Es un hecho, Boris Johnson es el nuevo primer ministro del Reino Unido. Pero lo que aún no es un hecho es el divorcio con la Unión Europea. Por ahora, parte de lo que hemos visto incluye demagogia, populismo y hasta aseveraciones imprecisas y mentirosas sobre el «brexit» o, mejor dicho, sobre el novelón llamado «brexit».
Todo apuntaba a la victoria del exalcalde de Londres. Fueron en total 92.153 votos de Boris Johnson frente a 46.656 de Jeremy Hunt los que definieron el liderazgo del Partido Conservador. Esto, tras el desgaste provocado por el brexit a la exministra Theresa May, quien no tuvo otra opción que renunciar. Sin embargo, más allá de los acontecimientos ya ampliamente divulgados, hay un aspecto que no se puede pasar por alto y es la incidencia, intencional o no, del populismo en la actual realidad política del Reino Unido.
Por un lado, a Johnson se le describe como un político carismático, grandilocuente, excéntrico e imprevisible. Sus apariciones e intervenciones nunca pasan desapercibidas y aunque ha sido fuertemente criticado, entre otros, por afirmaciones homofóbicas y en contra de los musulmanes, su popularidad va en aumento. Ahora bien, paradójicamente, también hay que decir que, a diferencia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, Johnson ha propuesto una amnistía para inmigrantes ilegales, pero a su vez una reforma a la ley de inmigración para endurecer la normativa. Dos caras de una misma moneda.
Se puede prever, entonces, que así como ocurrió con la voluntad mayoritaria del pueblo británico de salir de la Unión Europea y, por ende, su posterior campaña pro brexit, el nuevo primer ministro intentará transformar demandas en decisiones políticas. Una característica propia del populismo. Desde esta perspectiva, ese populismo se puede entender como un intento de articular pretensiones de distintos sectores para modificar el orden establecido y ganar un poco de todos. De ahí, la demagogia a la que apeló para su discurso antieuropeo y de exaltación a la grandeza británica.
En sus propias palabras:
Vamos a aprovechar todas las oportunidades que traerá un nuevo espíritu de poder. Y, una vez más, vamos a creer en nosotros mismos y en lo que podemos lograr (…). El Reino Unido es la unión política y económica más exitosa de la historia, somos una marca global.
A esto hay que sumarle la promesa que ha hecho Johnson de entregar el brexit el 31 de octubre, «pase lo que pase», aunque sin referirse a las consecuencias de una salida sin acuerdo. Lo cierto es que esta posibilidad resulta cada vez más probable debido a la insistencia del líder tory de renegociar con la Unión Europea solo si se elimina el backstop o salvaguarda irlandensa, ante lo cual Bruselas ha respondido con un no categórico. Lo anterior se explica desde el populismo como una vía para responder ante la crisis del momento tranquilizando a sus adeptos con elocuencia y seguridad ante los evidentes temores.
En este punto, los británicos que apostaron al sonado divorcio parecen creer más en las «cualidades extraordinarias» del líder conservador que en la realidad que se avecina. Si bien el populismo no se identifica realmente como una ideología propiamente dicha, se puede entender como una articulación discursiva y un experimento político, que se integra a través de un enemigo común. En este caso, en lo que finalmente se convirtió la Unión Europea para el Reino Unido. Los días están contados, la pregunta, esta vez, es para quién… ya lo veremos después del esperado 31.