Cuando uno piensa en básquetbol, es casi imposible no imaginar a gigantes de más de dos metros desafiando la gravedad, saltando por los aires para encestar canastas imposibles. Pero en 1994, una sorpresa sacudió el escenario del baloncesto sudamericano: los “bajitos” pidieron la palabra. Lo hicieron en un torneo oficial, organizado por FIBA Américas, donde ningún jugador podía medir más de 1,95 metros, desafiando así la tradicional hegemonía de los gigantes en este deporte. Y, para sorpresa de muchos, Uruguay se coronó campeón de esa inusual competencia.

Lo más notable de este torneo fue su origen. La Federación Paraguaya de Básquetbol, enfrentando una realidad compartida por muchas naciones de la región, planteó una cuestión: ¿cómo podrían los países sin acceso a jugadores de más de dos metros competir seriamente contra potencias como Brasil y Argentina? En el básquetbol, un deporte dominado históricamente por los jugadores altos, parecía que la brecha biotécnica impedía que estas naciones más pequeñas pudieran tener una oportunidad real en el escenario sudamericano. Y así, el torneo de los "bajitos" fue concebido como una forma de nivelar el campo de juego.

La respuesta a la convocatoria fue entusiasta, con la participación de casi todos los países sudamericanos, salvo Venezuela. Los equipos se enfrentaron en dos series organizadas en Asunción, Paraguay, y el resultado fue histórico: Uruguay, un país tradicionalmente asociado más con el fútbol que con el básquetbol, se alzó con el trofeo. Tuve el honor de ser parte de ese equipo campeón, y puedo decir que fue un torneo que rompió con todas las expectativas. Un verdadero ejemplo de cómo la innovación puede transformar la dinámica de cualquier disciplina deportiva.

El desafío de innovar en un continente dominado por el fútbol

Pero más allá del triunfo en aquel torneo, es importante reflexionar sobre lo que representó ese evento para el básquetbol en nuestra región. Sudamérica ha sido, durante décadas, un bastión del fútbol. Para muchos de nuestros países, el fútbol es más que un deporte; es una pasión arraigada en lo más profundo de la cultura popular. Este dominio absoluto del balompié deja poco espacio para otros deportes, y el básquetbol, aunque con una historia rica y seguidores apasionados, a menudo queda relegado a un segundo plano.

Innovar en este contexto es un desafío monumental. Los recursos, la infraestructura y la atención mediática se concentran en el fútbol, dejando al básquetbol con el desafío de buscar su propio camino para atraer audiencias y, por supuesto, patrocinadores. Entonces, ¿qué hacemos para que el básquetbol no solo sobreviva, sino que florezca en este entorno dominado por gigantes?

El torneo de los "bajitos" es una de esas respuestas innovadoras. Fue un ejemplo de cómo se puede pensar fuera de lo convencional para generar un impacto. En un continente donde los gigantes dominan tanto dentro como fuera de la cancha, los "bajitos" encontraron una forma de destacarse y capturar la atención de aficionados y medios por igual.

¿Qué podemos aprender de esta experiencia?

La respuesta es clara: es necesario innovar. Así como el fútbol ha evolucionado constantemente para mantenerse relevante —desde cambios en las reglas hasta la implementación de la tecnología VAR—, el básquetbol también debe buscar nuevas formas de mantenerla emoción en la cancha y atraer a nuevas generaciones de seguidores.

¿Por qué no seguir experimentando con reglas que aporten frescura al juego? Imaginemos torneos sudamericanos que incluyan un tiro de cuatro puntos, una regla que podría cambiar la dinámica de los partidos, haciendo que los equipos desarrollen nuevas estrategias y permitiendo que los jugadores más bajos pero habilidosos se conviertan en los héroes de la jornada. También podríamos reducir el tiempo de juego, generando un ritmo más vertiginoso y emocionante, capaz de atraer no solo a los aficionados de siempre, sino también a quienes buscan espectáculos deportivos más dinámicos y modernos.

Este tipo de innovaciones no solo aportan emoción, sino que también invitan a la participación de más países, nivelando de alguna manera las fuerzas a nivel regional. La idea es clara: hacer que el básquetbol sea más accesible, más competitivo y, sobre todo, más atractivo tanto para jugadores como para aficionados. Al final del día, un deporte no crece si solo unos pocos pueden destacarse en él. Debemos abrir las puertas para que más personas practiquen y se apasionen por este juego.

Involucrar a más actores: el camino hacia el futuro

El éxito de estas iniciativas, sin embargo, no depende solo de los jugadores o las federaciones. Las empresas y las cadenas de televisión tienen un papel crucial que jugar en este proceso. Un torneo innovador como el de los "bajitos", con reglas frescas y un formato atractivo, tiene un potencial enorme para captar audiencias nuevas. Y, por lo tanto, representa una gran oportunidad comercial para marcas y medios que buscan asociarse con un deporte en crecimiento.

En ese sentido, debemos seguir empujando para que eventos como este sean más frecuentes. Porque no se trata solo de nivelar el terreno de juego para los equipos más pequeños, sino de generar nuevas experiencias, nuevas emociones y nuevos compromisos con el básquetbol y en otras disciplinas también. Bienvenidos sean estos torneos que nos recuerdan que la innovación no es solo posible, sino necesaria. En un continente donde el fútbol lo acapara todo, el básquetbol tiene el potencial de brillar por sí mismo, siempre y cuando se atreva a evolucionar y abrazar el cambio.