He tenido la oportunidad, y sobre todo la fortuna, de jugar en las ligas de Europa por algún tiempo, siendo Hungría y Serbia los principales países en los que he podido aprender un poco más sobre el waterpolo de clase mundial, un deporte que, por supuesto, me apasiona mucho. Durante esta estancia he visto (y calado) innumerables jugadores de elite y admirado muchísimas campeonas y campeones, en la fuente ilimitada de talentos que tienen todas las piscinas europeas, aunque muchas veces desde Latinoamérica solo enfoquemos nuestra atención en algunos pocos países del viejo continente. Portugal, Bélgica, República Checa, Eslovaquia o Eslovenia, son algunos ejemplos de lugares donde han desarrollado mucho este deporte acuático y poseen equipos tan poderosos, que son capaces de hacerle frente y/o ganarle a cualquier top tier, aunque sus selecciones no luzcan tan fuertes o tengan fama.
El histórico dominio balcánico
Y hablando de selecciones nacionales, no hay ninguna duda de que los Balcanes dominan esta disciplina en lo absoluto, pues han sido las naciones más exitosas en la historia de este deporte. Serbia, Croacia y Montenegro han alcanzado lo que ningún otro ha logrado en términos de medallas olímpicas y campeonatos mundiales, incluso me atrevería a decir que son responsables en su mayoría, del estilo de juego que se practica mundialmente desde hace muchos años, cuestión que es una navaja de doble filo desde mi particular punto de vista.
Este estilo balcánico ha sido copiado muchas veces alrededor del orbe, y en algunos países lejanos como México ha dejado una cierta base de trabajo a todos los entrenadores existentes, a pesar de que no contamos con un palmarés tan extenso como el de los países ya mencionados. Dejando a un lado por el momento la infraestructura y la popularidad del waterpolo en países no europeos, la pregunta que traigo a colación es la siguiente: ¿serán estos métodos de entrenamiento, y estilos de juego adecuados para el resto de los países e incluso para el futuro del deporte mismo?
Es un tanto contradictorio, ¿no es así? Los países que han ganado todo en este deporte a su vez resultan ser los que lo focalizan y lo aíslan constantemente, de una manera que empieza a producir un juego que solamente funciona para ellos (el cual hasta cierto punto no ha cambiado en muchos años), y que pierde notoriedad en varias partes del mundo, por no existir una diversificación importante. Este estilo estático y vertical se ha vuelto «utilizable», en equipos como Croacia, Serbia y Hungría, pues es un estilo adaptado para jugadores físicamente muy grandes, que son el grueso de la población en esas latitudes. Casi siempre garantiza dominio a lo largo del partido, y su principal arma es la genética con la que cuentan estos atletas como lo hemos dejado implícito; de alguna manera dichos países han impuesto su modo de juego al resto del mundo y les ha dado el control del escenario universal. Pero poco y nada funciona para otros; me parece queda clarísimo al observar el medallero cada año en cualquier competición internacional.
El waterpolo se ha convertido en un deporte para gigantes que solo puede ser practicado con éxito por unas pocas potencias en el planeta, lo que supone un serio problema al promover un deporte diseñado exclusivamente para una clase de practicante. Y aunque tampoco dudo que haya superdotados (o excepciones) como el mismísimo Manel Estiarte, en una disciplina donde el físico lo es todo, el espacio para el desarrollo queda muy sesgado por nuestra herencia genética, pues las metodologías europeas se encauzan principalmente en ese aspecto. Entonces, ¿cómo podemos desarrollar un mejor deporte si se encuentra prácticamente enclaustrado en una zona del orbe? ¿Cómo podremos enseñar un juego que luce hecho directamente para unos cuantos? ¿Cómo podríamos enfrentar con éxito a Serbia, Croacia y Montenegro, porque desde que se separaron (antigua Yugoslavia) no dejan a casi nadie meterse en «su medallero»?
Tal vez, de manera un tanto súbita haya llegado «una salvación» para nosotros los “no muy dotados” desde la tierra del Sol naciente.
El prodigio nipón
Sorpresivamente en los últimos dos años, el equipo japonés ha cimbrado a la comunidad waterpolera llegando a posicionarse dentro del top ten mundial, «hincándole» verdaderos sustos a selecciones poderosas como la croata y la húngara. He de resaltar: sin el uso de sustancias prohibidas, o la inclusión repentina de uno o varios serbo-croata-rusos nacionalizados a su selección, como acostumbran a hacer algunos incautos por ahí. Y a pesar de tener jugadores menores al 1,80 metros de estatura, han puesto en verdaderas dificultades a los mejores equipos del mundo y mejor aún, han demostrado que existen otras formas de jugar el waterpolo con éxito. ¿Cómo puede ser esto en un deporte en el que ningún otro país fuera de Europa, Estados Unidos y más o menos Australia, ha logrado alcanzar el top ten de la clasificación mundial en los últimos 30 años?
