Ahora que ya hace semanas del brillante triunfo de la Selección Española de baloncesto femenino en el Europeo de Letonia y Serbia, conviene recordar que España lleva muchos años siendo el equipo dominante en Europa y, con la excepción de la intocable Estados Unidos, también a nivel mundial. Es una selección que no ha recibido la atención mediática ni los reconocimientos que merece, especialmente en los inicios de esta maravillosa racha de victorias, pero aún hoy día, estando el deporte femenino en cierto auge, se me antoja pobre la atención que se le presta a un equipo legendario; por parte de las instituciones y de los medios principalmente y, como consecuencia, también entre la población general.
El combinado nacional de baloncesto femenino lleva siete medallas en compromisos internacionales consecutivas, siete, y ha ganado tres de los últimos cuatro europeos, siendo terceras en el otro, ya que se perdió en semifinales. Curiosamente esos tres europeos cayeron tras finales ante Francia, como el único campeonato continental ganado hasta el inicio de la racha, que fue en 1993. En las tres finales ganadas con Lucas Mondelo en el banquillo las galas eran, y seguirán siendo, un equipazo temible y muy difícil de batir que combina talento y físico, como en baloncesto masculino. Pero España se impone con una selección de alta calidad, con recursos técnicos y tácticos, y con una química de equipo exagerada, forjada por el gran trabajo de jugadores y cuerpo técnico, que en los partidos importantes sale a relucir con más fuerza que nunca, ya que son momentos en los que cada jugadora se deja la piel, se sacrifica en defensa y en ataque y en los que nunca se escatima una ayuda o una gota de sudor.
Es conmovedor ver el esfuerzo y la solidez de un equipo que parece una familia y que representa todos los valores del deporte. Un equipo con mayúsculas en el que todo el mundo aporta, tenga el rol y el tiempo de pista que tenga, y también un combinado especializado en superar colectivamente todo tipo de adversidades, con confianza y sabiendo que siempre habrá una compañera para cubrirte la espalda. Eso, particularmente a nivel mental cuando eres parte de algo así, es oro. Y no se consigue con facilidad. De hecho, es más raro de lo que es deseable y pocos equipos profesionales que trabajan juntos 9 o 10 meses al año llegan a ese nivel de compromiso y solidaridad. Por eso, y por muchas cosas más, esta selección de baloncesto femenino es un ejemplo que, temo, no se está apreciando como merece y al que echaremos en falta no haber dado ese merecido reconocimiento cuando el tiempo marchite este fenomenal equipo, espero que dentro de muchos años, del mismo modo que marchita todo lo demás.
Estas chicas están haciendo mucho por el deporte en general y por el femenino en particular, pero duele ver qué personajes, acciones o fenómenos son los que absorben la atención de los medios y de la sociedad, por encima de los logros de un equipo que los más pequeños deberían ver mucho más para poderlo tomar como ejemplo en sus vidas, dentro y fuera del deporte.