Según el escritor, narrador y ensayista hondureño-guatemalteco Augusto «Tito» Monterroso (1921-2003), solo hay tres temas de los cuales escribir: el amor, la muerte y las moscas. De su libro Movimiento Perpetuo, aparecido en 1972, leemos:
«Yo me ocupo de las moscas, que son mejores que los hombres, pero no que las mujeres. Hace años tuve la idea de reunir una antología universal de la mosca. La sigo teniendo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que era una empresa prácticamente infinita. La mosca invade todas las literaturas y, claro, donde uno pone el ojo encuentra la mosca. No hay verdadero escritor que en su oportunidad no le haya dedicado un poema, una página, un párrafo, una línea; y si eres escritor y no lo has hecho te aconsejo que sigas mi ejemplo y corras a hacerlo; las moscas son Euménides, Erinias; son castigadoras. Son las vengadoras de no sabemos qué; pero tú sabes que alguna vez te han perseguido y, en cuanto lo sabes, que te perseguirán para siempre. Ellas vigilan. Son las vicarias de alguien innombrable, buenísimo o maligno. Te exigen. Te siguen. Te observan. Cuando finalmente mueras es probable, y triste, que baste una mosca para llevar quién puede decir a dónde tu pobre alma distraída».
Creo coincidir un poco con Monterroso. Sin duda, más de una vez he escrito sobre moscas... y no soy el único. Pero es que las moscas son insectos que nos acompañan con demasiada frecuencia. No les ha pasado que alguna vez, luego de terminar una atareada semana, atrás queda la presión del trabajo, es fin de semana, ha relajado su mente limpiando algunas malezas del jardín, o recogiendo el exceso de cachivaches acumulados que finalmente decidió donar o regalarlos a alguna tienda de segunda mano. Ese día particular ha sido algo caluroso, nos acostamos en la hamaca, nos mecemos suavemente. El silencio comienza a rodearnos, la realidad se escabulle en el vaivén de ese agradable objeto usado con frecuencia para dormir. Entramos poco a poco en los dominios de Morfeo …. Cuando de repente, un bicho vuela a nuestro alrededor, elige nuestra frente o nuestra nariz, para acicalarse o descansar. No pica, no muerde... la espantamos con la mano... se va, para regresar una y otra vez. ¡Así comenzamos una pelea en la cual somos seguros perdedores! Como lo vaticinaría Monterroso, ellas son «castigadoras... Te exigen. Te siguen. Te observan». La mosca es más rápida que tú, no permite que la eliminemos, especialmente si andamos somnolientos. Luego de repetidas ocasiones, el inoportuno insecto termina por cansarnos. Nos levantamos de mal humor y así finalizamos la siesta que nunca pudimos comenzar...
Las moscas han estado en contacto íntimo con el hombre desde tiempos inmemoriales. Uno de los primeros reportes conocidos parece ser la reverencia y respeto que se le daba a Beelzebub o Belcebú, divinidad filistea Baal, el señor de las tinieblas, el innombrable, el señor de las moscas … Esto fascinaba a Salvador Dalí (1904-1989), ya lo hemos comentado:
«Dalí decía que, cuando pintaba, le gustaba untarse aceite de dátil en los bigotes y ponerse un poco de miel en las comisuras de los labios. Era para atraer a las moscas. No a cualquier mosca sino "moscas limpias y elegantes, como las de Portlligat, que se perfuman en las hojas de los olivos y parece que van vestidas de Balenciaga". De vez en cuando, el artista abría la boca y atrapaba alguna para sentir un aleteo en el cielo del paladar».
Un segundo reporte lo encontramos en la primera mención a las diez plagas que azotaron a Egipto, seis de las cuales podrían ser consideradas de origen entomológico y dos de ellas, … ¡o quizás cuatro! … atribuibles a las moscas.
De acuerdo con ciertas versiones de la historia de la humanidad, se tiene por cierto que enfermedades transmitidas por moscas ayudaron a la caída de griegos y romanos. Las moscas transmisoras de la enfermedad del sueño, Glossina palpalis o Glossina brevipalpis, vagamente similares a la mosca doméstica, han impedido que la civilización haya tomado totalmente a África. Los libros de historia nos comentan como durante la guerra entre estadounidenses y españoles, las grandes ganadoras parecen haber sido las moscas, a juzgar por el gran número de soldados que perecieron por efecto del tifus, enfermedad transmitida por varios artrópodos, incluyendo las moscas.
