El horario de trabajo o la cantidad de horas trabajadas a la semana es un tema digno de considerar en relación a varios aspectos económicos, psicológicos y sociales que desgraciadamente o son desconocidos o simplemente ignorados. El primero es que la productividad no es proporcional a las horas trabajadas, sino más bien lo contrario. En los países donde se trabajan menos horas a la semana, la productividad es mayor. Se pueden citar los países escandinavos, Holanda y muchos otros. La motivación, atención y eficiencia son inversamente proporcionales a la cantidad de horas trabajadas y tienden a bajar drásticamente después de las 5 o 6 horas de trabajo al día.
La organización del trabajo es un aspecto fundamental en relación a la productividad. Se puede trabajar menos, mejor y rendir más. El problema en la mayoría de casos es la falta de conocimientos y métodos para optimizar los resultados sin dejar de lado la motivación.
Otro factor importante es que la cantidad de horas perdidas por enfermedad y ausencia aumentan, si las jornadas laborales son largas. Las personas y sus familias tienen necesidad de tiempo y si este falta, con el consiguiente aumento de estrés, la efectividad baja visiblemente. Indicadores psicosociales demuestran y confirma una estrecha correlación entre la cantidad de horas de trabajo y el malestar psicosocial.
Este aspecto concierne al tiempo necesario para la «reproducción de la capacidad laboral», denominación que no es de mi agrado, pero que indica que las personas y la familia tiene necesidad de una cierta cantidad de horas libres para garantizar márgenes de bienestar social aceptables. Además, no olvidemos que el tiempo, fuera del trabajo, puede ser usado para estudiar y capacitarse profesionalmente. En pocas palabras, a menudo las discusiones en defensa de una jornada laboral de más de 8 horas diarias confunden las personas con máquinas y no consideran los aspectos aquí mencionados.
Las teorías de optimización de los factores empleados en los procesos productivos, donde el trabajo humano es uno de los más importantes, cambian a medida que se innova el sistema productivo. En las sociedades «más avanzadas», donde el conocimiento es el asset fundamental, las inversiones en recursos humanos implican una actitud contrapuesta a las discusiones de una hora menos o más de trabajo diario o semanal y otorgan a los empleados un margen de libertad mayor en la panificación del trabajo y tiempo laboral, dando relieve a conceptos como flexibilidad, motivación, preparación continua, carrera y resultados, donde las horas de trabajo son un aspecto secundario.
En realidad, antes de planificar horas de trabajo, hay que pensar en la calidad más que en la cantidad. Desgraciadamente el trabajo, culturalmente, implica, en muchas partes del mundo control, subordinación y explotación en vez de participación, creatividad, innovación, motivación y resultados. Factor determinado por una serie de relaciones que establecen el límite entre lo posible y lo imposible. La rigidez mental trae como consecuencia la esclavización de los colaboradores y en esta lógica todo es reducido a tiempo, jerarquías, disponibilidad y presencia. En otras partes la gente trabaja desde la casa, participa activamente, contribuyendo a los objetivos y resultados planificados consensualmente con respeto, aceptación y autonomía.