Es una de las 17 comunidades autónomas de España y es el hogar de 7,5 millones de habitantes. De Cataluña proviene casi un quinto del producto interior bruto de España, el equivalente a la economía de Portugal, y ha estado a la vanguardia del desarrollo económico español desde el siglo XIX. Su capital es Barcelona, la anfitriona en 1992 de los Juegos Olímpicos y desde entonces ha sido el centro de la sobresaliente industria del turismo español, con más de ocho millones de visitantes en 2016.
Cataluña tiene su propia historia, cultura y lengua, como otras comunidades autónomas de España. Y ya en la década de 1930, la creciente intención de su autonomía política de Madrid fue una de las razones que provocó la Guerra Civil española. Francisco Franco reprimió las libertades civiles y suprimió el uso del catalán.
La nueva administración del Estado, en 1978, le otorgó a los catalanes una importante autonomía política, pero con lo años no parece suficiente. Ya he dejado claro lo que pienso en artículos anteriores sobre esta tema, no creo que se esté dando una situación de injusticia social ni política en Cataluña, ni tampoco creo que el Gobierno catalán esté autorizado para hablar en nombre de todos los catalanes, ni mucho menos en nombre de todos los españoles.
Para los libros de historia en el futuro será «el referéndum» de independencia en Cataluña, el mismo anulado por el Tribunal Constitucional, el que ha dejado escenas de tensión con centenares de heridos y reacciones internacionales y nacionales.
Las fotos de las cargas policiales en los centros de votación salían en todas las portadas. La tensión entre la Guardia Civil y la Policía Nacional con los Mossos d´Esquadra por su inacción ante la celebración del referéndum. Mariano Rajoy responsabilizando al Govern catalán de los incidentes. Puigdemont abriendo el camino a una declaración de independencia. Ada Colau diciendo al presidente del Gobierno «cobarde» por inundar Barcelona de policía. Sánchez pidiendo diálogo político con la Generalitat y posicionándose del lado del Gobierno del Estado. Pablo Iglesias, cómo no, pedía la dimisión de Mariano Rajoy. Y todo el país inundando las calles.
Tras el domingo de referéndum, el 3 de octubre, el golpe de Estado independentista tuvo una visita, de esas que no dejan indiferente: el discurso del Rey. El Jefe del Estado lo dejaba claro, tranquilizaba a España y no iba a permitir ninguna revolución. El efecto de esta aparición fue regenerador y todos los españoles se vieron llamados a «defender» su bandera y su país.
El rey protagonizaba el papel de liderazgo institucional que correspondía a Mariano Rajoy. Este último, sabedor del altísimo precio del artículo 155 de la Constitución Española, ha dejado que el marco de su aplicación lo construya la Jefatura del Estado. Tras la fuga de empresas y la gran manifestación del 7 de octubre en defensa de la unidad nacional se ha creado en la opinión pública el clima de excepción que el Gobierno necesita para decidirse a aplicarlo. Aún así, a menos que los separatistas declaren la independencia, Rajoy no moverá ni un solo dedo.
Sin tanques en las calles, pero experimentados de grandes sustos, hemos vivido un golpe de Estado a cámara lenta, donde varias compañías catalanas valoradas en casi 53.000 millones de euros se han salido del mapa catalán. Creo que no es una cuestión de miedo a la independencia, es una cuestión de imagen. Los hechos han demostrado que lo catalán y la revolución separatista ya son bastante molestos y enojosos para el resto de España. Siendo empresas catalanas, es muy obvio que este éxodo ha sido un gesto de imagen por la patria, corrían el riesgo de perder mucho, muchísimo clientes y muchísimo dinero.
Aquí esta la miga, el dinero ha sido el golpe más claro al nacionalismo secesionista. Cataluña no está preparada para independencia y la salida de los bancos significa descapitalización, y a esto le sigue la fuga de industria, y a esto le sigue la pobreza. No se puede tener al mercado español, a la banca, a la Unión Europea, al Banco Central Europeo, a la OTAN, al Vaticano…y ser independientes. Y hay que ser muy ingenuo, o ser los Pujol, los Mas, los Puigdemont, para pensar que pueden engañar a España y Europa.
La mayoría de los españoles apoyaría la suspensión de la autonomía de Cataluña en caso de que haya una declaración de independencia unilateral. Y lo piensan porque la Cataluña silenciosa se echó a la calle el 7 de octubre y por fin se hizo real frente a los separatistas. Era necesario, porque es la mitad no nacionalista la que ha reequilibrado las fuerzas y la realidad social de los catalanes.
¡Basta ya de tanta comparsa! Hay que dar una respuesta a todo lo que está sucediendo. Hay que meter a los sediciosos en la cárcel y que ablanden el cerebro para que dejen de poner al país a sus pies. Los golpes de Estado no se pueden convertir en un instrumento en un país como España, el respeto a la ley y al orden público no puede ser una broma para esta gente. Hay que llevar al país a las urnas para que los partidos políticos dejen claro qué quieren para el futuro de España, y si eso incluye la aplicación del artículo 155, que se haga, pero que lo decidamos todos.
No es el momento de reformar la Constitución, no así cuando lo piden lo independentistas, no así cuando lo pide Pedro Sánchez, no así cuando nuestro Estado consta de otras comunidades autónomas, sería aceptar su golpe de Estado. Vamos a premiar con más prebendas a los que han puesto nuestro país al borde del infarto, nunca había visto tanta bandera española en los perfiles de los chats, la gente ya no se despide con un beso, tras una conversación por WhatsApp, ahora te mandan una bandera española.
Los separatistas han llegado tan lejos que han conseguido trasladarnos su psicosis, han conseguido que todos los medios de comunicación hablen del nacionalismo, han conseguido que tengamos que posicionarnos ante tanta falta de vergüenza. Soy española y me siento orgullosa de mi bandera. Quiero a mi tierra con toda su cultura, me encanta el marisco gallego, los sobaos de Santander, la paella de Valencia…y también amo a Cataluña y amo a mi país. Saquemos a estos impresentables del Parlamento catalán, hagamos cumplir la ley con los golpistas y que terminen en la cárcel y, por favor, pongamos sobre las urnas las preguntas correctas.
¿Estará la respuesta de nuestro Gobierno a la altura del desafío independentista?