Como psicóloga clínica con bastante experiencia en psicopatología me consideran una experta en diagnosticar los trastornos mentales. Una de mis labores más importantes, creo, es traducir la información científica y clínica para que sea accesible al público en general. Esto me lo tomo más en serio cuando se trata de Trump, quien fue electo ilegítimamente como presidente de los Estados Unidos.
¿En qué se diferencia el presidente Trump de los demás presidentes recientes de los Estados Unidos? En realidad, él no tenía experiencia para el cargo y mucho menos la valora o intenta aprender cómo desempeñarlo. No consulta opiniones, ni siquiera presta atención cuando alguien se las sugiere. En su lugar, manipula las emociones de la gente y cuanto más más oscuras — como el fanatismo, la codicia, el odio — mejor para él. En vez de liderar, se contenta solo con «resolver» y atizar el fuego en sus fanáticos. Despierta lo que ya existe, inconsciente o latente, en el corazón y en el descontento de la gente.
Si sus comentarios y su narrativa se acercan a la verdad es, en su esquema de las cosas, irrelevante. A este tipo de personalidad, ser veraz no es importante. Lo que le importa es el poder personal, el control y que sus seguidores lo admiren sin condiciones. Lo que le importa es exprimir lo máximo de aquellos a quienes él ve como sus oponentes o como sus chivos expiatorios. La preocupación es por el fin, no los medios.
El bravucón tiene la madurez emocional y la capacidad intelectual de un niño de seis años, uno que gana las elecciones poniendo apodos infantiles a sus oponentes y acosando a aquellos que se encuentran en su mismo nivel de inmadurez. Sus partidarios se identifican con lo que confunden con mano dura y están tan asustados o traumatizados que, como cualquier víctima de violencia doméstica, no pueden resistir la agresión y el abuso.
Solo Nancy Pelosi, quien, como madre y como abuela, ha demostrado conocer y entender las rabietas de un niño pequeño, sabe enfrentársele. Ella sabe que en este cuerpo adulto se esconde un niño malcriado. La congresista nos ha advertido de la falta de control de los impulsos emocionales de Trump y cómo esta inmadurez es grave y peligrosa.
Sabemos que como candidato mostró claramente su inmadurez emocional y su beligerancia. Demostró su falta de intelecto y de conocimiento. No es un hombre educado y no parece entender las complejidades de los asuntos políticos nacionales o internacionales. Él «dispara sin apuntar», pero dispara.
Este hombre es un abusador doméstico en el sentido más amplio de la palabra, ya que diariamente traumatiza a las mujeres, pone a los niños en jaulas y ataca a las personas de color y a los ciudadanos LGBT. No respeta a nadie y es deshonesto, racista e inculto.
No hay duda de que él es un terrorista y que la mayoría de los ciudadanos de esta vieja democracia están sufriendo de una ansiedad severa, que esperamos que, algún día, pueda convertirse en pos (como en el síndrome de estrés postraumático). Por ahora, lo consideraría como un terror traumático crónico (estrés es una palabra muy pequeña para describir este temor) que está afectando a la nación, si no al planeta entero, tan rápidamente como cualquier virus letal.
En la medida que aprendemos más sobre él por medio de sus propias palabras y de las de sus colegas y, por sus acciones y ataques contra aquellos que no están de acuerdo con él políticamente, se vuelve más fácil ver que, sin duda, sufre de más de un solo trastorno psicológico. Es evidente que cualquier capacidad intelectual que pudo tener en su juventud se está deteriorando rápidamente. Esto parece ser una consecuencia de algún tipo de problema orgánico, como la demencia o el abuso de drogas, que solo puede diagnosticarse mediante exámenes médicos y psicológicos apropiados y personales.
Los síntomas clínicos a menudo se superponen, de modo que el diagnóstico se realiza mediante la eliminación de los posibles problemas. En primer lugar, se requiere que el especialista evalúe el peligro que Trump representa para sí mismo o para los demás y también su incapacidad para cuidarse a sí mismo. Como él tiene un verdadero ejército de cuidadores y de facilitadores, este último aspecto es discutible. Sin embargo, es obvio que él es un serio peligro para sí mismo y para todos nosotros. No solo para los norteamericanos sino para todos los ciudadanos de este planeta. Su cólera y sus rabietas fuera de control, su deterioro cognitivo y su falta de preocupación por los demás, es un cerillo para la pólvora.
Debido a que el Sr. Trump ha durado más tiempo de lo esperado, es evidente que se vuelve más beligerante, agresivo y más peligroso. Dado que aquellos que aún respetan la ley lo obligan sistemáticamente y legalmente a arrinconarse, no se sabe cómo se protegerá a sí mismo, pero sabemos que no lo hará con buen tino.
Debemos preocuparnos por la moralidad y la ética. Esta última él la mancilla todos los días, de la misma manera que lo hacen sus principales habilitadores. Ellos no le dan importancia a que él actúe sin ninguna de las dos y lo que les importa es adular a su héroe. El senador McConnell y el fiscal general Barr están en el lado equivocado de la ley. No es que los juzgue incapaces de comprender y tomar decisiones éticas, sino que, más profundamente, los considero malvados y corruptos, puesto que se entregan a sus propios impulsos más básicos para proteger y habilitar al Terrorista Número Uno en el mundo.
Lo que puede ser la parte más angustiante de toda esta presidencia es que tiene tantos seguidores. A ellos no les importa la presencia de estas distorsiones mentales en su líder. Se preocupan por tener un héroe y lo convierten en uno: expresan sus impulsos más básicos con impunidad. Su meta es colonizar y subyugar a las mujeres, a las personas de color, a los gais y a los inmigrantes. La lista de perseguidos crece más cada día. No tienes que dividir a las personas si no estás interesado en conquistarlas. Tampoco provocas emociones violentas a menos que quieras incitar a la violencia: no tienes que cuestionar la libertad de expresión si no estás buscando reprimirla.
Es sumamente importante que este último punto sea entendido por la mayor cantidad de los ciudadanos posible. Trump juega con tus emociones; son juegos mortales que pueden llevar a un desastre inimaginable. Como ciudadana y como psicóloga con amplia experiencia en patologías, trato de hacer sonar la campana de alarma. Cumplo con mi obligación de advertirles y con mi sincero deseo de que alguien pueda ejercer el derecho de encerrar a este individuo en un lugar apropiado hasta que, y solo si, no sea un peligro para nadie.