Muy probablemente como parte de su campaña Make America Great Again, en español: «¡Hacer Grande América (Estados Unidos) Otra Vez!», el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, inició un conflicto comercial contra la República Popular China en marzo de 2018.
En ese momento anunció su intención de imponer aranceles por 50.000 millones de dólares a los productos chinos bajo el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974. Y así lo hizo aduciendo un historial no comprobado de «prácticas desleales de comercio» y un supuesto robo de propiedad intelectual por parte del Gobierno de la República Popular China.
En represalia, el Gobierno de China respondió al Gobierno de los Estados Unidos con la misma moneda he impuso en su contra aranceles a más de 128 productos estadounidenses, incluyendo la soja, uno de los principales productos de exportación de Estados Unidos hacia China.
Pero la cosa no terminó ahí: el 19 de mayo de 2019 la gigantesca empresa Google, que quizás muchos no saben es la principal subsidiaria de la multinacional estadounidense Alphabet Inc., cuya especialización son los productos y servicios relacionados con Internet, software y dispositivos electrónicos, además de ser el principal motor de búsqueda de contenido en Internet, siguiendo órdenes de la administración de EEUU (O sea, de Donald Trump), anunció que dejaría de proporcionar actualizaciones de su sistema operativo (Android), a los propietarios de teléfonos móviles de la marca Huawei, lo que significa que las nuevas unidades no podrán utilizar las aplicaciones básicas para funcionar como: Gmail, Play Store, Google Maps y demás.
Irónicamente, para darse cuenta de la magnitud, la relevancia y la importancia de este conflicto — ya no solo a nivel de China y los Estados Unidos, sino a nivel mundial —, basta buscar en Google tecleando los términos de de guerra comercial entre China y Estados Unidos y darse cuenta de la cantidad de resultados.
Pero más allá del conflicto comercial entre las dos superpotencias, debemos preguntarnos, efectivamente: ¿se trata de una guerra comercial? ¿O más bien se trata de una guerra política?
Eso por cuanto, más que la adopción de tarifas o barreras comerciales entra ambas superpotencias, lo que parece haber detrás de todo esto es una guerra entre el nacionalismo económico de los Estado Unidos y el nacionalismo económico de China. En donde ambas superpotencias buscan beneficios económicos relativos a un libre comercio, ‘sin restricciones’ para su propia nación o república. Pero con todas las del caso para la otra; es decir, para el contrario.
En otras palabras, movidos por la política de Laissez Faire, Laissez Passer (expresión francesa que significa «dejen hacer, dejen pasar»)... ¡pero sólo para su propia economía!
Peor aún, en ambos casos y por ambas partes, incluyendo doctrinas políticas económicas e ideológicas como el proteccionismo (política económica que se caracteriza por restringir las importaciones de otros países a través de métodos tales como aranceles sobre los bienes importados, cuotas de importación y una variedad de otras regulaciones gubernamentales, encareciendo así dichos bienes de modo que no sea rentable), y el mercantilismo (ideología política y económica que se caracterizó por una fuerte intervención del Estado en la economía, coincidente con el desarrollo del absolutismo monárquico) como modelos de sustitución de importaciones; en otras palabras, como modelos de Industrialización por sustitución de importaciones.
Y en el caso específico del ‘ataque a Huawei’ por parte de la Administración de Estados Unidos, de capitalismo corporativo, instigado desde el gobierno por el propio Donald Trump.
En definitiva, simple y puro intervencionismo (acción de la administración pública encaminada a regular la actividad de otro ámbito público o privado, fijando normas o realizando actividades en sustitución de aquel).