Ha sido en Navarra. Donde casi sin esperarlo me he topado con una verdadera joya arquitectónica, olvidada, derruida, pero aún hoy muy viva.
La Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaitzeta, en el fondo del Valle de Aezkoa, junto a la Selva de Irati, nos ofrece un espectáculo arquitectónico de primer orden. Construida allá por el 1784 y abandonada en 1884, supone un ejemplo de la mejor arquitectura fabril de nuestra península.
Con un planteamiento radicalmente moderno, ya no por la influencia del Enciclopedismo francés en su concepción (al plantear una ciudad en miniatura donde vivían y trabajaban 150 familias, incluyendo al programa de fabricación de armas, un vasto complejo funcional de viviendas, iglesia, horno, cuartel defensivo, plaza pública…), sino por la funcionalidad de su trazado, propia de un proyecto industrial en los albores del siglo XX.
El edificio, organizado en 5 bandas paralelas que alojan este complejo sistema de usos fabriles y urbanos que sorprende por su sencillez y limpieza del planteamiento. Establecida sobre en el lecho del río, en tres niveles y cinco bandas tangentes, se extiende a lo largo de su cauce, aprovechando de manera inteligentísima los recursos naturales que existen en el lugar.
Se trata de un proyecto cuya sección revela la belleza de una planta precisa. Una concatenación de usos precisa como el mecanismo de un reloj permite leer el complejo a través de un recorrido por su sección. Desde la ladera de la montaña (donde se obtiene la madera para servir de combustible y que por simple gravedad llega a los almacenes), pasando por la bellísima nave arcada y surcada por el río, que atraviesa el edificio, del que sus molinos extraen la fuerza motriz para funcionar, llegando a la zona de fabricación en el corazón del mismo, y subiendo de nuevo la ladera para terminar en los espacios comunes, más urbanos donde la plaza pública, atravesada hoy por una carretera, se define por la iglesia, viviendas y dependencias anexas citadas.
Recorrerlo hoy debería suponer un ejercicio de pausa conceptual. De vuelta a los orígenes. De entender lo que significa la más grande arquitectura, aquella que entiende la sostenibilidad desde el sentido común. Aprovechando la naturaleza, el terreno, los recursos, de un modo inteligente y bello a la vez.
La fuerza del agua moviendo todo un mecanismo fabril, el bosque nutriendo de energía al edificio, la hibridación de usos como soporte de un proyecto incluso hoy contemporáneo. Ahora se llaman mixed-use buildings, hybrids… cualquier anglicismo vale para hacer parecer nuevo lo que siempre hemos sabido. Que la arquitectura, la honesta, la buena, es sostenible sin etiquetas.
Imaginar este lugar, que es fábrica y es ciudad, que es barrio obrero y alto en el camino, pleno esplendor nos llega a sobrecoger. Riqueza cultural y riqueza económica de nuevo van de la mano. Y no era la única, en la cercana Eugui existe otra similar, a escala mayor. Ya estoy preparando la próxima visita.