En los siglos XVI y XVII el teatro era uno de los modos de entretenimiento más extendidos. Uno iba al teatro a divertirse, pero no solo eso, sino que tan importante podía ser ver como ser visto. Ir al teatro supone un acto social, de forma que a veces las localidades mejor situadas no son las mejores.
Tenía acceso todo el mundo, pero en una sociedad estamental como era el barroco, la distinción de clases se hace patente también en el teatro, de ahí la estructura que poseían espacios de representación como el corral de comedias, fiel reflejo de la misma sociedad, que no consentía que no hubiese distinción de clases. La representación teatral tenía una duración de unas tres horas, estructuradas de la siguiente manera: loa, primera jornada, entremés, segunda jornada, jácara, tercera jornada y mojiganga. Nunca la comedia se representó de manera exclusiva.
Los entremeses eran piezas teatrales cómicas muy breves, escritos en verso o prosa, que se representaban entre los actos de la comedia principal. Nada tienen que ver con la comedia en cuestión; su finalidad es preparar el terreno de la risa, la broma, incluyendo canto y baile. Sirve para simular el paso del tiempo en la obra o para reanudar la tensión.
Los antecedentes del entremés fueron los pasos de Lope de Rueda. Sabemos de este que recorrió buena parte de la geografía de la península con un carro representando autos, farsas, comedias, entremeses, danzas, contratado por todo tipo de empresarios (particulares, municipios, la Iglesia, la aristocracia e incluso la Casa Real) y representando para todo tipo de públicos.
El mismo Cervantes explica en el prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos que vio representar al gran Lope de Rueda, y que «por ser muchacho yo entonces no podía hacer juicio firme de la bondad de sus versos». Sin embargo, en el mismo prólogo explica que recordaría durante largo tiempo algunos de aquellos versos para después, ya en edad madura, admirar la grandeza del poeta. Por falta de pruebas documentales, se desconoce tanto la edad que el autor debía tener en el momento de la citada representación como dónde tuvo lugar la misma, aunque se sospecha que bien pudiera ser Sevilla y Cervantes contar con 17 años, lo que, de ser así, haciendo cuentas, nos lleva a la conclusión de que habría tenido lugar un año antes de morir Lope de Rueda. Tal vez un hecho casual, que despertó en Cervantes el deseo de querer seguir sus pasos.
Cervantes quiso triunfar en teatro y poesía, pero lo hizo con la novela. Por ello estuvo toda su vida obsesionado con el teatro y con Lope de Vega: se da cuenta de que su teatro está anticuado y por eso no se representa, mientras el de Lope triunfa. Le ataca por acomodarse al gusto de la gente; en el propio Quijote llega a acusarle de no cumplir los principios aristotélicos de acción, tiempo y espacio, que él mismo tampoco cumplía; en otra de sus obras se refiere a él como «poeta paniaguado». Este es el drama interior del autor, que en ocasiones admira y trata de imitar a Lope, a la vez que la experiencia de su propio fracaso le lleva a rechazarlo.
Casi todos los autores del momento escriben entremeses. También Cervantes. En ellos encontramos al mejor dramaturgo, es donde muestra la mayor originalidad: de gran riqueza temática, elementos autobiográficos, históricos, folclóricos. Amor, encuentros, desencuentros, celos; la doble intriga, el disfraz, el equívoco (como en el teatro de Lope). Con los entremeses vemos los disparates, pero encierran buena carga de ironía y crítica que añaden otro significado.
Ocho comedias y ocho entremeses nuevos de Cervantes fueron publicados en 1615 (un año antes de su muerte), y nunca llegó a verlos representados. Estos presentaban unas particularidades que los hacían muy diferentes a los otros: mientras que la duración habitual de los mismos venía a ser de unos diez minutos, ya que estaban creados para rellenar huecos dentro de la representación principal, los entremeses que escribe Cervantes tienen una duración de treinta minutos, que dificulta la representación dentro del conjunto del hecho teatral, tal y como entonces estaba concebido.
Por otro lado, hace uso de los personajes tipo: viejo achacoso, gruñón, celoso, soldado fanfarrón, rufián. Pero con el juego de fantasía y realidad propio de este autor, la burla con el posterior regusto de amargura y desencanto. Quizás la personal manera de enfocar los problemas y de exponerlos al público, y la relación de estos con las realidades del momento, así como la mordaz crítica tras la broma aparentemente inofensiva complicó que fuesen representados entonces.
El pasado fin de semana se clausuraba la 41º edición del Festival de Teatro Clásico de Almagro. Fueron muchas y muy diversas las representaciones que durante todo el mes de julio han tenido cita conmemorando el esplendor del teatro de los Siglos de Oro. Entre las compañías convocadas, la Fundación Corral de Comedia se ocupó de dar vida a todos y cada uno de los entremeses de cuya representación Cervantes nunca pudo disfrutar. Los veías en las calles, invitando a las gentes con sus ropas de la época, improvisando simpáticas loas. Después, en el espacio en donde tienen lugar las representaciones, a modo de escenario, un carro, el mismo con el que viajaban los cómicos de entonces actuando por los pueblos, el mismo que llevaba Lope de Rueda, el mismo con el que el gran Federico García Lorca viajaba con La Barraca.
Aquel escenario, lo mismo que el corral de comedias y lo mismo que otros tantos, no hace sino trasladarte a la España tendenciosa y pendenciera de capa y espada, la España que más talentos ha reunido en todos los tiempos, para aceptar el pacto de ficción y vivir el espectáculo como si de nuevo estuviésemos en 1615, con la emoción y el entusiasmo que desprenden sus actores. La misma emoción que experimenté la primera vez que pisé aquellos escenarios, siendo adolescente, viendo a aquellos mismos actores. Volverlo a vivir hoy me vuelve a erizar la piel.
Se despide de su público la compañía Fundación Corral de Comedia hablándonos de un estudio que están realizando, en colaboración con una universidad internacional de gran prestigio, a través del cual quieren demostrar cómo el entusiasmo es capaz de viajar y de recorrer el mundo, y de contagiar a muchos otros en su camino, sin necesidad de wifi ni de dispositivos móviles, solo con la risa, la ilusión y los aplausos. Esta es la magia del teatro.
El Festival Internacional de Teatro Clásico 2018 ha finalizado, pero Almagro está vivo todo el año, cualquier momento es el mejor momento para visitarlo.