Recordemos brevemente el argumento:
Éléazar, cuando era joven, había vivido en Italia, cerca de Roma y había visto a sus hijos ser condenados por el conde Brogni y quemados como herejes. El propio Éléazar fue desterrado de Roma y obligado a refugiarse en Suiza. En el camino a este país, Éléazar ve un bebé a punto de morir, abandonado fuera de una casa quemada. La casa resulta ser la del conde. Los ladrones disparan y creen que han matado a toda la familia del conde, sin darse cuenta de que el propio Brogni estaba en Roma. Éléazar tomó al bebé, una niña, la hace pasar como suya y la llama Rachel. Brogni a su regreso, ante el horror que le espera entra al convento para hacer frente a su dolor y posteriormente, toma los hábitos y llaga a convertirse en cardenal.
Cuando comienza la ópera, Rachel, ya una mujer joven, vive con su padre Éléazar en la ciudad de Constanza. Éléazar es joyero. La animadversión entre los cristianos y los judíos continúa y las leyes reflejan dicha situación. Por ejemplo, si un judío y una cristiana tienen una relación sexual, la cristiana es excomulgada, mientras que el judío es ejecutado. Rachel está enamorada de un joven que cree que es un estudiante judío. De hecho, se trata de Leopold, un príncipe de la región, que no sólo es cristiano, sino que también está comprometido en matrimonio con la princesa Eudoxie. Rachel invita a Leopold al Séder de Pésaj (cena de Pascua judía) en la comunidad.
Mientras Éléazar y los invitados judíos cantan las oraciones de Pésaj, Rachel se preocupa, extañada, cuando se da cuenta de que Leopold rechaza el pedazo de pan ácimo (matzá) que ella le da. Es entonces que él confiesa que es cristiano, sin revelar su verdadera identidad. Rachel está horrorizada y dice que, sin saberlo, ella ha ofendido no sólo a su padre, sino su honor y a su Dios. Le recuerda las graves consecuencias que a ambos les esperan. Él promete que la va a tomar como esposa. Ella trata de resistirse, preocupada de abandonar a su padre, pero finalmente sucumbe a sus proyectos. Pero pronto se enfrentan a Éléazar y maldecido, Leopold huye.
Rachel lo sigue al palacio, donde él le demuestra su amor, una acción que conduce a la muerte para ella y para él la excomunión. Éléazar los sigue. Mientras se profieren gritos de desconfianza, los tres son llevados a prisión. En la siguiente escena, Eudoxie solicita y recibe permiso para hablar con Rachel en la cárcel, donde le pide salvar a Leopold declarando su inocencia. Eudoxie le ruega que diga que fue culpa suya cantando una hermosa aria, y Rachel accede. Eudoxie se despide. El cardenal Brogni aparece y le dice a Rachel que él puede salvarlos a todos. Le pide a Éléazar convertirse al cristianismo, pero Éléazar responde que prefiere morir. Es entonces que se vuelve vengativo. Le recuerda al cardenal el incendio en su casa en Roma hace tantos años y luego le dice a Brogni que su niña no está muerta, pues fue salvada por un judío y sólo él, Éléazar sabe quién es. Éléazar amenaza con que el secreto morirá con él. Brogni suplica en vano. Luego de este encuentro, Éléazar canta la más bella aria de la ópera. Canta que quiere vengarse por la muerte de sus hijos, pero de repente se mortifica de que será responsable de la muerte de Rachel. Se lamenta y sufre cantando que sólo él puede salvarla, si admite que él no es su padre y le dice al mundo que ella no es judía sino cristiana y la hija del cardenal.
En el punto en el que él casi se ha convencido de que debe rendirse, oye a la gente gritando, pidiendo su muerte, y decide que nunca devolverá a Rachel a los cristianos. Éléazar y Rachel son llevados al cadalso desde donde serán arrojados a las llamas. Rachel se aterroriza y suplica piedad. Éléazar por su parte no le revela quién es su verdadero padre, pero le dice que puede vivir si se convierte al cristianismo. Ella se niega y se va al cadalso ante él. Cuando el pueblo exige su muerte, Brogni le pregunta a Éléazar:
—Dime, ¿es que mi hija sigue viva?
—Sí.
—Señor, ¿dónde está?
Éléazar muestra la hoguera mientras Rachel se lanza y le grita:
—Esa es tu hija, que perece en las llamas.
La ópera termina con un coro de monjes, soldados y el pueblo cantando «¡Está hecho y nos hemos vengado de los judíos!»
Desde el momento en que Éléazar recoge a la niña recién nacida, podemos pensar: ¿no podría haberla entregado a un convento? Sencillo pensarlo, pero siendo judío, debía vestir como tal, con las marcas que la sociedad les asignaba a los judíos para identificarlos. Probablemente lo habrían condenado a muerte acusándolo de alguna atrocidad. Recordemos además que estaba huyendo
Luego la crítica dice: ¿Por qué Éléazar no le reveló a Brogni que Rachel era su hija? ¿No es este un acto de terrible venganza, de rencor y odio? A nivel popular se habla de que la justicia divina cayó sobre Brogni, pues fue quien condenó a muerte a los hijos de Éléazar. Todo parece indicar que el único propósito de Éléazar era esperar hasta poder ejecutar su magistral venganza, aun a expensas de su vida. Solo pensarlo nos llena de oscuridad. Pero, ¿es así? ¿Ignoraba Halevy, siendo judío, las posibles consecuencias que podría traer contra los judíos el componer una ópera con un personaje judío, vengativo, malévolo y rencoroso?
Empecemos con recordar que la obra es ficción o, al menos, ficcionada. Sabemos, sin embargo, que la realidad fue mucho peor. ¿De qué depende esa realidad? Depende de nosotros. Pero ahora, para poder apreciar las cosas desde el otro lado del espejo, alejémonos de los juicios desde la perspectiva europea de entonces, y consideremos lo siguiente, tratando de pensar como Éléazar: ¿qué es mejor para Rachel: regresar a su padre biológico, sabiendo lo monstruoso a nivel humano que puede ser, o dejar que ella elija su camino? El primer caso es prácticamente una imposición, y una especie de traición hacia Rachel. La otra opción es dejar que ejerza su libre albedrío.