Venezuela, más que caja de Pandora, es un inimaginable milagro al revés. No hay precedente en el mundo de cómo un país que hace menos de dos décadas figuraba con las mejores perspectivas para entrar al primer mundo, sea hoy un patético ejemplo de miseria, hambruna, escasez, inflación, corrupción, inseguridad y desastre institucional.
Es posible que quien lea lo anterior piense que es una exageración propia de un «afiebrado opositor». La presunción es lógica porque ningún sensato que conoció a la Venezuela floreciente puede imaginarse un descalabro tan generalizado y degradado. Hay quienes, observando sólo el drama de la hambruna la comparan con la habida en Ucrania durante los años 1932 y 1933 o -lo más acuciosos- piensan en una versión de La Peste de Albert Camus, donde el propio autor reflexiona:
«la plaga [y a Venezuela la afecta una plaga de roedores como en la novela del insigne filósofo] no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, piensa que la plaga es irreal, es un mal sueño que como vino se irá».
Si seguimos recordando la famosa novela, las ratas efectivamente se fueron pero el virus de la peste siguió asolando a Orán, la famélica y supuesta ciudad de Argelia.
Así, en Venezuela, la peste crece y espanta… sin tomarse plena conciencia de que un país, aceleradamente, deja de ser país.
Esta dinámica de falacias nos hace pensar que las cosas suceden como hechos inevitables y -como son tantos- el último descalabro sirve para que se nos olvide el anterior.
Recordemos algunas perlitas (¡sólo algunas!) del increíble inventario del «milagro al revés»:
Cuando algunos gestores y agencias empezaron a visualizar la tragedia económica que se asomaba en el país e iniciaron diligencias ante el FMI para conseguir un auxilio, este organismo investigó el origen de tal falencia y descubrió que una elite de nuevos ricos, venezolanos cuyas edades oscilaban entre 24 y 30 años, poseían, en conjunto, depósitos personales en bancos suizos, belgas, panameños y otros paraísos fiscales por más de... ¡3.500 millones de dólares! Cifra sideral que difícilmente cabe en la imaginación de cualquier mortal. Desde luego, el FMI no iba a asumir la complicidad de tamaño y flagrante robo al país y, obviamente, recomendó repatriar lo robado. ¡Es lo lógico!
En mayo de 2017, la OPEP detectó la merma de la producción de petróleo de PDVSA en un 16%, lo que equivale a 350.000 barriles diarios. Este desastre evidencia la impericia de los ejecutivos que, junto con desfalcar sus ingresos, abandonaron el mantenimiento y la obligada actualización tecnológica que exige una empresa de esa naturaleza. Cuando el agua llegó al cuello, el Gobierno -siempre haciendo uso de su mágica capacidad de distraer- montó el show de destituir por corruptos a 60 funcionarios y poner como máximo jefe de esa sofisticada empresa a un general que de petróleo sabe tanto «como payaso manejando un trolebús».
Cuando la crisis humanitaria -falta de medicamentos y alimentos- se hizo evidente e intolerable, el gobierno niega la debacle y con un cinismo de alta factura histriónica aduce que la ayuda internacional es «una estrategia para invadir el territorio y la soberanía venezolana». Para contrarrestar esa ridícula argumentación de intromisión y aprovecharse para poder controlar a los imaginarios agentes criollos del imperialismo, se ve obligado, declara, importar material militar-represivo de China. ¡Cuánta argucia y praxis fascista!
Obedeciendo a un siniestro plan de dominación del pueblo a través de la pobreza -según algunos- o simplemente por vulgar ignorancia, la economía registra la inflación más desbordada del mundo alcanzando números sobre el 50% mensual. Este verdadero infierno para la familia venezolana es justificado señalando que «se trata de la guerra económica desatada por el imperialismo y la derecha oligárquica de Venezuela». ¡Mentid, mentid…que algo queda!
Aterrador es el estudio del calificado economista Ricardo Hausmann quien, usando un novedoso instrumento de investigación estadística mediante el consumo de calorías diarias, establecía que en 2012 un trabajador con el sueldo mínimo podía adquirir 52.845 calorías -la más baratas del mercado-, cubriendo un grupo familiar de 5 personas; en noviembre de 2017, ese mismo trabajador con un sueldo mínimo actualizado, sólo podía adquirir 2.740 calorías diarias. ¡La desnutrición se torna patética!
A propósito de desnutrición, un espectáculo estremecedor es ver -cada día con más frecuencia y con menos inhibición por parte de los protagonistas- el merodeo de mujeres y niños en los basurales buscando restos de comidas. Califico estas escenas de «estremecedoras» porque la inhumana faena no se limita a recolectar y llevarse lo rescatado a un sitio privado sino devorar en el mismo basural, con la voraz ansiedad que produce el hambre, el mendrugo descubierto.
En el plano político-institucional, el olímpico desconocimiento de la Asamblea Nacional (cuerpo constitucional legislativo y de control al Ejecutivo que recoge la voluntad democrática del país y donde la oposición ostenta más del 80% de los congresales) es un abuso que en cualquier parte del mundo constituiría ipso facto la sustitución del gobierno. En Venezuela -y en flagrancia totalitaria- el atropello se corona inventando una espuria Asamblea, supraconstitucional, que no sólo legisla y decreta absurdas acciones sobre asuntos contingentes sino elimina partidos políticos (hasta ahora, tres de los más activos), encarcela a líderes políticos, destituye a alcaldes y diputados, todo con una imperturbable manu militari.
Dentro del insólito universo de nuestro hermoso pero atípico país tropical no podía faltar la descarada «pachotada» de un alto jerarca del régimen, supuestamente con la ilusión de ser candidato sucesor de la «dinastía del desastre»: este personaje - reconocido padrino del terrorismo internacional- es demandado públicamente con un embargo de parte del Gobierno de EE.UU. por la bicoca de 500 millones de dólares.
Hay más... pero para culminar esta feria de «increíbles pero cierto», algo que opaca la tradición castrense (¡o castrada!): la sumisión de las Fuerzas Armadas al control de la dictadura cubana. ¡Lo agraviante del hecho no merece comentarios!
Como colofón a esta escueta feria farandulera y teniendo presente que Venezuela de otrora fue referente ejemplar de prosperidad, solidaridad, institucionalidad, expresión de ciudadanía democrática...¿no cree usted que, siendo un país de tantos recursos naturales y cualificación profesional, estamos viviendo un milagro al revés?