Mantener una dieta saludable en pleno siglo XXI requiere mucho más que seguir los consejos tradicionales de los nutricionistas. Sí, hay que priorizar la verdura, legumbre, fruta y pescado frente a las carnes rojas y los alimentos de grano. Sí, sabemos que hay que aportar las vitaminas y nutrientes necesarios desde la alimentación infantil hasta la adulta. Incluso integramos cada vez más superalimentos como la quinoa por sus ventajas nutricionales. Pero igualmente importante resulta saber de dónde proviene cada alimento y cómo se produce. Y aquí es donde cobran una importancia fundamental los alimentos ecológicos.
El interés por los alimentos ecológicos -denominados biológicos en países como Francia y Alemania y orgánicos en los anglosajones- comienza en el siglo pasado como consecuencia de la industrialización de la alimentación y la preocupación por las consecuencias en el consumidor, el medio ambiente y en las economías locales que han sustentado tradicionalmente el sector de la producción alimentaria.
Por alimentación ecológica nos referimos a la que se produce sin emplear productos químicos -insecticidas contaminantes, por ejemplo- y se conserva solo con elementos naturales. Comprende otros aspectos pero ese es el más definitorio. Bien, ¿qué consigue el consumidor comprando alimentos ecológicos en lugar de los que se producen a gran escala?
Consigues realmente una dieta sana además de equilibrada. Uno puede llevar al miligramo las recomendaciones diarias nutricionales pero hay un mundo de diferencia entre esa verdura cultivada con insecticidas que dejan residuos que terminan dentro del consumidor o la que se cultiva sin emplear insecticidas contaminantes.
Al no contener sustancias artificiales, la alimentación ecológica previene gran parte de las enfermedades degenerativas.
Comes lo que crees que has comprado. Olvídate del queso con un 30% de queso o el zumo con un 20 % de zumo o que el azúcar a granel y los aditivos y conservantes artificiales sean el acompañante no deseado en casi cualquier cosa que vaya envasada.
Están sometidos a una estricta regulación por parte de la Unión Europea. Su consumo es absolutamente seguro.
Se basa en un modelo de agricultura sostenible que reduce emisiones y contaminantes, respeta los ciclos naturales, el medio ambiente, el bienestar animal y fomenta la biodiversidad.
Favorece la economía local y al pequeño agricultor y ganadero. La cadena de distribución se acorta y revierte un mayor beneficio en el productor de origen, fortaleciendo el tejido productivo.
Se obtienen productos de gran calidad y mejor sabor para llevarte a la boca cada día.
¿Sigues sin decidirte? Entonces deberías saber que perteneces a un grupo cada vez más pequeño. España ha aumentado en un 40% la demanda de productos ecológicos en solo dos años y ya se encuentra entre los diez países con mayor consumo.