Mientras la democracia nos ofrece cada vez menos candidatos que valgan la pena, el mercado nos amplía la oferta al infinito. El consumo se ha vuelto en la nueva democracia: los artículos que miramos son más y más atractivos. Sentimos, así, que podemos elegir y obtener buenas cosas. Si la política fuera igual que el mercado, estaríamos de la mar de felices. Estamos tan ocupados comprando regalos que la política y la ideología parecieran, durante este mes, desaparecer. Sin embargo, si creemos que esto es así, estamos la mar de equivocados. Más bien al contrario, la ideología, en estas fiestas, está más presente que nunca. Lo que pasa es que esta está camuflada. Ahora tenemos ideología todos los días en lo que leemos y consumimos. El mercado es la nueva democracia.
En primer lugar, si te sientes algo mal por consumir un capuchino que cuesta un ojo de la cara, la tienda nos incluye el consuelo en el producto. Starbucks ha sido genial en poner el altruismo en nuestro café: ella hace socialismo por nosotros. Nos dice que por cada capuchino, dará un 10% a los niños hambrientos de Guatemala. De esta manera, podemos sentarnos con nuestros amigos, gastar un montón de plata y no sentirnos culpables.
¿El Gobierno está medio quebrado y los pobres aumentan? ¿Te sientes, entonces, algo incómodo por ir, mientras tus hermanos padecen, a comprar en el mall? Pues tu televisora favorita te quitará el malestar haciendo una Teletón para que puedas donar algo a los desempleados mientras ella sigue haciendo sus propios cincos con la publicidad y los altos ratings del programa.
¿Y no hace Telemundo justicia social en sus telenovelas? ¡Claro que sí! Podemos sufrir con tranquilidad porque Silvana se quedó sin lana ya que la empresa, con el sueño de Navidad, le dona una refrigeradora a una familia marginal. ¿Es explotador que una tarjeta de cobre un interés de más del 50% anual? No la critiques porque el banco te trae, para callarte la boca, un concierto anual gratis. ¿Es contrario al ambiente el plástico de las botellas? No te atrevas a criticar a las envasadoras: ellas darán 5 centavos de dólar por cada botella para limpiar el río cerca de tu casa.
Finalmente, la ideología se metió en la prevención. Ahora, las soluciones a la política, al ambiente y a los derechos humanos vienen ellas mismas, igual que las medicinas, con advertencias. Esto es lo que se llama la personalización de los problemas.«¿Te preocupa el medio ambiente?», nos preguntan. «¿Haces algo a su favor? ¿Has reciclado lo que consumes y depositado la basura en recipientes distintos? ¿No sabes que por comer carne multiplicas los pedos de las vacas, una de las causas del calentamiento global?».
En otras palabras: la culpa del desastre ambiental es nada más que tuya. Y hasta los mosquitos del Zika vienen con ideología. Su propagación es por el agua empozada (los huecos en las carreteras no cuentan). Si la campaña fracasa es porque las personas (principalmente las pobres) tenemos llantas en el patio y somos unos cochinos. Cuando estemos llenos de niños con cabezas pequeñas (no confundir con la de Roger Water), es porque la gente «no entiende».
No consumimos ahora para olvidarnos de la política. El consumo es la nueva política. Si el mercado hace la labor del Estado, ¿para qué necesitamos a la clase política? Pronto podremos comprar presidentes y cancilleres en Amazon, en vez de aguantarnos a personas sin experiencia y que solo vienen a hacer un desastre de nuestras vidas. Tendremos chips para hacerlos más inteligentes y honrados. Y lo mejor de todo: vendrán con una garantía de un año y con un antivirus de corrupción.