La textilería andina es reconocida mundialmente por su belleza que está en correspondencia con su alta calidad tecnológica. Estos logros se deben a un proceso acumulativo de varios milenios, en el que los textiles participaron activamente en la gestación del acervo cultural de los Andes precolombinos.
El desarrollo textil se inició con la confección de hilados continuos a través de la torsión de fibras de diverso origen, los que más tarde eran enlazados o trenzados para construir las primeras estructuras textiles. La necesidad de tensar hilados flexibles para obtener superficies más anchas, condujo a la creación del telar y sus accesorios. A partir de este invento las posibilidades de entrelazamiento y combinatoria se multiplicaron vertiginosamente, llegando a desarrollarse en los Andes todas las estructuras básicas conocidas, y otras únicas dentro del universo textil, como es el caso de los tejidos reticulares y el de urdimbres y tramas discontinuas.
La complejidad alcanzada, que contrasta con el sencillo y eficiente instrumental usado, da cuenta de especialistas hilanderos, tintoreros, tejedores, bordadores y artistas plumarios que dominaron un variado repertorio de técnicas de representación y terminaciones, desarrollando una verdadera eclosión de imágenes cuya trascendencia es posible apreciar hasta hoy en los textiles andinos etnográficos.