Adam Smith es considerado el Padre de la economía y del liberalismo económico. Pensador de la segunda mitad del siglo XVIII, tiempo de la Revolución Industrial. Junto con John Locke, los dos máximos representantes del Iluminismo anglo-escocés.
Moralista y filósofo británico y escocés, nacido en Kirkcaldy, pequeño pueblo de pescadores cercano a Edimburgo, Escocia, Gran Bretaña, en fecha desconocida del año 1723.
Hijo de un procurador y contralor de aduanas y de una madre de condición acomodada. Su padre muere cinco meses antes de que su hijo naciera y en el testamento deja instrucciones para que Adam sea educado por medio de tutores pagados.
Sobresale como un estudiante extremadamente precoz. A los catorce años ingresa a la Universidad de Glasgow donde tiene como profesor de filosofía moral y recibe la influencia de Francis Hutcheson (1694-1746), filósofo británico nacido en Irlanda y considerado el padre de la Ilustración escocesa. Según Hutcheson la filosofía debe tener un valor práctico.
Tres años más tarde obtiene una beca para estudiar en el Balliol College de la Universidad de Oxford donde se gradúa. Era cristiano protestante y allí al principio consideró entrar en la carrera eclesiástica pero luego se decantó por la filosofía en vez de la teología.
En 1748 empieza a dar conferencias en Edimburgo sobre retórica, historia y economía. Tiene tal éxito que desde 1751 le contratan como profesor de lógica y filosofía moral en la Universidad de Glasgow. Su curso comprendía el estudio de la teología, la ética, la jurisprudencia y la economía política. Allí forma parte de un círculo de intelectuales y comerciantes que le permite obtener información de primera mano sobre el mundo de los negocios.
Sobresale su amistad con el filósofo David Hume (1711-1776), una de las grandes figuras de la filosofía occidental y de la Ilustración escocesa, quien le ayudó a crecer en su vida profesional y lo influyó con su método científico. Según Hume todo conocimiento deriva, en última instancia, de la experiencia sensible.
Smith no fue hombre de negocios, ni político, ni hombre práctico. Su vida es la de un profesor que encuentra momentos libres para escribir sus libros. Hay varias anécdotas que lo retratan como un espíritu distraído. Nunca se casó y permaneció cercano a su madre.
No es justo considerarlo, como algunos creen, «economicista», pues más bien destaca que tuvo una vida de intelectual abierto a muchos campos y se concentraba en los estudios de ética y filosofía. No obstante, ha quedado consagrado en la historia del pensamiento y de la ciencia por sus contribuciones a la economía.
Su obra marca un giro en el pensamiento desde la filosofía política con la que John Locke había fundado el liberalismo político hacia la economía con la que Adam Smith funda el liberalismo económico. Y será el referente principal de la economía durante todo el siglo XIX e inicios del siglo XX, mientras los británicos eran la primera potencia mundial.
Después de la Revolución Rusa, la crisis de 1929 y la Depresión Económica de la década del treinta, sus ideas pierden momentum y son desplazadas por el ascenso del marxismo y el pensamiento de John Maynard Keynes. Pero hacia finales de la década del ochenta, la caída de los regímenes marxistas en la Unión Soviética y en la Europa del Este y los temas de la hiperinflación abren un período de resurrección de la obra de Adam Smith.
Siendo profesor de ética en la Universidad de Glasgow en 1759 publica su Teoría de los sentimientos morales, considerada su obra maestra en filosofía y en la que por primera vez habla y utiliza el concepto de «la mano invisible» que, sin saberlo y sin proponérselo, orienta el interés de los individuos hacia el bien general de la sociedad. Tal y como escribe en un pasaje que se haría célebre:
«No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de donde procede nuestra cena, sino de su respeto por su propio interés. No nos dirigimos a su humanidad, sino al amor de sí mismos, y nunca les hablamos de nuestras propias necesidades, sino de sus ventajas».
En otro pasaje también fuertemente citado dice:
«Los hombres son conducidos por una mano invisible que les hace distribuir las cosas necesarias de la vida casi de la misma manera en que habrían sido distribuidas si la tierra hubiera estado repartida en partes iguales entre todos sus habitantes y, así, sin proponérselo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y proporcionan medios para la multiplicación de la especie».
En 1764 parte a Francia para desempeñarse como preceptor del duque de Buccleuch. Gracias a ello se asegura su futuro con una pensión vitalicia de 800 libras. Reside en Toulouse y en París. En la capital conoce a Jacques Turgot y a François Quesnay, jefe de la escuela económica fisiocrática. Los fisiócratas seguían la máxima de Lemercier de la Rivière: «Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui meme», un enfoque que estará presente en la obra de Smith. Es decir: «Dejar hacer, dejar pasar, el mundo funciona por sí mismo». Esa máxima debe regir la economía, pero Smith la balancea dándole un papel y unas funciones al estado como veremos más adelante.
