Byung-Chul Han, filósofo alemán de origen coreano, postula una pérdida de la individualidad en la sociedad transparente, donde lo íntimo se hace colectivo y define al individuo como un ser parcialmente socializado con sólo un mínimo centro de privacidad inaccesible a la esfera pública. La sociedad postmoderna ha vaciado a las personas de individualidad y las ha colectivizado, privándolas de toda identidad, determinando, a la vez, una sociedad liquida sin fuerza política, donde la existencia es una transparencia total, que significa un no ser o ser colectivo absoluto. Es decir, la negación política y social del individuo, que se convierte en una opinión externalizada o en la sombra de una ausencia de voluntad. La gente intenta ser igual a los demás, no diferenciarse y se vacían de contenido, persiguiendo el fantasma cotidiano de la improbable aceptación total.
La realización individual, ya no es un proyecto personal, sino la explotación de sí mismo, corriendo tras deberes externos, ahogándose en la anonimidad y pretendiendo al mismo tiempo ser un individuo con toda su independencia y libertad. Y esta contradicción: entre el ser y el no ser, que es siempre más lo último, nos hace frágiles, imperceptiblemente anónimos y con el sueño insostenible de ser superior y mejor a los otros. Detrás de esta imposibilidad, surge una tendencia autodestructiva, que se manifiesta en el rechazo absoluto a toda divergencia social, cultural, lingüística y de origen, porque cualquier indicio de diversidad nos recuerda nuestra insostenible homologación psíquico-social.
Antes sabíamos que éramos explotados, la oposición entre individuo y sistema era visible, pero en la sociedad transparente las contradicciones son negadas y cada persona hace suyo el proyecto del sistema, como si fuese una ley natural, la única opción sin posibles alternativas y aquí encontramos la muerte de las utopías y de la imaginación, que hasta este momento han sido las fuerzas que han permitido humanizar la sociedad y que en la anonimidad reinante deja gradualmente de ser humana y se transforma en un espejo sin imagen. La soledad del individuo se hace manifiesta en un mundo restringido de apariencias iguales, que se reflejan recíprocamente, sin contenido, como dos gotas de agua.
En este universo, encontramos además un nuevo aspecto, la lectura de las personas y la posibilidad de influenciarlas en todas sus preferencias hasta la autonegación. El plano de nuestra existencia es siempre más el de las plataformas en línea, donde todas las interacciones dejan una huella imborrable, que nos describe en nuestra anonimidad, negándonos lentamente, porque la individualidad, ya no es un filtro o un secreto personal, sino un dato en el conjunto sin límites del big data y esto abre otras puertas y posibilidades a la manipulación y al control, como hemos visto en las últimas elecciones, sea en el Reino Unido o en los Estados Unidos, donde la opinión personal se transforma en una mera variable maleable, fácil de alterar con el miedo y los deseos ocultos de ser alguien sin poder contar con una sólida identidad.
Detrás del término transparencia se esconde el verdadero peligro de la perdida de la intimidad, privacidad y, en consecuencia, de la individualidad. Y esta es la realidad actual.