Pues justo, todo comenzó al darse cuenta de que, si seguían practicando el «modelo clásico», jamás iban a lograr nada. Se percataron de que sus jugadores pequeños no podían competir contra los equipos europeos más grandes utilizando la zona estática y el estilo vertical con el que compiten (y replican) todos los demás jugadores del mundo. Así que decidieron cambiar el estilo de juego por uno que se ajustara a sus características específicas: rápidos y veloces, de pensamiento resuelto y sorpresivos en todo momento, excepcionales (como todos los japoneses) en el trabajo de equipo, manejo del estrés y ultra coordinados. Para aprovechar todo lo anterior, idearon una defensa de alta presión que llevaría al contraataque inmediato, a un estilo de conducción de balón muy agresivo y por supuesto todo ello soportado con un programa de acondicionamiento, que promovería la velocidad/agilidad de sus jugadores por encima de la fuerza y desgastaría a sus oponentes más grandes.
Los resultados de ese particular estilo de juego los pude presenciar yo mismo en la súper final de Belgrado 2019, donde pusieron en jaque a todos los equipos con los que compitieron y para nada fue un comodín jugar contra ellos. Para mayor documentación ahí están por la red todos sus partidos de Liga Mundial; así podremos afortunadamente aprender mucho de ellos. Tanto croatas como españoles y húngaros se tuvieron que emplear a fondo para derrotar a Japón y más de uno quedamos maravillados con los tritones nipones que buscan con gran determinación meterse en el protagonismo del waterpolo mundial.
Sin embargo, si el lector ha llegado hasta aquí me gustaría profundizar un poco más sobre esta inusual forma de juego de los japoneses. No pretendo en ningún momento hacer un análisis duro técnico-táctico porque simplemente no poseo los conocimientos deportivos para ello, y para los puristas, este es un simple ejercicio de observación y percepción del impresionante despliegue japonés en el agua que pude llegar a examinar desde mi loca cabeza. Con el previo aviso parroquial empecemos esta muy informal cháchara.
Táctica defensiva
Como bien lo dije todo se centra en la altísima presión que ejercen sobre el rival. Un detalle de su defensa es que el defensor se posiciona ligeramente por detrás y a lado de su contrincante con el balón, mientras que a la vez se mantiene frente al boya y los demás laterales, por lo que su posicionamiento defensivo se nota inmediatamente listo para el rompimiento. Jamás, pero jamás buscan el foul (como muchos lo hacemos), pero tampoco defienden en zona: al rival le permiten nadar y moverse hacia la portería, pero el defensor lo sigue muy de cerca cuidando siempre no cometer el foul, insisto. Es un intermedio entre manejar la defensa a base de puras faltas bajo el press y hacer una especie de zona, sin embargo, noté que este particular manejo de la defensa crea mucha confusión en los atacantes.
Los jugadores no son totalmente presionados, pero tampoco pueden atacar con libertad, por lo que resulta difícil saber qué hacer con el balón. En realidad, creo que el atacante tiene únicamente dos opciones, tirar de manera muy incómoda o bien pasarla a algún compañero. El problema de esta «libertad» de movimiento es que si se acercan mucho a la portería, otro defensor puede hacer doble equipo haciendo más difícil pasar o tirar, además el atacante casi siempre se encuentra a si mismo fuera de balance, porque tiene una «sanguijuela» personal que si bien no le termina de hacer el foul, tampoco le permite moverse tanto, lo que hace el trabajo del portero más «sencillo». Además, el hecho de que los japoneses se mantengan en posición de press en lugar de utilizar una zona, les vuelve muy efectivos los contrataques en el momento de ganar el balón.
La idea de toda esta defensa por supuesto es que no les anoten, obvio, pero hay objetivos más concretos para conseguirlo y también existen debilidades muy visibles las cuales están dispuestos a aceptar. Lo primero es que este tipo de defensa para el estilo estático europeo, permite consumir valiosos segundos del reloj sin encontrar una posición cómoda de tiro. Como las transiciones son muy lentas y tienen a un defensa pegado todo el tiempo, fácilmente 20 segundos pueden ser acabados de cajón, dejando 10 segundos para tratar de atacar realmente y anotar. Todo sin tomar en cuenta los errores de decisión que esta defensa provoca, y que el equipo japonés usa para su ventaja. Pero la debilidad crucial de su estrategia defensiva se encuentra como siempre en el «núcleo».