De París pasa a Ginebra, donde conoce a Voltaire. Más tarde regresa a Escocia para concluir su obra maestra de economía. En 1776 publica en Londres la Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, conocida universalmente como La riqueza de las naciones, obra de éxito impresionante con la que Adam Smith se convierte en el autor del primer gran libro de economía considerada como ciencia independiente de toda consideración ética o religiosa, el primer escritor de la economía política clásica, el primer creador de una teoría económica del mundo y el fundador o padre del liberalismo económico. Como escribe el intelectual estadounidense Irving Kristol:
«Es el texto fundador del capitalismo moderno y se publica en 1776, el mismo año en que la Declaración de Independencia fundaba la nación capitalista por excelencia».
(Kristol, I.,1983, «Reflexiones de un Neoconservador» (1° ed.). New York: Grupo Editor Latinoamericano. Pág. 161)
En dicha obra, en vez de criticar el pensamiento de otros, Smith más bien los asume y los sintetiza en una creación propia. Como dijeron Gide y Rist: «Jamás ha rechazado Smith sistemáticamente las teorías de sus predecesores. Las ha refundido y las ha sobrepasado».
Su obra es una investigación empírica sobre el proceso de creación y acumulación de riquezas.
Smith no es un dogmático que trata de imponer sus ideas o de adecuar la realidad a sus doctrinas y más bien en su libro lo que revela es su formación de filósofo y la influencia empirista de Hume y lo que hace es describir y analizar el sistema económico de su época que denomina de la «libertad natural» y que hoy día se conoce como capitalismo liberal. Como escribe Schumpeter, el autor
«Ha sido el intérprete de su época y ha dado a ésta exactamente lo que necesitaba, ni más, ni menos. Su éxito se explica por ello y por las cualidades externas e internas de su trabajo».
Entre los postulados de Smith podemos destacar los siguientes:
Entiende al trabajo como el origen de la riqueza: «El trabajo es, pues, la medida real del valor de cambio de toda mercancía».
Establece una teoría del valor de un bien que distingue entre su valor de cambio (capacidad de su intercambio por otros bienes) y su valor de uso (utilidad que brinda). La medida del valor de cambio es el trabajo útil incorporado en su obtención.
Él descubre que la división de la mano de obra o del trabajo y la especialización de una economía aumenta la productividad y el crecimiento económico.
Smith observa que en el siglo XVIII hay un proceso escandaloso y nuevo de crecimiento económico, creación de riqueza y prosperidad. Las naciones están empezando a enriquecerse. Es un fenómeno completamente nuevo en la historia. Lo considera como algo positivo y trata de entenderlo. Se trata de la Revolución Industrial a la que Smith le da la bienvenida.
Concluye que las naciones que más se están enriqueciendo son las que se caracterizan por la mayor división del trabajo, la mayor competencia, la mayor libertad de comercio y la mayor seguridad jurídica.
Como lo resume muy bien Mariano Grondona en su libro Los pensadores de la libertad:
«En Smith emerge claramente el tema de la competencia. La competencia ha de ser entendida en el fondo como cooperación. Porque alguien, al competir con otro, le hace el enorme servicio de obligarlo al esfuerzo, a la búsqueda de sus propios límites. Lo lleva a su propia superación, con lo cual le presta un servicio. En una sociedad competitiva, todos nos estimulamos recíprocamente».
Y, por otra parte, descubre el papel del comercio en la creación de riqueza y por lo tanto «está empeñado en promover el comercio. Esta es la clave económica de su obra. Cuanto más amplio sea el circuito comercial, habrá más especialización y más progreso. Si cada uno se dedica a una tarea especial, cada uno se va a desarrollar entonces en lo que hace mejor».
Smith ha descubierto cómo el juego espontáneo entre el interés de los individuos y los actores económicos se traduce en el crecimiento económico y el aumento de la riqueza, siempre y cuando los gobiernos no intervengan en la economía de libre mercado y se rijan por el principio del dejar hacer, dejar pasar.
En resumen, para Adam Smith, la libertad económica, la libre competencia y la libertad de comercio constituyen las claves o condiciones que explican el crecimiento económico y la creación de riqueza en las naciones. Las naciones más libres son las más ricas. Las naciones menos libres son las más pobres.
También se refiere al tema de las religiones. Las critica a todas, excepto a la presbiteriana, porque dice que en ella cada comunidad elige a su pastor y además de ello, ejercita la competencia.
Como complemento y balance al sistema económico de libertad natural, que hoy llamaríamos de libre mercado o capitalismo liberal, Smith también le otorga un papel al Estado. Dice que éste debe tener un rol y funciones en defensa nacional, en seguridad nacional y policía, en administración de justicia, en infraestructura y en comunicaciones. También acepta la creación de instituciones y obras públicas que brinden beneficios a toda la sociedad. Entre estas incluye organismos que ayuden a los negocios, al comercio y a la educación.
Para Smith el estado mínimo es el ideal, pero hay que estar dispuestos a permitir funciones del estado cuando las circunstancias lo ameriten.
Después de la publicación de sus grandes obras, Smith se retira a Edimburgo, de donde apenas sale para alguna visita corta a Londres o Glasgow. En 1784 el fallecimiento de su madre golpea fuertemente su salud hasta el punto de que cuando fue nombrado Rector de la Universidad de Glasgow ni siquiera pudo pronunciar el discurso de apertura.
Recibe mucho reconocimiento y honores, aunque su vida transcurre en soledad hasta que el 17 de julio de 1790 fallece en Edimburgo, donde fue enterrado. Tenía entonces 77 años.