El historiador Yuval Noha Harari en su tercer libro 21 lecciones para el siglo XXI, en su Primera Parte, El Desafío Tecnológico, Capítulo 1, Decepción, página 35, señala:
«De la misma manera que los cambios generados por la revolución industrial dieron origen a las nuevas ideologías del siglo XX, es probable que las revoluciones venideras en biotecnología y tecnología de la información requieran perspectivas nuevas. Por tanto, las próximas décadas podrían estar caracterizadas por grandes búsquedas espirituales y por la formulación de nuevos modelos sociales y políticos».
Y Harari termina ese capítulo señalando:
«Quizás la revolución tecnológica eche pronto del mercado de trabajo a miles de millones de humanos y cree una nueva y enorme clase inútil, que lleve a revueltas sociales y políticas que ninguna ideología existente sabrá cómo manejar. Todos los debates sobre tecnología e ideología pueden parecer muy abstractos y lejanos, pero la perspectiva muy real de desempleo masivo (o del desempleo personal) no deja indiferente a nadie».
Los temas que toca Harari no son ficción: son una realidad con cambios que se avecinan. Es por ello que me he aventurado y lo sigo haciendo al destacar la necesidad de una gobernanza planetaria, que tenga como norte el Bien Común y que necesariamente apunte a superar el paradigma actual de los opuestos a fin de desarrollar de manera consensuada y participativa un mundo diferente: un mundo en el que la humanidad aproveche los cambios tecnológicos en beneficio de todos sus habitantes. Donde la amenaza de revueltas sociales y políticas que señala Harari se trasforme en la oportunidad de revitalizar el sentido de vida de cada uno y en generar sociedades armónicas, confiables y equilibradas.
Se trata de cambiar el leitmotiv por la que se vive en familia y en sociedad, donde el paradigma de los opuestos sea reemplazado por un nuevo paradigma en que desaparezca perdiendo todo sentido, el hedonismo egoísta, el consumismo enloquecido, la búsqueda de manipulación a través de la ambición y acumulación de poder y todas las diversas manifestaciones enfermizas que corresponden a la alienación mental y vital en que aún estamos enfrascados.
Invito a leer los otros tres artículos que se refieren a esta temática de la gobernanza planetaria.
Algunos aspectos generados por el actual paradigma que he señalado en esos anteriores artículos publicados en WSI, a modo recordativo y didáctico que nos convienen tener presente:
Que los llamados «intereses» de los grupos económicos, de los poderes fácticos y de sus corporaciones en cuanto a acumulación de poder, no son siquiera sus reales intereses, dado que racionalmente no podrían asegurar que finalmente dicha acumulación de poder sin medida no vaya a terminar en un desastre de cualquier tipo, sea social o natural o ambos lo que sin duda a nadie en sus cabales le puede convenir.
Que los ideólogos rígidos de los diferentes signos y de diversos tipos, que llaman al conflicto a través de eslóganes partidistas, que en lugar de buscar y/o proponer posibles soluciones atizan los odios, forman parte y alimentan sin lugar a dudas el paradigma actual de los opuestos.
Que las diversas creencias de los diversos credos y/o religiones no son «verdades» para todos los seres humanos sino sólo para quienes pertenecen a dichos credos, las que no se deben imponer a otros como verdades absolutas por simple respeto a la diversidad y libertad humana.
Que sostener que determinado credo posee la verdad, suele ser semilla para que surjan fundamentalismos y de allí organizaciones terroristas que dicho credo no controla; que sólo mientras se reconozca que nadie es dueño de la verdad alimentaremos el respeto mutuo y una espiritualidad que podrá ayudar a generar un mundo mejor impulsando a la gente a ser mejores personas.
Que al reconocer que lo fundamental es el derecho que cada ser humano tiene a darle un sentido a su vida, respetando la vida de los demás en sus diversas manifestaciones, ayudaremos a que vaya surgiendo un nuevo paradigma donde nadie tratará de imponer sus credos, doctrinas, creencias o ideologías al resto de los seres humanos. Respeto y confianza mutua serán parte de ese nuevo paradigma.
