La palabra “jade” designa a la jadeíta, a la nefrita y a otras piedras semipreciosas similares. Si bien los objetos tallados en jade provienen de una amplia región, sólo se han encontrado afloramientos de esta piedra en la costa occidental de México y en el sur de Guatemala.
Las láminas eran cortadas a cordel con un abrasivo de arena, perforadas con taladros de caña dura o hueso de ave y talladas con piedras puntiagudas. El bruñido se conseguía con cera de abeja, un pedazo de jade ya bruñido o trozos de caña de bambú. El jade fue muy apreciado e intensamente comerciado desde 1000 a.C. hasta la llegada de los españoles, pero se desconoce su significado más preciso. Al parecer, era una sustancia sagrada, asociada principalmente con el agua. También se relacionaría con la riqueza.
De hecho, las cuentas de collar talladas en este material fueron empleadas como moneda. En general, el jade fue utilizado para confeccionar joyas y otros accesorios del traje, incluso para decorar la dentadura. Probablemente, no fue un artículo exclusivo de la aristocracia, pero su abundante presencia en ricas ofrendas sugiere que estaba concentrado en las manos de la elite.