Nace en Cambridge el 5 de junio de 1883. Economista inglés y uno de los más importantes e influyentes en el mundo durante los siglos XX y XXI.
Se educa en las universidades de Eton y Cambridge bajo la guía de su maestro Alfred Marshall, quien lo induce a estudiar economía. En 1909 ingresa como profesor al King’s College de Cambridge, donde enseña hasta el final de sus días.
También destaca como hombre de negocios muy exitoso en el campo de los seguros y las inversiones.
Su obra cumbre lleva el nombre de la Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero publicado en 1936. Se le considera la base de la macroeconomía moderna. Allí propone una salida a la depresión económica de la década del treinta que se había desencadenado a partir de la crisis de 1929. Se trata de un texto para resolver los problemas que entonces tenía la economía inglesa.
Según Keynes, la depresión demuestra que los mercados no se corrigen a sí mismos y las tasas de desempleo se mantienen altísimas. Los economistas clásicos argumentan que el sector privado va a volver en su momento, a largo plazo, a lo que Keynes responde con su famosa expresión:
«A largo plazo todos estamos muertos. Se necesita algo más enérgico y a corto plazo».
(Thornton, P. [2015]. «Los Grandes Economistas», 1° ed., México: Ediciones Culturales Paidós, S.A. [pág.111]).
Propone una mayor intervención estatal en tiempos de depresión económica, un incremento del gasto público, introduciendo el concepto de demanda agregada como la suma de consumo, inversión y gasto gubernamental.
Afirma que el pleno empleo solo puede lograrse con la ayuda del gasto gubernamental. Y que dicho gasto público tiene un efecto multiplicador pues aumenta los ingresos de la gente lo que se traduce en un mayor consumo y asimismo en un incremento del empleo.
Keynes no era un teórico puro sino más bien un economista que trataba de encontrar soluciones prácticas especialmente al asunto del paro. Algunos dicen que su crianza dorada le hizo optimista y a creer que los problemas tenían solución.
Según Keynes, la crisis y el paro se debían a la insuficiente demanda efectiva, causada por la creciente propensión marginal al ahorro en las economías desarrolladas. Para que hubiera pleno empleo sería preciso que la demanda efectiva fuese suficiente para comprar todos los bienes que se producirían si todos los obreros trabajasen.
La solución consistía en incrementar el gasto público en períodos de recesión haciendo que el Estado incurriera en un déficit para crear demanda.
Si se quieren evitar las depresiones económicas, los Estados deben estimular la demanda efectiva con medidas monetarias o aumentando el gasto y la inversión.
En fin, que según Keynes, si la economía sufría una disminución de demanda, como durante la depresión de la década del treinta, el Estado debía incrementarla por medio del aumento del gasto público y la inversión en obras públicas y así evitar la recesión y el desempleo. El déficit fiscal que genera dicho gasto se podrá corregir cuando la economía vuelva a crecer.
De modo que según el economista de Cambridge el estado debe asumir un rol de director de la economía abortando las crisis económicas. De esa manera se apartaba del principio de dejar hacer, dejar pasar, propio del liberalismo clásico.
Como escribió Jean Touchard: «la revolución keynesiana concierne también a la política” y «la política económica de Keynes presupone en consecuencia una elección política» (Jean Touchard, Historia de las ideas políticas, Editorial Tecnos, Madrid, 1970, páginas 625 y 626)
Dice que:
«La expansión o recuperación, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal. Pero Keynes nunca se adhiere a las ideas de Marx y siempre aboga por conservar la propiedad privada, el capitalismo y no propone una planificación centralizada».
(Obra citada, pág. 626)
Pero sus tesis vienen a contradecir la ortodoxia de Adam Smith, influye en el New Deal del Gobierno de Franklin Delano Roosevelt y desde la percepción del público le ayuda a los Estados Unidos a salir de los males de la depresión y a revivir su capitalismo.
Sin embargo, no está claro el grado de influencia de las tesis de Keynes en las políticas de Roosevelt y tampoco si la salida de la Gran Depresión se debe a la aplicación de las tesis de Keynes y a las políticas económicas del New Deal o a la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial que reactiva su economía o a una mezcla de ambos factores, es decir, New Deal más entrada en la guerra.
Pero lo cierto es que al concluir la guerra el pensamiento económico de Keynes se convierte en el dominante tanto en los Estados Unidos como en Europa y el mundo en general. La gran mayoría de los economistas se hacen keynesianos, algunos distorsionando o exagerando o convirtiendo en nuevos dogmas las propuestas de Keynes.
A los socialdemócratas les agradó la idea de Keynes porque legitimaba la mayor intervención del Estado en la economía y la ampliación del tamaño del sector público. Pero los gobiernos liberales y conservadores también se unieron a la nueva ortodoxia. Incluso algunos gobiernos conservadores vieron en las ideas de Keynes una forma de justificar el incremento en el gasto militar y el aumento del déficit fiscal.
La mayor influencia de Keynes se produce durante las décadas que siguen a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, a partir de la década del setenta colapsa el crecimiento y las tasas de inflación aparecen muy altas lo cual abre un espacio para las críticas a las tesis de Keynes y el ascenso del monetarismo.
Autores como Friedrich Hayek y Milton Friedman señalan al gobierno como parte del problema y no de la solución, denuncian los riesgos de las altas tasas de inflación, los altos déficits fiscales y el aumento desmedido de la deuda pública y el sector público y se habla de una caída o reflujo del keynesianismo.
Pero más adelante, con la crisis del 2007 y 2008, los economistas, analistas, periodistas y políticos retoman sus ideas y se impulsan de nuevo paquetes de estímulo con gasto gubernamental pensando que así se va a favorecer la recuperación económica y se evitará la caída en una nueva depresión. Es decir que ha habido ciclos de ascenso y descenso en la popularidad de las políticas públicas de Keynes.
Si bien Keynes propone incrementar la demanda y el gasto público en periodos de paro y recesión, luego algunos «keynesianos» transforman el incremento del gasto en nuevo dogma y lo aplican tanto en tiempos de recesión como en periodos de crecimiento, lo cual constituye una distorsión del pensamiento de su maestro.
El profesor de Cambridge se consagra como el economista más influyente del mundo a mediados del siglo XX. Ya en 1924, el Rey Jorge le había hecho miembro de la Cámara de los Lores y ahora se le reconocía en el ámbito global como el gran salvador del capitalismo al sacarle del paro y la depresión y defenderlo de las dos grandes amenazas que significaban el nacional socialismo y el comunismo. Curiosamente no se le otorga el Premio Nobel de Economía.
En 1944 Keynes preside la delegación británica en la Conferencia de Bretton Woods, Estados Unidos de América, donde se constituye en uno de los fundadores de la arquitectura financiera internacional: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Fallece en Firle, Sussex el 21 de abril de 1946.