Las propuestas artísticas que se produjeron en Cataluña durante la segunda mitad de la década de los años sesenta del siglo xx y que compartían los ideales de renovación generacional y revolución que estallaron en diversos núcleos internacionales. Raoul Vaneigem, en su Tratado para saber vivir para uso de las nuevas generaciones (1967) hablaba de la entrada en “una era completamente nueva”. El hombre unidimensional (1964), Herbert Marcuse explicó la emergencia del “gran rechazo” como inicio de una revuelta de orden cultural que tenía que transformar la sociedad de arriba a abajo. La muestra retratará un momento de tensión y entusiasmo que abrió las puertas a una nueva sensibilidad.
Este periodo ha sufrido hasta ahora una cierta indefinición por parte de la historiografía, que no siempre lo ha sabido encajar, entre el ocaso del informalismo y la irrupción de lo conceptual. Es el momento de la emergencia del Pop Art y la Nueva Figuración, que superaba los posicionamientos existencialistas de la postguerra para ensayar formas de resistencia en las que la homologación con los modelos culturales internacionales es fundamental. Quizás contradictorio y efímero, el arte de estos años muestra la conexión con la modernidad internacional ligada a los nuevos paradigmas de libertad y revolución. Estos artistas se mueven entre la militancia política y el individualismo hedonista, entre la reivindicación de la pintura figurativa y las nuevas prácticas expandidas o inmateriales. Pacifismo, revolución sexual, crítica al capitalismo, exploración sin límites de la creatividad individual son algunos de los retos fundamentales que pusieron de manifiesto estos artistas, a los cuales se añade la resistencia al contexto específico del franquismo.
Francesc Artigau o Robert Llimós, acompañados de los valencianos de Equipo Crónica, utilizan la figuración con una clara intención política y crítica con la sociedad de consumo y el poder. La iniciativa de Estampa Popular refleja algunos temas conflictivos del momento, como la política exterior de los Estados Unidos de América. Paralelamente, algunos se aproximan a las visiones de la psicodelia, como Antoni Porta (Evru). Otros, como Antoni Llena, en un camino de renuncia radical, exploran el arte pobre. El llamado por Cirici “Grup del Maduixer” realiza experimentos fundamentales, como la primera obra de vídeoarte del Estado, Primera muerte (1969). En París, Antoni Miralda, Jaume Xifra, Benet Rosell o Joan Rabascall exploran el lenguaje de la performance y preparan formas de conceptualización en las que los rituales y los símbolos son utilizados de manera desmitificadora y crítica. Aparece una nueva generación de artistas que tienen referentes y aspiraciones muy diferentes a los de la inmediata postguerra (la de Dau al Set y el informalismo) pero entre estos encontramos algunos casos que asumen los nuevos problemas sociales y estéticos, como Norman Narotzky o Amèlia Riera.