentario escribieron: «En la práctica, equivalían a subir impuestos y bajar los salarios» No me digas… ¿Te sorprendería saber que «en un principio, la misión Klein-Saks fue muy bien recibida por la derecha chilena. La izquierda, en cambio, rechazó su presencia»?
La reacción no se hizo esperar:
Los efectos sociales de las medidas no tardaron en provocar protestas. La congelación de los salarios generó una fuerte resistencia por parte de los sindicatos, que convocaron huelgas generales. Por otra parte, las nuevas políticas de comercio exterior acabaron perjudicando a los pequeños empresarios y a sus trabajadores. La reducción del gasto social frenó la reducción de los índices de pobreza y aumentó la desigualdad social.
Curioso… ¿no? Mejor aún:
En abril de 1957 las calles chilenas se llenaron de manifestantes en contra de la nueva política económica. La causa inmediata fue el aumento de los precios de los transportes públicos, aunque los motivos, como antes se indicaba, eran más profundos. Los universitarios y los obreros fueron los que tomaron la iniciativa de las protestas. Se produjeron quemas de microbuses y episodios de saqueo. Se calcula que murieron unas 20 personas y el Gobierno debió enviar al ejército para controlar las calles.
Estas fueron las consecuencias –en el año 1957– de la intervención de los expertos yanquis en la economía chilena. ¿Por qué razones la intervención del FMI en Ecuador debiese traer ahora consecuencias diferentes?
El patético Lenín Moreno alega que los desórdenes, la rebelión, la insurgencia… son el producto de la intervención externa de Venezuela y de Nicolás Maduro. En el Chile de 1957 Maduro no existía. Ni la Cuba de Fidel Castro.
Por el contrario, los expertos existían: hacía ya mucho tiempo que se esforzaban en generar crisis recurrentes, de las cuales la de 1929 no fue sino la más grande, heredera de otras crisis y pánicos precedentes, y prolegómeno de crisis sucesivas, frecuentes, recurrentes, interminables.
¿Incompetencia o mala fe? Ni lo uno, ni lo otro: simplemente los expertos trabajan para quien les paga, para defender sus intereses, cumpliendo fielmente su labor de esbirros del gran capital.
Experto: asesino en serie que pasa piola…