Por otra parte reflexionemos tratando de abrir nuestra mente.
Posiblemente una gobernanza planetaria requiera de equipos estables para gobernar, con reemplazos adecuadamente previstos mediante la formación, selección y capacitación de personas de diferentes profesiones con principios y valores que apunten al Bien Común detentando sólidas bases y fundamentos éticos.
Posiblemente una gobernanza planetaria deba tener las bases fundamentales de la democracia, en cuanto a respeto a la diversidad, participación ciudadana con una cultura planetaria que anhele el Bien Común. Posiblemente podríamos llegar a generar una gobernanza planetaria que funcione de manera participativa con sistemas sucesivos de agrupaciones ciudadanas donde prevalezca el diálogo, los consensos y el respeto a la diversidad.
Posiblemente tengamos que desarrollar sistemáticamente la consciencia de que para participar en un sistema de gobernanza mundial, partiendo desde las agrupaciones en los barrios de las ciudades, de sus representantes por zonas y macro zonas, sea necesario capacitarse, informarse, conocer, ampliar la mente, trabajar interiormente con un sentido real de compromiso y de amor. Que en último término se trata de un proceso de trabajo interior ciudadano para la expansión de la consciencia.
Los temas que referí anteriormente señalados por Harari, los diversos aspectos que genera el actual paradigma y las reflexiones acerca de algunas posibilidades que podemos prever, encierran la necesidad de formar de manera paulatina y sostenida una escuela planetaria formativa de consciencia que nos aleje del paradigma mental actual a fin de ir generando un nuevo paradigma que la humanidad ya requiere. No tengo duda que ese tipo de trabajo interior efectuado con el compromiso requerido, generará en cada uno importantes cambios en sus concepciones espirituales, en su relación con lo trascendente, con el Misterio de lo que desconocemos y en su manera de ver el mundo y la vida, favoreciendo la inclusión y la apertura mental de aceptación de la diversidad.
Todo ello conducirá a legitimar al otro/a en sus diversas características debilitando la mentalidad prejuiciosa y generalizadora. Evitando los estereotipos en la relación.
Para que dicha escuela sea formativa se requiere un compromiso de trabajo interior de cada ciudadano y grupos organizados que trabajen tanto en equipo como individualmente respecto de si mismos, generando cambio y conciencia. La actitud voluntaria de renunciar a los prejuicios adquiridos y a los esquemas mentales cerrados será fundamental en este trabajo.
Esta sería una «Escuela Planetaria» que respetando las culturas y características de las zonas, regiones o macro zonas del mundo en una labor creativa y descentralizada, generaría una apertura mental para la concreción de una organización adecuada y dinámica para la gobernanza.
La organización de esta «Escuela Formativa de Conciencia» es algo que sin duda habrá que pensar adecuadamente. Prefiero no entrar en mayores elucubraciones. Las experiencias que puedan tener algunos «caminos de desenvolvimiento» pueden ser sin duda un gran aporte. Imagino una organización muy dinámica, flexible, adecuada a las diversas culturas y con experiencias de vida que generen bases para ir modificando el actual paradigma y formando el que el planeta ya requiere.
Actualmente existe en casi todas partes una mala percepción pública de las instituciones de cada país. Si bien sabemos que no hay régimen conocido que sea mejor que la democracia, por sus valores de respeto a los derechos humanos y al cumplimiento de responsabilidades, también hay certeza de que no está funcionando adecuadamente.
El sistema representativo, desde su génesis está en entredicho. Las diversas Instituciones de cada sociedad también lo están. Y la ciudadanía no encuentra formas de participación lo que suele traducirse en frustración y fuertes niveles de abstención electoral. En sufragios, a la luz de los candidatos que se eligen, suele predominar más la emoción, la tincada , la reacción en lugar de la razón y la intuición. Ya no se vota por convicción.
