Las poblaciones que habitaron en tiempos prehistóricos los fríos y lluviosos bosques del sur de Chile, utilizaron la piedra para confeccionar sus símbolos de poder y objetos ceremoniales. Carecieron de una estructura social jerarquizada. Allí, cada jefe de familia constituía una autoridad, pero en tiempos de guerra nombraban un jefe guerrero único que los congregaba a todos.
Como signo de mando, este jefe ostentaba una fina hacha de piedra, llamada en lengua mapudungun, tokikura (toki: cabeza o jefe; kura: piedra). Los primeros españoles que entraron en esos territorios vieron estas hachas, en forma de pétalos y bañadas en sangre, colgando del cuello de los jefes tribales. La piedra sirvió también para confeccionar pipas, las que en esta sociedad revistieron especial importancia.
Aun cuando se desconoce qué sustancia específica fumaban en ellas y en qué ocasiones las usaban, es probable que fueran utilizadas por chamanes en ceremonias y ritos colectivos, necesarios para cohesionar una sociedad sin jerarquías.