Hay una canción que dice que Sevilla tiene un color especial... y sí que lo tiene. Desde que me fui a Madrid para estudiar, uno de mis destinos soñados era poder visitar la región de Andalucía, especialmente Sevilla. Siempre me pareció una ciudad preciosa, con mucha historia y un encanto especial a flor de piel y no fue hasta el mes de mi despedida de España que pude visitarla con mis padres.
No me equivoqué, la ciudad es de las más hermosas que he visitado hasta ahora, me enamoré desde el minuto uno, en el taxi camino al hostal. Todo era lindo, colorido, y con edificios impresionantes.
Viajamos desde Madrid en tren, salimos en el primero de esa mañana para llegar lo más temprano posible y poder aprovechar al máximo las 24 horas que tendríamos para conocerla.
Teníamos una lista de lugares que no podíamos perdernos, desde el apartamento que rentamos por esa noche era muy fácil moverse caminando a todos lados ya que estábamos muy bien ubicados cerca del centro histórico de la ciudad, y si hay algo que yo disfrutaba mucho de viajar por Europa era conocer sus ciudades a pie, observando todo y mezclándote con los locales.
La Giralda y el Alcázar son impresionantes, pero el lugar que me dejó con la boca abierta de lo espectacular fue la Plaza de España. La había visto en fotos, pero estar ahí cambió todo. Ni siquiera las descripciones que pueda hacerle le harían justicia, es algo que deben ver con sus propios ojos y recorrerlo completo, de punta a punta. Ver su fuente al medio de todo, cruzar el puente y, por qué no, subirse a los barquitos y pasearse un rato.
Otro lugar que no se pueden perder es el Archivo General de Indias ubicado muy cerca de la Giralda y que contiene toda la documentación referente a la administración de las colonias españolas en América. Recorrimos salones con libros de piso a pared, biografías de los que estuvieron a cargo de las expediciones, esos que leemos en los libros de historia… básicamente son salones y salones de libros con todos los detalles de lo que sucedía en el continente americano en esa época, fue algo realmente sorprendente. Aclaro que no se pueden sacar los libros y leerlos como en una biblioteca, pero sí puedes acceder a extractos disponibles para los visitantes y si alguien necesitara algún documento específico por temas de investigación tendría que hacer las solicitudes y sacar los permisos pertinentes.
Algo que no nos esperábamos para nada fue el calor infernal con el que nos encontramos en Sevilla. Muy lindo todo, pero qué manera de derretirnos. De un momento a otro nos topamos con unos 40 grados que nunca en mi vida había sentido, desesperados corrimos a buscar refugio bajo un árbol inmenso en la Plaza de España y a comprar unos granizados para refrescarnos, decidimos irnos al apartamento, refrescarnos, recuperar fuerzas y volver a salir cuando bajara un poco el sol. Eso sí, no volvimos caminando, sino en taxi, entiéndase que ya no podíamos más con el calor y caminar nos iba a terminar matando.
Horas más tardes, ya recuperados, volvimos a salir para encontrarnos con unos amigos de la familia en la Giralda y ellos se encargaron de hacernos la otra parte del tour por Triana y la calle Sierpes. Nos contaron datos que solo los locales conocen de su ciudad y nos recomendaron donde comer una buena paella y ver un buen tablao.
Sevilla se quedó con un pedacito de mí, me encantó con su música en las calles, su acento, su historia y sus edificios espectaculares… me iría a vivir a Sevilla sin dudarlo, y más si es cerca de la Plaza de España.