La cerámica de la cultura Nasca es una de las más finas del antiguo Perú. Sus alfareros emplearon arcillas muy puras y aplicaron los colores antes de la cocción de las piezas. La forma más característica de vasija es la botella de dos golletes y asa-puente, decorada en colores planos limitados por líneas y con la superficie intensamente bruñida. Usaron una variedad de pigmentos naturales para producir una rica paleta cromática. Se han contado hasta 16 colores, más que en cualquiera tradición alfarera del Nuevo Mundo.
Ninguna otra sociedad ha podido fabricar cerámicas tan sofisticadas y de tanta policromía. Los artistas Nasca basaron gran parte de su imaginería en el mundo que los rodeaba, pero también crearon formas mixtas, compuestas de elementos naturales y sobrenaturales.
La Arpía, el Pájaro Horrible, el Gato Moteado, la Orca, el Cosechador, la Criatura Serpenteada y el Ser Antropomorfo, constituyen parte de la galería de seres fantásticos que poblaron el universo mítico de esta sociedad de la costa sur del Perú. El arte representado en la cerámica Nasca muestra el tránsito desde una modalidad preferentemente naturalista, originada en las últimas fases de la cultura Parakas, a otra más estilizada y abstracta, que caracteriza al Nasca más tardío.