Es claro que en el waterpolo la presión de cualquier tipo es una maniobra de alto riesgo, puesto que si tienes a tus jugadores encima del rival sobre la «media luna», entonces no hay forma de que puedan ayudar al boya. La diferencia física entre la boya «europea» promedio y un defensa de boya japones es sustancial, por lo que las oportunidades de que llegue la bola al centro, con esta táctica empleada por los asiáticos, son muchas, provocando expulsiones o goles directos en su contra. El equipo japonés lo sabe perfectamente, pero haciendo un balance entre los otros métodos «comunes» (como una zona hecha y derecha), resulta mucho más redituable su táctica, ya que preparan su defensa desde todos los ángulos visibles para «anotar», en lugar de preocuparse porque el rival les anote con sus estratagemas, especialmente el boya.
Para ellos es simple: si de cualquier manera en una defensa de zona la pelota le llega al boya varias veces irremediablemente, provocando exclusiones o goles y adicionalmente le permites tirar de manera franca a jugadores extremadamente fuertes, es mucho mejor tratar de hacerles daño desde una defensa lista para el “arranque”, y correr el riesgo de que exista un error en su ataque, lo cual permita una transición explosiva a su favor. Como ultimo apunte, este constante posicionamiento al contraataque, hace que mentalmente los jugadores «grandes» tengan un desgaste extra no presupuestado, al tener que cubrir prácticamente en todas las transiciones un rompimiento vertiginoso de todo el equipo japonés.
Táctica de ataque
Me parece que explicando su defensa de forma genérica, sabemos de inmediato cómo es que atacan; Japón es el equipo con el mayor número de goles efectuados por contraataques en el mundo. La presión de 6 hombres en una transición acelerada en cada ataque, crea desorden en las defensas europeas, que no están muy acostumbradas a este tipo de manejos en los partidos. El objetivo es tirar lo más rápido posible, lo más sorpresivamente posible, lo más certero posible incluso si aún existe muchísimo tiempo para que termine el reloj. Esto va en contra de lo que todos los equipos del viejo continente hacen (y si me permiten ir más allá, del mundo), para Japón tirar inmediatamente y tener posesiones muy cortas es su ventaja, porque si fallan pueden detener cualquier contraataque con su velocidad y resistencia preparándose nuevamente para otro ataque. Y aunque no logren hacer un rompimiento positivo y deban al final ejecutar la clásica «media luna», el equipo japonés no pone restricciones a su estilo de juego: su boya deja la posición, y el espacio que crea en el centro sirve para que uno o varios jugadores penetren a gran velocidad, para ejecutar pantallas o provocar expulsiones con porcentajes muy altos de efectividad. Básicamente su ataque consiste siempre en crearse espacios, los cuales estarán libres para entrar o para poner algún tipo de ventaja con la bola franca frente a la portería.
El boya no es un atacante primordial para ellos o un finalizador, como lo es para todos los equipos en el planeta, es un declarado «manejador de espacios» y los demás jugadores se suman a esta táctica hasta que encuentran una oportunidad para confeccionar un tiro rápido o un pase crucial en el área menor a los 2 metros.
Si lo vemos de bote pronto, la base del waterpolo japonés es el dinamismo, el movimiento constante, diría yo: es el espectáculo verdadero. Personalmente puedo decir que Japón ha construido su propia identidad y ha sabido aprovechar perfectamente las características de sus atletas para desarrollar el tipo de juego que desean imponer. Y es grato observar cómo tratan de ganarle la partida a una vieja escuela, que personalmente ya se me estaba empezando a hacer un poco aburrida.
Otra cosa que no hay que dejar de lado: Japón ha cambiado su estilo para encontrar un waterpolo acorde a ellos y a su mentalidad/filosofía, pero con el mero objetivo de ganar. Ellos entrenan realmente para algún día tener un oro olímpico y ciertamente en la actualidad son muchísimo más competitivos de lo que han sido siempre. Cuando alguna vez perdían por más de 10 goles y ahora la diferencia es 2 o 3, cuando antes ni siquiera figuraban en el ranking mundial, cuando los demás equipos veían a Japón como una victoria segura y fácil.
Ahora, gracias a ellos todos debemos buscar nuevos horizontes y prepararnos para un estilo de juego muy poco ortodoxo, porque si un equipo llega con ellos sin estudiarlos a fondo, sospecho se van a preparar para sufrir una dolorosa derrota. ¿No es cierto, USA?
¿Será este el waterpolo del futuro para aquellos que no nacimos en los Balcanes? Quién sabe, pero por lo pronto: ¡Ganbatte Nippon!