«Solo los muertos han visto el final de la guerra».

Platón

El nuevo cine guatemalteco atraviesa un momento particular. Sus realizadores empiezan a cobrar notoriedad dentro y fuera del país. César Díaz, director de la película Nuestras Madres, acaba de llevarse la prestigiosa ‘Cámara de oro’ en la última edición del festival de cine de Cannes. Al mismo tiempo, Kenneth Müller, que con 33 años, ha producido, dirigido y distribuido sus dos primeras películas de la mano de Netflix, cuyo premio ganó con su ópera prima 12 segundos, acaba de estrenar una nueva película.

Llama la atención que ambas cintas plantean dos caras del mismo problema: la guerra civil guatemalteca, que duró treinta y seis años y ha sido una de las más brutales y sangrientas del continente. Nuestras madres intenta reflejar el dolor y la lucha desde la perspectiva de los guerrilleros. Nebaj, por otro lado, desmitifica la figura del guerrillero como héroe y rescata la humanidad de los militares que participaron en la guerra. Sin embargo, ambas películas tienen en común que plantean la posibilidad de cerrar heridas a través del diálogo en el cine. ¿Será posible que las películas de Müller y Díaz consigan que el espectador haga el saludable ejercicio (aunque sea por dos horas) de ponerse en los zapatos del otro?

La nueva película de Müller nos habla del levantamiento y la fuga de un grupo de indígenas ixil que sobrevivió la ocupación y masacre de sus tierras a manos de las FAR en los años ochenta, guiados por uno de los líderes comunitarios: Tomás Guzaro, interpretado en la película con mucha solidez por Fernando Cuautle.

El nivel de violencia de la guerrilla contra los indígenas en la película es indescriptible. Violencia a través de las armas pero también psicológica y moral.

Estoy seguro de que la nueva película de Kenneth Müller no dejará indiferente a nadie. Ya antes de estrenarse el filme hubo polémica en redes. Hablar abiertamente de la humanidad de los militares en un país donde otros hablan de genocidio es una tarea temeraria. Como lo es también poner en entredicho el documental narrado por Rigoberta Menchú y dirigido por Pamela Yates: Cuando tiemblan las montañas, que defiende la idea de que únicamente el ejército guatemalteco fue responsable del genocidio indígena.

Nebaj me parece una película necesaria y valiente. Necesaria, porque es importante intentar mirarnos en el espejo del otro: ese otro que soy yo mismo. Y valiente, porque no es fácil hacer un viaje al pasado, sobre todo si este es doloroso para contar una historia. Y Müller lo ha conseguido. Vayan a verla.

¿Cómo te enteraste sobre la historia de Tomás Guzaro?

Me hablaron de la historia de un pastor indígena ixil. Me pareció interesante y encontré su libro Escapando del fuego. Luego fui a Nebaj a conocerlo personalmente. Fueron más de 10 viajes a Nebaj para hacer la investigación, conocer bien el entorno. Además que me adentre más en sus anécdotas que en el libro.

¿El guion es una adaptación del libro? ¿Hasta qué punto intervino Tomás en el guion?

Era muy gráfico para contarme lo que vivió. Intervino respecto a su experiencia. Nos sumergimos a investigar y grabar testimonios de sobrevivientes, guerrilleros militares aldeanos.

El discurso religioso está muy presente en la película: ¿a qué responde esto?

Tomás es un pastor y confiesa que Dios le indicó el camino para salir de allí. Tal cual un éxodo. Como el de Moisés. Pero también quiero tocar el lado humano del personaje: Se emborracha, por ejemplo. Tomás me comentaba que su papá era una especie de sacerdote maya. Una mezcla entre catolicismo y cultura maya. Entonces siempre existió la espiritualidad como pilar en su vida. Más que en el libro tratamos de crear una versión de experiencias.

De un tiempo para acá creo más en eso que en el fondo es el explorar a los personajes Aunque es algo atípico todo esto para mí. Me ha costado entender el filme. Hasta la fecha no sé a dónde migrará socialmente.Es un hijo raro que no entiendo. Pero finalmente es mi hijo. El menos personal de los tres o quizás el que más se parece. No lo sé.

Nebaj no solo plantea una nueva lectura de la guerra vivil guatemalteca sino que contradice lo que expone (por ejemplo) una directora como Pamela Yates en sus documentales. Especialmente en Cuando tiemblen las montañas. ¿Estás familiarizado con el cine de Yates? ¿Qué opinas sobre su cine?

Ella vio una perspectiva y no quiso ver nunca la otra realidad. Su trabajo es bueno técnicamente hablando. Pero el diálogo comienza cuando tienes ambas miradas. Me entristece que el mundo nos haya acribillado como sociedad por esos documentales. A partir de ella inicia un gran mito: Rigoberta Menchú.

Guatemala está pasando por un buen momento en cuanto a lo cinematográfico con César Díaz ganando Cannes con Nuestras madres y contigo ganando el premio Netflix. ¿Viste la película? ¿Qué te pareció?

Vi pedazos sería absurdo de mi parte hablar más de algo que no he visto. Me parece fantástico para nuestra cinematografía. Me parece una mirada más de este diálogo que es tan necesario. Tengo entendido que César es hijo de desaparecidos. Yo, al contrario, soy hijo de un militar. Sin embargo, siempre la mirada del otro lado no es tan victimizada y es satanizada. De cierta forma discriminada. Creo que la temática es atractiva para este nuevo mundo globalizado. No sé qué tanto vaya a ser la mía en ese entorno, pensando que la mayoría de cineastas tienen posturas más de izquierda. O el arte en general. Sin embargo, el arte es eso: Mostrar nuevas caras que nos permitan chocar contra la pared y reflexionar.