Lo que denominamos democracia actualmente es un régimen que está inserto y funcionando dentro del paradigma de los opuestos al cual nos hemos referido. Es aparentemente representativa dado que se elige sufragando entre los candidatos que postulan a diversos cargos, nominados a su vez por parte de partidos políticos. El resultado práctico es que la manera de funcionar de las democracias terminan no representando a los ciudadanos dado que están lejos de ser participativas; la ciudadanía que sufraga en su mayor parte no tiene vinculación directa ni indirecta con los candidatos por los cuales vota. Más aun, en una época de gran innovación científica y tecnológica y de enormes contradicciones sociales, el nivel de preparación y/o de exigencias para ser candidatos a cargos de representación pública es casi básico y a todas luces insuficiente.
El divorcio entre la denominada clase política respecto de la ciencia y la tecnología, al igual que la de los ciudadanos en general respecto de las mismas, es abismante. Además suele existir un bajísimo nivel de conciencia en medio de un paradigma alienante, con mucho relativismo ético lo que suele traducirse en actos de corrupción y de delitos que salen a la luz mal o bien a través de los medios de comunicación masivos, generándose una sensación de frustración y malestar social preocupante y una falta de credibilidad en la Institucionalidad existente.
Pero esta situación la podemos transformar en un desafío.
Recapitulando hemos señalado:
La necesidad de que se organice a nivel planetario una «Escuela Formativa de Conciencia» sobre la base de un compromiso de trabajo interior de cada ciudadano y con grupos organizados que trabajen tanto en equipo como individualmente respecto de si mismos, para generar un cambio de conciencia, y
La posibilidad de que una gobernanza planetaria requiera de equipos estables para gobernar, con reemplazos adecuadamente previstos a través de la formación, selección y capacitación de personas con diferentes profesiones, fuertes convicciones éticas y con reemplazos adecuadamente previstos.
Quienes formen parte en los diversos lugares de los equipos de trabajo para la Gobernanza planetaria tendrían que destacar en la Escuela mencionada en el punto a) como un esfuerzo permanente de un trabajo interior voluntario y libre.
A su vez, quienes sean nominados desde los grupos participativos de los barrios para hacer llegar las inquietudes para la gobernanza zonal, macro zonal y planetaria, en base a sistemas adecuados comunicacionales, podrán encarnar una nueva forma de democracia participativa.
Es previa la paulatina formación de la Escuela de Trabajo interior individual y en equipo. Ya se tendrán que ir formando sistemas de participación democrática que generen los vínculos de los ciudadanos con el sistema de gobernanza planetaria. Primero necesitamos modificar nuestro estado de consciencia a fin de generar un nuevo paradigma que nos oriente.
Mientras antes se comience, mejor. El proceso de cambio interior se ha de dar como un «proceso en sí mismo», sin esperar el fruto de ese trabajo. No se trabaja para lograr nada específico; no se trabaja a fin de formar parte de equipos de gobernanza aun cuando para formar esos equipos haya requisitos de tipo ético, valores, principios y conocimientos determinados que en su oportunidad habría que evaluar.
El trabajo interior apunta a desear ser una mejor persona, equilibrada, consciente, a desenvolver el Amor que si bien es parte natural del ser humano requiere que se manifieste en la relación consigo mismo y con los demás.
Si bien lo que he estado desarrollando aparece como una necesidad imperiosa y casi evidente no estoy en condiciones de referirme a «tiempos» ni a las formas de concreción de lo que se menciona. Se trata de entregar elementos de reflexión, una manera de generar consciencia, de pensar en temas de importancia que nos trascienden en lo meramente personal. Una apertura a sintonizar en la inclusión amorosa del otro/a en la diversidad y en la comprensión. Una manera de conquistar la paz interior que es el único modo de conquistar la paz planetaria.