¿Quién no ha sentido la «picazón» ante ciertas moscas, o al menos, escuchado historias al respecto? La mosca Stomoxys calcitrans (¡Stomoxys significa «boca cortante»!), de vez en cuando ataca a algún humano desprevenido, pero con frecuencia prefiere a vacas o caballos y puede convertirse en gran dolor de cabeza para algunos ganaderos. En lugar de un aparato bucal en forma de almohadilla, con canalículos que permiten una rápida absorción de líquido (como en la mosca común), esta «mosca brava» tiene un aparato bucal trasformado en pequeña «cuchilla» que le permite cortar la piel del ganado y así poder chupar su sangre. Al igual que estos, los tábanos son otras moscas, cuyas hembras, también hematófagas, son plagas de animales domésticos y silvestres, y de algún despistado humano que ande por sus dominios.
Sin embargo, no todas las moscas son iguales. Las hay de todos tamaños. Las hay grises, negras, con rayas, verdes y azules metálicas y hasta multicoloreadas. Las hay sin alas, con aparatos bucales que les permiten chupar sangre, e incluso hay más de una capaz de parasitar aves, pero también mamíferos, incluyendo, sin duda, a los murciélagos. Las moscas que viven sobre estos alados animales pertenecen a familias con nombres por demás llamativos: Hippoboscidae, Streblidae y Nycteribiidae. Curiosamente la mayoría de las moscas de estas familias no son capaces de volar.
Las moscas que vuelan poseen solo un par de alas funcionales, razón por la que el orden al cual pertenecen fue llamado Diptera. Pero no se llame a engaños, aun así, son excelentes voladoras. El segundo par de alas se ha transformado en un par de estructuras denominadas balancines, ya que alguien pensó que, junto a su aerodinámico aspecto, les permitía a estos insectos hacer cualquier pirueta en el aire y desarrollar altas velocidades. Esas mismas estructuras fueron luego llamadas halteres o halterios, término que no significa nada en particular (aunque los halterios eran dispositivos de doble nudo que usaban los atletas de la antigua Grecia durante el entrenamiento del salto). Estos poseen un órgano sensitivo, el órgano cordotonal, el cual le permite al insecto hacer correcciones durante el vuelo, casi de la misma manera como lo haría el giroscopio de un avión.
Entre las moscas útiles podríamos mencionar a las mosquitas de las frutas, también llamadas del vinagre, esas mismas que usted encontrará volando alrededor de los cambures o bananos, o cualquier otra fruta que haya dejado fuera del refrigerador por algunos días. Muchas de estas son del género Drosophila y son muy útiles y apreciadas para experimentar por nuestros estudiosos de la genética. Sin embargo, a la mosca del vinagre de alas manchadas, Drosophila suzukii, no podemos incorporarla a ese grupo. Esta mosquita, originaria del sudeste asiático ha invadido numerosos países del mundo y es hoy plaga de fresas, arándanos, frambuesas, moras, ciruelas, duraznos, melocotones, nectarines, cerezas, uvas y otras cuantas frutas más.
Siguiendo con las útiles, varias moscas han sido utilizadas en estudios sobre dinámica de vuelo. Las larvas de otras, e indudablemente muchos adultos, garantizan la ración diaria de proteína requerida por millones de aves. En su libro La vida secreta de las moscas, Erica McAlister, curadora de Diptera del Museo de Historia Natural de Londres, el Museo Británico, nos revela que sin ellas no existiría el chocolate:
«...una variedad de jején. Los jejenes son “mosquitas” muy pequeñas que se alimentan principalmente de sangre, pero a los jejenes del chocolate les gusta el néctar de las flores de la planta de cacao, y de visita a estas flores, transportan el polen de una planta a otra».
Entre las moscas que se me antojan curiosas, destaca la de las urnas, mejor conocidas como la mosca de los cadáveres, esas que consumirán el cuerpo humano en su proceso normal de descomposición luego de la muerte. Sorprendiéndonos a todos, mientras pensamos: ¿cómo hacen para llegar hasta allí, a tantos metros bajo tierra?
La cercanía con las moscas ya la celebraban afamados poetas. Antonio Machado (1875-1939), poeta español, el más joven representante de la llamada generación del 98, poeta de compromiso humano y de contemplación casi taoísta, el mismo del Todo pasa y todo queda que le escuchamos a Joan Manuel Serrat a fines de los 60 y principios de los 70, se habría referido así a las moscas:
Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.(...)
Sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
No hay duda que las moscas han despertado la atención de muchos, especialmente luego que los científicos del Proyecto Genoma revelaron hace ya algún tiempo, que ellas están más cerca del hombre de lo que se pensaba. A esto podríamos agregar que a pesar de toda nuestra desidia y desinterés aún estamos algo distantes «al mundo esterilizado químicamente, libre de insectos» que nos describiera Rachel Carson (1907-1964) en su libro Primavera Silenciosa. No nos queda sino tener la seguridad de que las moscas permanecerán cerca de nosotros por un largo rato, tiempo en el que podríamos intentar entenderlas y hasta apreciarlas, al menos mientras esperamos turno para encontrarnos con la mosca de las urnas... aunque ya entonces será tarde para comenzar a tenerles cariño.