La villa de San Mateo de Osorno fue fundada el 27 de marzo de 1558, por García Hurtado de Mendoza, entre los ríos Rahue y Cudileufu (40,34° de latitud Sur). Sus tribulaciones comienzan cuarenta años más tarde, cuando será arrasada por la gran rebelión mapuche de 1598. Fue refundada en 1793, con nuevo asentamiento humano, sobre la base de gallegos, extremeños y asturianos. Su denominación es una réplica ultramarina de un pueblo palentino (Palencia), ubicado entre Burgos y León, en la ibérica Península, como tantas añoranzas nominativas de los españoles.
A partir de 1852 la villa recibió el impulso económico de la mano de colonos alemanes y austrohúngaros, quienes le otorgarían una impronta de sesgo germánico que subsiste, con adiciones chilenas y de otras procedencias, hasta el día de hoy. Posteriormente, se incorporarían inmigrantes vascos, suizos, franceses, italianos y árabes, para conformar un variopinto mestizaje, aunque muchos osorninos insistirán en su estirpe aria sin contaminación indígena.
Fundamentalmente debido a su estructura socioeconómica, la ciudad de Osorno, con su actual población de 170.000 habitantes, es, por tradición y doctrina, un enclave de la derecha política y financiera. Apoyaron con entusiasmo el golpe militar-reaccionario, creando, entre los años 70 y 73 del pasado siglo, grupos paramilitares encargados de atacar a los marxistas locales, declarando, sin ambages: «Osorno, zona limpia de comunismo». Quizá por ello, la contaminación del agua potable que padecen los osorninos, producida hace una semana por la administradora Essal, empresa sanitaria que goza de beneficios y jugosas prebendas (como todas las de su género en Chile), luego de un «misterioso» derrame de petróleo en la red del suministro, resulta más penosa y contradictoria para la gran mayoría de la población que confió en el actual Gobierno del acaudalado empresario Sebastián Piñera.
No obstante los continuos comunicados gubernamentales, indicando fechas de término del grave incidente, se completan ya ocho días sin suministro regular del «vital elemento» –como suelen decir los periodistas-. Sesenta horas después del primer corte de agua, el líquido comenzó a fluir, con un color azulado y una evidente impureza que impidió beberla a los desconfiados ciudadanos de Osorno.
Los vecinos, en democrática unidad de ricos, acomodados, pobres de clase media, «fachos» trepadores e indigentes de misericordia, han llevado a cabo continuas protestas, estrellándose su clamor contra el muro gubernamental de endémica sordera. Y es que la derecha, ante repetidas demostraciones de clamor social, opta por la maquiavélica política del desgaste, de agotar a los demandantes, de cansar al ciudadano hasta debilitar su movimiento, sin procurar ninguna solución que pueda acercarse a lo satisfactorio.
El inefable senador Iván Moreira, «pinochetista y piñerista», como suele declararse de cuando en vez, con el orgullo de un can que exhibe su pedigree, ha levantado la voz en contra de la empresa sanitaria Essal, pidiendo la cabeza de su director supremo, actitud que no deja de sorprender, por cuanto ha sido, es y será la derecha económica recalcitrante a la que él sirve, defensora de los expoliadores del neoliberalismo –léase «capitalismo salvaje»- el poder, fáctico a veces, explícito otras, que ha entregado a los millones de usuarios y/o consumidores que somos al arbitrio de las multinacionales, dueñas omnímodas y absolutas en Chile de los servicios básicos: agua, luz, gas, telecomunicaciones, caminos (peajes incluidos), etcétera.
Ante cualquier emergencia, los paliativos son escasos, tardíos e ineficaces para los usuarios. Las sanciones que llegan a aplicarse en contra de las grandes compañías resultan irrisorias, en comparación a los cobros abusivos y desproporcionados que incrementan las jugosas ganancias de estos explotadores sin rostro.
Al tozudo, colérico y zafio senador Moreira podría respondérsele con un dicho grosero, pero asaz elocuente: «No hay puta de balde». Y es que a estos mismos profesionales de la política y las finanzas, prevaricadores a costa del lobby y el tráfico de influencias, no se les puede exigir –ni siquiera pedir- que actúen en contra de sus propios intereses; recordad al precandidato presidencial, Pablo Longueira, redactor a mano alzada de la Ley de Pesca que arruinó a miles de pescadores artesanales, hoy procesado por la justicia.
Así ha ocurrido con otras leyes económicas, en la gran minería y los servicios básicos, en las concesiones de explotación de bosques y otras fuentes de riqueza. Y sucederá una y otra vez, mientras estemos aherrojados por este sistema del embudo piramidal. Lo demás es cuento, publicidad y oferta demagógica.
Hoy llueve copiosamente en Osorno, pero de los grifos no mana agua potable. Piñera y los suyos continúan viajando, firmando «acuerdos de comercio» en Asia y Europa, como si descubrieran hoy los caminos trazados por Marco Polo, persiguiendo, cual dementes, alcanzar los índices de productividad a su medida, para cimentar, en la falaz estadística de uso propagandístico, sus engaños ideológicos; para ocultar su filosofía de implacables depredadores que les lleva a regatear Chile en el exterior, como si fuera el almacén de un zoco marroquí.
Entretanto, las grandes cuestiones del país quedan sin respuesta ni resolución: la huelga del magisterio, la violencia policial en el Walmapu, las pensiones miserables de los jubilados pobres, la situación paupérrima de la salud pública, cuya cartera dirige, impertérrito, un impúdico mercader de la salubridad…
Ante la magnitud y alcance de estos problemas puede que algunos –sobre todo en el ejecutivo palaciego- no le otorguen mayor trascendencia a la falta de agua en Osorno. Total, su población es menor a la de cualquier comuna metropolitana, aunque sus empresarios, políticos y paniaguados podrían transformarse en una dolorosa piedra en el zapato derecho de Sebastián Piñera Echeñique, a quien votaron, con entusiasmo de cruzados, por «mejores tiempos».
Y no faltará entre su cohorte mercenaria quien recomiende a los osorninos la compra de agua mineral en los supermercados, donde la hay en abundancia (no como en Venezuela), claro…
…Yo tuve un tío lejano que se lavaba los dientes con vino blanco. A lo mejor el aromático mosto sirve también para bañarse y, sin duda, para cocinar, sobre todo el lomo, el filete y los peces lacustres... ¡A sonreír, pues, ciudadanos, y a esperar húmedos tiempos propicios!