¡Bienvenido de nuevo al viaje que hemos acordado tomar juntos! Te he estado esperando y tal vez tú también lo haces, para guiarte a dar los primeros pasos. Por supuesto, estoy feliz de hacerlo, ya que, en realidad, este es mi objetivo. Si bien estoy particularmente interesada en estudiar el género, el color de piel y el sexo, sin duda también encontraremos lo que no estamos buscando. ¿Y quién puede saber lo que puede pasar? Comencemos e intentemos averiguarlo.
Nuestra primera cita a ciegas será con Jesse. Sólo él, de todos los que nos toparemos, no ha estado ciego desde su nacimiento, sino que perdió la vista a mediados de los treinta años. Él es, para nosotros, un puente entre los dos mundos.
Cuando su vista empezó a desvanecerse, Jesse caminó y caminó de nuevo con cuidado por todas las calles de su ciudad, creando un mapa mental que esperaba guiarlo cuando sus ojos ya no pudieran. Fue una estrategia inteligente, pero conmovedora y que le sirvió durante muchos años hasta que las calles comenzaron a cambiar y fueron ocupadas por los nuevos edificios y tiendas. Su universo se había encogido y finalmente se había transformado. Pero siguió adelante y, con la ayuda de amigos videntes, aprendió, lo mejor que pudo, sobre los nuevos puntos de referencia.
Yo también estoy empezando a navegar por un mundo nuevo, donde la vista tampoco me ayuda. Quiero investigar la ausencia de visión para aprender más sobre su presencia. En última instancia, busco la ceguera de los videntes.
Jesse y yo hablamos por teléfono, un medio en que nuestras habilidades sensoriales son las mismas. Pronto eso va a cambiar, ya que haremos una cita para reunirnos en una cafetería específica que ambos conocemos. Está en su mapa mental y él tiene su café con leche y croissant mañanero allí cada día. «Ven conmigo -me dijo- el lunes por la mañana al Café Med».
En vista de que se aviene el lunes por la mañana y me estoy preparando para nuestra reunión, empiezo a elegir lo que voy a ponerme. ¿Un traje de negocios o algo más casual? ¿Tacones o zapatillas? Joyas y, en caso afirmativo, ¿qué tipo? Cada elección es importante en el mundo vidente, incluyendo, como hemos visto recientemente en el acosado congreso estadounidense: ¿blusa o vestido sin mangas o con mangas? Estas decisiones conllevan implicaciones.
En realidad, me toma unos minutos darme cuenta de que todas estas decisiones que las mujeres y los hombres videntes tenemos que hacer cada minuto de nuestras vidas, no tienen ningún sentido para Jesse. Él no tendrá la menor idea de lo que llevo puesto ni de los mensajes visuales que proyecto. Podría ir vestida con un buzo para correr, pero no lo hago para no comprometer, en mi mente, mi ética profesional. Soy una prisionera de mi propia vista. Es un código que todos los videntes de la sociedad aprenden, e incluso yo, que me he burlado de él, a menudo me conformo.
Un rato más tarde, me dirijo a la zona de la cafetería y estaciono mi coche. Quiero llegar un poco más temprano, así podré ver a Jesse cuando llegue, ya que él, a menos que me le acerque, no podrá ubicarme. Al entrar en la habitación, miro alrededor para ver si Jesse ha llegado. Veo a cada hombre en la habitación, sosteniendo la mirada sólo el tiempo suficiente para ver si me están viendo. Esto es algo que nunca haría como mujer, ya que mirar directamente a un hombre en los ojos podría ser tomado como flirteo. Junto con mi atuendo, he aprendido algo más sobre cómo usar mis ojos.
Pero estoy aquí para aprender también sobre la ceguera. Pido mi habitual café expresso y tomo un asiento donde tengo una visión completa de la entrada. Un ciego con un perro entra. ¿Podría ser Jesse? Pero él me había dicho que usaba un bastón y no un perro. Es posible que haya más de un ciego en este café, ¿o no?
Unos minutos más tarde, un hombre ciego entra con su bastón. Llega al mostrador y solicita su orden habitual. Él no hace nada para buscarme sino que espera que me le acerque, lo cual hago. Más tarde, Jesse y otros hombres me dirán que, a veces, por su pasividad obligada, sienten su masculinidad comprometida. Pero estoy adelantándome.
Jesse es de estatura promedio con el pelo escaso de la gente de mediana edad. Él está vestido de forma casual, todo en marrón y su piel es de color amarillo rosáceo, un color que llamamos como “blanco” solamente cuando está en la piel. Me acerco a él y anuncio mi presencia. Me extiende la mano en un gesto que no había visto antes, una especie de gesto en forma de l con el brazo superior tocando su propio costado. Me doy cuenta que quiere estrechar mi mano, pero no sabe la distancia entre nosotros, así que no puede extender su mano con confianza.
Él es cálido y amable, toma mi brazo (un gesto que sería prematuro en un mundo vidente) y me pide que lo lleve a una mesa, lo que hago. Nos sentamos y pedimos nuestras bebidas. Le pregunto si está bien si grabo nuestra conversación. Él está de acuerdo y pongo mi grabadora en una esquina de la mesa, temiendo que Jesse -que no puede verla- la llegue a golpear. En mi nerviosismo, sin embargo, inmediatamente hago lo mismo... (continuará).
Basado en mi libro Sight Unseen: Gender and Race through Blind Eyes, 2015, Columbia University Press.