En Mesoamérica la representación de rostros humanos fue muy común, aunque rara vez se representó a seres específicos e identificables.
Ya sea en la forma de mascaretas estáticas o imágenes donde se funden rasgos felínicos con rasgos humanos, varias culturas mesoamericanas dieron lucha importancia al rostro como símbolo privilegiado en la relación con lo sagrado, constituyendo muchas veces parte de ofrendas votivas.