“La nada” como punto de partida es el denominador común en cualquier acción creativa. En un aspecto puramente visual, lo “invisible” podría traducirse como algo inexistente. No sería fácil analizar este aislado punto dentro del proceso creativo salvo que consideremos esa invisibilidad, ese vacío, como preludio de la ideación, del ejercicio intelectual o espiritual.
“La nada” precede al estímulo y el estímulo desencadena la acción. La invisibilidad va siendo invadida por la bruma de los acontecimientos, las emociones y los hechos transformadores. Contrapuesto al lado inmaterial e intangible del proceso, en la otra orilla, encontramos lo que podríamos llamar “resultado”: la suma de todo lo acontecido durante un periodo de tiempo determinado, condicionado por multitud de factores a la postre determinantes.
Entre estos dos puntos- “la nada” y “el resultado”- es donde se produce la acción artística propiamente dicha, todo lo concerniente a la experiencia emocional del artista que, en esencia, es lo que dota de valor al resultado. Todo hecho posterior, aun estando relacionado, no deja de ser un elemento periférico o secundario.
Es en ese viaje desde el punto cero -desde “la nada”- hasta el final del mismo donde encontramos el eje alrededor del cual orbitan las obras que componen la muestra “De lo invisible a lo esencial”. Un conjunto de imágenes que pretenden una entidad casi humana, donde el espectador tendrá que encontrar la manera de ir más allá del hecho de observar, invisibilizar lo superfluo y tratar de encontrar lo esencial. O tal vez la nada.