En el mundo del deporte, los cambios en las reglas y estructuras de los torneos pueden tener un impacto significativo en cómo las naciones y los equipos acceden a la élite mundial. En este sentido, la FIFA (conocida sigla de la Federación Internacional de Futbol Asociación) ha sido pionera en ampliar el espectro de participación para selecciones y clubes, permitiendo que países que antes ni soñaban con participar en un Mundial ahora tengan una oportunidad real de hacerlo. ¿Es esto un avance en la democratización del deporte o una forma de diluir la calidad de los torneos? Por otro lado, la FIBA (por: Federación Internacional de Basquetbol) sigue aferrada a un modelo de excelencia que deja afuera a la mayoría de los países, manteniendo el básquetbol en un círculo de pocos privilegiados. Entonces, ¿qué nos dice esto sobre la dirección que están tomando estos dos deportes globales?
La apuesta de la FIFA: más participación, más emoción
En los últimos años, la FIFA ha implementado cambios importantes en el formato de clasificación para los Mundiales de fútbol, tanto de selecciones como de clubes. Estos ajustes han permitido que países y clubes, que históricamente no habrían tenido acceso al mayor escenario del deporte rey, ahora tengan una oportunidad tangible de estar presentes. Antes, en Sudamérica, solo cuatro selecciones clasificaban directamente al Mundial, con un quinto lugar destinado a una repesca intercontinental. Este sistema dejaba a muchas naciones, como Bolivia, Paraguay, Perú o Venezuela, fuera de la competencia global durante décadas.
Con la reciente expansión de las plazas para la Copa del Mundo, ahora Sudamérica cuenta con seis cupos directos, lo que abre las puertas a una mayor diversidad de equipos. Esto significa que selecciones como las mencionadas, que rara vez se han visto Torneos Mundiales, tienen ahora una verdadera oportunidad de competir en el torneo más prestigioso del fútbol mundial. Este cambio fomenta la inclusión y la esperanza, permitiendo que millones de fanáticos en países menos poderosos en el ámbito futbolístico se ilusionen con ver a su equipo en la gran cita. ¿Quién no querría ver a Venezuela o Bolivia debutar en un Mundial?
Sin embargo, esta apertura también tiene sus desventajas. Si bien se amplía la participación y las historias de equipos emergentes pueden inspirar a nuevas generaciones, existe el riesgo de que la calidad general del torneo se vea comprometida. Equipos menos competitivos podrían enfrentarse a gigantes como Brasil, Alemania o Francia, resultando en partidos con diferencias de nivel evidentes. Aun así, la FIFA parece haber apostado por el crecimiento de su espectáculo, priorizando la inclusión global sobre la pureza del juego. Al fin y al cabo, un Mundial con más equipos es un Mundial que genera más interés, más audiencia y, por ende, más ingresos.
La postura de la FIBA: solo los mejores
En el otro extremo del espectro deportivo, encontramos a la FIBA, que en los torneos de básquetbol mantiene un enfoque mucho más elitista. El ejemplo más reciente lo encontramos en los Juegos Olímpicos de París 2024, donde solo los 12 mejores equipos del mundo tuvieron el honor de competir por la gloria. El nivel de excelencia en estos torneos es incuestionable, pero al mismo tiempo, resulta desalentador para la gran mayoría de los países que ni siquiera pueden soñar con llegar a esa etapa.
Si Argentina, que fue campeona olímpica en 2004 y una de las potencias sudamericanas del básquetbol, no pudo clasificarse para los últimos Juegos Olímpicos, ¿qué queda para naciones con menos tradición en este deporte, como Uruguay, Chile o Ecuador? La barrera es alta y difícil de superar, lo que reduce las oportunidades para estos países de formar parte del escenario internacional. Mientras que en el fútbol un país como Chile o Bolivia pueden soñar con su clasificación mundialista, en el básquetbol, incluso una participación en las etapas preliminares de un torneo global parece una utopía.
La FIBA, en su afán por preservar la excelencia, se ha convertido en un círculo cerrado, donde solo los más fuertes sobreviven. Esto asegura que el nivel de juego en los torneos sea altísimo, pero al mismo tiempo limita la expansión del deporte a nuevos mercados y a la participación de países que podrían beneficiarse de una mayor exposición en el ámbito internacional.
Dos filosofías, dos caminos
Tanto la FIFA como la FIBA tienen argumentos sólidos para defender sus respectivas posiciones. La FIFA ha optado por una estrategia de crecimiento inclusivo, donde el número de participantes aumenta, el interés global crece y más países pueden vivir el sueño de competir en un Mundial. Esta visión está en línea con la tendencia actual de globalización del deporte, donde el entretenimiento y los ingresos económicos juegan un papel crucial. Más equipos significa más audiencia, y más audiencia significa más patrocinadores y mayores ingresos.
Por otro lado, la FIBA defiende la calidad sobre la cantidad. Los torneos que organiza son vistos como un escaparate de los mejores talentos del mundo, donde la competencia es feroz y solo los más preparados logran destacarse. Sin embargo, este enfoque excluye a gran parte del mundo, lo que puede tener un efecto negativo en el desarrollo del básquetbol en países con menos tradición en este deporte. El resultado es que el básquetbol, a nivel internacional, sigue siendo un deporte de élites, mientras que el fútbol se presenta como un deporte cada vez más global e inclusivo.
¿Hacia dónde vamos?
La gran pregunta es si estos modelos, tan opuestos entre sí, seguirán funcionando en el futuro. ¿Debe la FIFA reconsiderar su apertura para mantener la calidad del torneo? ¿Debería la FIBA abrirse un poco más y permitir que más países participen en sus competiciones? El equilibrio entre excelencia y participación es difícil de lograr, pero en un mundo donde los deportes están cada vez más comercializados y globalizados, las decisiones que tomen estas organizaciones en los próximos años definirán la dirección en la que se moverán.
Por ahora, el fútbol sigue ampliando su base de seguidores en todo el mundo, mientras que el básquetbol lucha por mantenerse relevante fuera de sus tradicionales nichos. Pero si algo nos ha enseñado el deporte, es que las sorpresas siempre están a la vuelta de la esquina. Y quizás, en un futuro cercano, veamos un cambio en las reglas del juego, tanto en la cancha como en los despachos.