El otro día en el telediario daban una noticia que decía que este año volver al colegio sería un poco más barato. Esa crónica me chirrió con la información que comparten conmigo algunas madres que, preocupadas por no saber si podrán afrontar los gastos del nuevo curso, buscan consuelo. «Dieciocho libros, Elisabet, me pidieron dieciocho libros para segundo de primaria», se lamentaba una. «Solo en libros me he gastado cuatrocientos euros y eso sin contar la mochila, el estuche, los colores, los lápices, las gomas, los afiladores, las libretas, las fundas… Ah, y el uniforme, porque el colegio de mi hijo, a pesar de ser público, lleva uniforme. Eso son unos cuatrocientos euros más».
Yo soy más de letras pero no me costó calcular que la educación de un niño de segundo de primaria ronda los ochocientos euros. A eso hay que sumarle las excursiones y las cosas que el centro vaya pidiendo a lo largo del curso, por lo que esos ochocientos se pueden poner en casi mil euros. ¡Mil euros para un niño de segundo de primaria! Un niño de primaria escolarizado en la escuela pública, no nos olvidemos de ese detalle. No encontré argumentos para darle consuelo a la buena mujer.
Podría haberla confortado con que «la educación es la mejor inversión que uno hace» o «la educación es la mejor herencia que le vas a dejar a tu hijo», pero no hallé la valentía. Porque sé que hay padres haciendo grandes esfuerzos para que sus hijos puedan, aunque sea, terminar la enseñanza obligatoria, ya el dinero para la universidad es otra cosa, más triste aún. Porque no es desconocido para nadie que muchos de nuestros jóvenes no acceden a la universidad por falta de recursos.
Además, las pocas veces que me he aventurado a tener esta conversación, muchas personas –casi todas de clase media-alta-, se han abalanzado contra mí argumentando y contraargumentando que muchos padres se quejan de que la educación pública es muy cara pero bien que le compran a sus hijos móviles de alta gama o videoconsolas. «No todos», suelo concluir. Además, ahora tengo un as en la manga, ya no podrán quejarse de que los padres les regalen a los niños maquinitas, dado que el Gobierno invertirá casi trescientos mil euros en los famosos eSport para un período de tres meses. Una barbaridad de dinero teniendo en cuenta que faltan especialistas de educación especial u orientadores en muchos centros. Que son itinerantes y se pasan los cinco días de la semana de colegio en colegio valorando a niños y con una gran lista de espera para ver a esos otros que presentan algún tipo de dificultad en el aprendizaje.
No, yo no estoy a favor de los eSport pero las razones, tal vez, las explique en otro artículo. Pero sí puedo adelantar que en lugar de los eSport, donde a mi juicio hay alguien llevándoselo crudo, lo que deberían enseñar a los niños es a jugar al Monopoly, por ejemplo, una asignatura de finanzas donde los más pequeños aprendan a ser productores del dinero y, de esta forma, desarrollen estrategias de inversión y en el futuro sean capaces de inventar su propio medio de ganar dinero y no estar sometidos a una sola fuente de ingresos.
Pero no, les ponemos videojuegos para que sigan siendo sujetos pasivos dominados por una máquina. Si este es el giro que está dando la educación, no sé para qué le piden a un niño de segundo de primaria dieciocho libros que cuestan cuatrocientos euros. En fin, la vuelta al cole sale cara…