Esta exposición se propone recuperar la obra de un pintor catalán que en vida cosechó un gran éxito, pero que el inexorable paso del tiempo, y con él las diferentes generaciones historiográficas, dejaron en el olvido.
La muestra será un recorrido por la obra de Antoni Fabrés i Costa, escultor y pintor, que con veintiún años y siendo alumno de la Escola Llotja de Barcelona, ganó una pensión para ir a Roma, la ciudad que entonces era el destino natural para los artistas que destacaban. Al llegarallí, un año después de la muerte de Mariano Fortuny, Fabrés se dedico al dibujo, a la pintura y a la acuarela, tres técnicas que dominó como nadie en su época.
La historiografía situó la obra de Fabrés como continuadora de la de Fortuny en cuanto a su temática, la orientalista. Pero Fabrés no puede inscribirse en ningún movimiento especifico y, si bien pintó temas orientalistas comunes a muchos artistas de las décadas ochenta y noventa del siglo XIX, o temas de mosqueteros o espadachines, muchas de sus obras también se pueden encuadrar dentro del realismo y el naturalismo, que hay que entender como una mirada ácida y crítica hacia la sociedad. El naturalismo y la denuncia de las diferencias sociales tuvieron en Fabrés un defensor acérrimo. Fue un gran retratista que buscaba, principalmente, la mirada del retratado como elemento principal. Así mismo, su preocupación por la luz lo llevó a investigar su incidencia en los colores, tanto de interiores como de paisajes, consiguiendo incluso en algunos cuadros aspectos más bien hiperrealistas.
En 1926 el propio artista hizo una gran donación de su obra a la Junta de Museos de Cataluña. Actualmente se conserva en el Museu Nacional y en la antigua Casa del Comú, en Les Corts (Barcelona).