En los Andes, el tejido precedió a la alfarería, la agricultura y la vida aldeana. Hace cinco mil años, se comenzaron a utilizar el algodón y la fibra de los camélidos andinos para la confección de los primeros textiles, algunos de los cuales se hicieron siguiendo la técnica de las antiguas esteras vegetales. La experiencia de cruzar hilos de urdimbre y trama en una misma estructura y la búsqueda de nuevas técnicas decorativas, condujeron a la invención del telar, que aceleró notablemente el desarrollo de este oficio.
Los más antiguos tejidos a telar de la costa sur andina, hechos con algodón en tejido plano y luego pintados, se utilizaron como medios para divulgar la iconografía religiosa de la civilización Chavín, que hace tres mil años expandía su influencia cultural desde la sierra central.
Los tejedores Parakas, que heredaron de los artistas Chavín la pintura en tela y el estilo de sus imágenes, aportaron nuevas tecnologías textiles, destacando entre ellas el bordado. Inicialmente, las imágenes de las máscaras tejidas que coronan sus fardos funerarios fueron pintadas, más tarde las reemplazaron por rostros humanos bordados con pelo de camélido. Hacia el final de Parakas, el bordado policromo alcanzó su apogeo, instalándose en largas fajas y turbantes, en los bordes de las túnicas y en los grandes mantos que conforman sus exquisitos atuendos mortuorios.