¿Dirías que hay una necesidad de diálogo político en Guatemala que se está manifestando a través del cine? ¿Es lo que esperas generar con Nebaj?

Llegar a entendernos. Al vernos como un espejo, pero como sociedad. Genera muchas pasiones. Prefiero ese diálogo intelectual. Sin embargo, es agotador. Sobre todo cuando los más radicales carecen de argumentos y te llaman «fascista» o «genocida» sin ver el filme ni conocerte. A las tres frases el tema se convierte en insultos y palabras perdidas en abismos. Si eres hijo de guerrillero eres hijo de un héroe, aunque el tipo haya sido un asesino terrorista. Pero cuando eres hijo de un militar la historia plantea adjetivos distintos.

El Ejército en mi país cuando se firmó la paz se fue a su casa a descansar con sus familias. La guerrilla al contrario. Tomó el control cultural, social y comenzó una lucha por el poder incansable. Para decirte que la que va en primer lugar de las encuestas Sandra Torres pertenecía a la guerrilla y posee denuncias de secuestros, etc. Hay que ver nuestro pasado para entender lo que nos pasa. Nebaj es eso. Hay un ataque de la izquierda fuerte a la Iglesia. A los que pensamos diferente.

No me considero un hombre de mente cerrada. Al contrario me ha tocado viajar por casi todo el mundo por mi oficio. Al final somos más similares de lo que pensamos. Sin embargo, lo más curioso es que si alguien es víctima de la guerrilla la justificación era que fue un accidente o era necesario para el movimiento. Si es del otro lado es un acto genocida.

Por definición es más genocida perseguir a alguien porque cree en un Dios determinado Y querer matarlo y desaparecerlo porque no funciona para tu revolución. Nadie propuso una revolución de libros. Son revoluciones con armas que disparan y exterminan seres humanos. Las potencias se pelean por poder y nosotros los pequeños ponemos los muertos.

¿Es Nebaj una invitación al diálogo cona los que tienen otra mirada de la historia?

No invito a nadie porque no busco gustar o caer bien. Es darle voz a los que no tienen voz Porque si hablan se les vienen encima. No es que no se me vengan encima.

Pero esta mirada no es solo la mirada de Tomás. Es la mirada de muchos guatemaltecos.

Mi nana en un momento se acercó a llevarme un té mientras editaba. Era la escena de los camiones cuando la guerrilla baja a la gente. Ella no tenía idea de que trataba mi filme. Me di la vuelta y ella estaba en medio de lágrimas. Le pregunté si algo malo había pasado. Me dijo: Así mataron a mi hermano. Lo acribilló la guerrilla Lo despedazaron.

El filme no es la historia de mi nana pero al mismo tiempo sí.

¿Hay de alguna manera una postura de reivindicación del papel del Ejército, en la película?

No es una reivindicación. Es mostrar que también son humanos. Tenían hijos, familia. Les pagaban una miseria y así iban y arriesgaban su vida por defender una institucionalidad.

Pero descalificar es otro síndrome de manipulación. Para que cuando veas al humano veas un monstruo. Todos son humanos. Incluso ellos: Los pobres, los ricos. Como dice Alfonso Cuarón: «Nacimos, luego nos dieron un pasaporte».

Hablemos de los actores y actrices del filme. Una de las sorpresas es Fernando Cuautle. ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con él?

A él solo hay que documentarlo. Es espectacular. Lo vi en la Ciudad de México junto a muchos otros. Estaba también en un hotel en Santiago de Chile. En persona no me movió, es más, no lo recordé. Pero siempre tomo fotos. Llegue a mi hotel en Santiago. Lo vi y pedí un demo. Sabía que había hecho una serie de Netflix Tijuana. Me mandaron el corto y me decidí en el momento.

Solo necesita la cámara enfrente y el personaje registra. Su mirada es un viaje. El personaje era un viaje y por eso es tan sensible. En esta película me dediqué a registrar, no hice mucho, la verdad. Nuestro mayor acierto quizás fue el casting.

¿Cómo fue trabajar con la actriz mexicana Ana Serradilla?

Ana es mi sueño de actriz desde hace trece años. Ha sido una amiga extraña a la distancia. Una mirada cautivadora. Pero en sí un ser humano más maduro del que conocí hace trece años. Un ser humano del que aprendes. Le gusta dirigir. Pero finalmente se dejó dirigir. Para mí es la mejor actriz de México.

¿Por qué te hizo dudar Nebaj sobre tu talento como director?

Porque fui muy frío. Fui el observador oculto de Michael Haneke. Que, de hecho, lo odié. Fui un observador. La película me habló. No yo a ella.

De hecho, ¿viste la luz del sol? Cuando él se adentra. La idea es que ese día iba a filmar la visión de él con Dios. Cité a mi equipo a las 4 de la mañana. Siempre llego temprano al set, esta vez llegué tarde. El crew se puso a filmar. En lo que yo llegaba, el sol no salió. Y me enseñaron el material. Y no me gustó en lo absoluto. Después salió ese sol que viste. Mi señal de que no era mi película. El sol fue Dios en ese filme. ¿Cultura Maya? ¿Azteca? ¿Catolicismo? La luz fue mi señal de que había que hacerla.

Si cada película es una escuela, ¿qué te ha enseñado Nebaj?

Me generó preguntas. Si debía dedicarme a esto o abandonarlo. ¿Este es el tipo de cine que debo hacer? ¿O cuál es mi propósito? Sin embargo, el filme apenas ve la luz.

Supongo que la enseñanza más grande está por venir. Cuando todos se pararon a aplaudirle a Tomás durante el estreno de la película, entendí que este filme no trataba de mí, sino de él. Eso es un aprendizaje enorme.