Difícil resulta concretar en un área geográfica tan extensa como la castellanoleonesa el sinfín de celebraciones populares y festivas de carácter gastronómico e interés turístico, más aún teniendo en cuenta el profundo patrimonio cultural e histórico de esta comunidad. Siglos de efervescencia social han compuesto, en la vertiente lúdica, un auténtico festiario popular que se ha convertido en uno de sus principales activos patrimoniales. Y si es notoria la relevancia de sus celebraciones religiosas, especialmente la Semana Santa, dada la estructura rural en torno a la que se articula su población, la relación festiva con la gastronomía se hace, si cabe, aún más evidente.
Entre las típicas celebraciones campestres más añejas se encuentran las calbotadas abulenses del Valle del Tiétar, caso de la Calbotada (castaña asada en fogatas en las que introducirán latas llenas de castañas) de Candeleda celebrada el 1 de noviembre, donde con la llegada de la tarde-noche se asan las castañas en latas que se introducen en múltiples hogueras y fogatas. La castaña también es protagonista el Día de Todos los Santos en la Fiesta del Magosto berciano, en la leonesa Santa Marina del Sil, reuniones en torno a fogatas en las que el homenaje a este producto ancestral y a su recolección se conjuga con todo tipo de actos folclóricos y actividades culturales, con degustación de otros productos bercianos, concurso de cestería y nombramiento de castañero del Bierzo incluidos.
El perfil de subsistencia y primario de los alimentos tradicionales leoneses también se expresa perfectamente, a mediados de septiembre, en La Alubiada de La Bañeza, en la que las alubias se reparten cocinadas en cazuelas de barro y se comen con cuchara de madera; o en la hortofrutícola Feria del Pimiento de Benavente y productos de la tierra durante el último fin de semana de septiembre.
En la palentina Herrera de Pisuerga cada primer domingo de agosto se celebra el Festival de Exaltación del Cangrejo de Río, con concursos de cangrejos vivos y preparados que culminan con una gran paella popular y la quema de la Falla del Cangrejo. Otra exaltación declarada de Interés Turístico Nacional es la que protagoniza, en Bembibre, el Botillo. Su Festival Nacional, celebrado a principios de febrero desde 1973, une a los restaurantes del lugar en la oferta y degustación de este embutido curado típico del Bierzo.
Pero no todo es sobriedad en Castilla y León, porque al recio carácter atribuido habitualmente a los castellanos, también hay que reconocerles su gusto por el carnaval. Los Carnavales del Toro en la salmantina Ciudad Rodrigo, son prueba fehaciente. Allí, desfiles, encierros a caballo y corridas de toros, siempre son suculentamente acompañados de degustaciones de los embutidos de la tierra charra, caso del típico farinato, rematando con el Toro del Aguardiente y el reparto de perronillas.
Esta suerte de ranchos populares han venido a promocionar toda una serie de alimentos tradicionales de calidad. Cada año se hace más patente su presencia en las fiestas de Interés Turístico Regional y Nacional, como en la de Astures y Romanos de Astorga, en las que han arraigado Jornadas gastronómicas ambientadas por «esclavos y esclavas»; o las Fiestas de San Juan o de la Madre de Dios en Soria, con el reparto de la tajada del novillo, la subasta de los despojos; la Gran Paellada Ollerense, durante el primer fin de semana de agosto en Olleros de Pisuerga (Palencia), que concentra a más de 2.000 personas junto a la iglesia rupestre de San Justo y Pastor, y extendida hasta el lunes, con la cena del pollo a la ollerense con pimiento rojo y pimentón, concurso de tortillas y gran chocolatada.
Ante los rigurosos inviernos de la vieja Castilla, resulta inevitable acudir a las Jornadas de la Matanza de El Burgo de Osma (Soria), que organizadas por el restaurante Virrey Palafox desde hace tres décadas en los fines de semana de febrero y marzo. Pero si hemos de calificar como más que loable esta iniciativa a nivel privado, si hablamos de cerdo ibérico tenemos la obligación de referirnos a la Matanza Típica de Guijuelo, en la que se evocan en sesiones consecutivas durante varios días matanzas caseras de antaño, si bien que corregidas y aumentadas con pregón y discursos, participación institucional y sectorial de industriales de la chacinería, investidura del Matancero de Honor, concurso de jotas castellanas premiados con jamones, matanza en la calle realizada por maestros matarifes, seguida de despiece, exposición y degustación de los productos derivados, visita al museo de la Industria Chacinera, desfile de cofrades provenientes de toda España…
La importancia del turismo micológico determinó la creación del Proyecto MyasRC, por el que se ha pretendido la regulación y comercialización ordenada de los amplios recursos micológicos de Castilla y León, con ejemplares a buscar y recolectar durante todo el año y a lo largo de toda su geografía, desde los populares champiñones, perrechicos, níscalos, setas de pie azul, parasoles, senderillas, colmenillas o setas de cardo hasta la Amanitas caesarea y el exquisito Boletus edulis.
No nos resistimos a darnos un garbeo más cosmopolita a través del Concurso Nacional de Pinchos y Tapas Ciudad de Valladolid en el ámbito de su propio Festival Internacional, que, como indica su director técnico, el periodista gastronómico Luis Cepeda, convierte a la ciudad en esos días en referente nacional de la tapa, ya que sus bares ofrecen las creaciones concursantes, procedentes de toda España. También la Indicación Geográfica Protegida Lechazo de Castilla y León, une nuevas tendencias con recia tradición. Con sede en Aranda de Duero, participa con su sello, logotipo e imagen de marca, de calidad específica y certificada, en prestigiosos certámenes naciones, internacionales y también regionales, como la feria de Turismo Interior INTUR en Valladolid.
Por fin, debemos concluir, claro está, con el vino, dada su importancia en el desarrollo de la región, con nada menos que diez denominaciones de origen: Ribera del Duero, Cigales, Rueda, Toro, Bierzo, Arlanza, Arribes, Tierras de León, Tierra del Vino de Zamora y la recentísima Cebreros. Pese a que la mayoría de ellas son muy jóvenes o de implantación relativamente reciente, lo cierto es que la cultura vitivinícola forma parte indisoluble de la etnografía castellana.
Por ello, si como reflejo de la modernidad encontramos al vino como protagonista en certámenes y concursos de gran relevancia, como los internacionales Zarzillo o los Premios Envero organizados por el Ayuntamiento de Aranda de Duero, lo cierto es que la ancestral vendimia, entre los meses de agosto, septiembre y octubre, tiene sus respectivos homenajes, pisados de uva, mercados medievales, y degustaciones en celebraciones folclóricas de gran tradición. Declaradas de Interés Turístico Regional de Castilla y León son la Fiesta de la Vendimia de Cigales, con su desfile, curso de cata y elección de bodeguera mayor; la de Toro, con sus desfiles y catas de vino; la de Rueda, con feria de artesanía, exposiciones diversas artísticas, talleres de artesanía, ofrecimiento del primer mosto, nombramiento de las nuevas lagareras, feria del vino blanco; la de Peñafiel; o la itinerante de la Ribera del Duero, celebrada cada año en un municipio burgalés acogido a la DO.