Me encuentro al norte de Vietnam y las siguientes 48 horas estaré atrapado ante el cierre de actividades para que las familias se reúnan en actos de reflexión.

Hoy es un día especial: se celebra el Año Nuevo Lunar (Tet), al igual que en ocho países asiáticos.

Este 2025 tuve la suerte de celebrar dos veces el inicio de un año, por coincidencia conmemorando el primer aniversario de sobrevivir a una hemorragia subdural crónica. Doy gracias por lo que me tocó vivir.

Los vietnamitas adoran sus flores, y en estos días he visto un caleidoscopio fantástico de pétalos y colores. Árboles de mandarinas y duraznos simbolizan a la suerte y la longevidad, todos compran para decorar el interior de las casas, las mandarinas van listas para saborear, los duraznos aún están en flor.

La ciudad capital es Hanói, colonia francesa durante décadas. El paso firme de Francia dejó una influencia palpable en arquitectura, arte, gastronomía y política, aunque ahora decline con el paso del tiempo.

Me gusta Vietnam. La gente es amable, honesta y sonriente. Al menos en el norte, todavía no he pisado el viejo Saigón.

No me he sentido en peligro en ningún momento, el crimen es mínimo y no he visto presencia policial. La cerveza es agradable tanto como su café, que para sorpresa viene en diferentes presentaciones: salado, yogurt o de huevo.

El deporte favorito de locales y visitantes es pasar tiempo en un enorme despliegue de cafeterías y dejar que el tiempo transcurra con lentitud, observando a la gente circular en los alrededores.

Los motociclistas están en todos lados, incluso en el interior de los mercados. Debes cruzar la pista siempre hacia delante y evitar retroceder. Es un caos organizado y sin embargo cuentan con la reputación de ser habilidosos conductores, como una orquesta bien afinada.

El crecimiento económico de Vietnam es sólido, para beneplácito de cien millones de habitantes.

Durante el primer gobierno de Trump, a raíz de la guerra tarifaria con China, se capitalizó una gran oportunidad para su desarrollo. Modernos carros, europeos y americanos, japoneses, coreanos o chinos muestran un poderoso auge económico.

País socialista y ordenado. El turismo también vive un auge que saben explotar. Los tours que he tomado son bien organizados, honrando el viejo adagio de “la práctica hace al maestro”.

No existen los derechos de autor, y las grandes compañías han enviado a manufacturar sus productos allí para acceder una mano de obra barata. Ahora se lamentan al ver cientos de tiendas de regalos exhibir marcas de prestigio que la gran mayoría de los extranjeros compran a la tercera parte del precio.

El viejo Hanói, el barrio denominado The Old Quarter, es el mejor lugar para hospedarse. Originalmente, 36 calles, y ahora 100 hectáreas de calles llenas de vericuetos con agradables sorpresas.

La comida es fantástica, basada en una explosión de cuatro sabores principales: salado, dulce, picante y agrio. Me gustaron los caracoles de rio, sándwiches y anticuchos, así como la gran variedad de sopas y frituras. Mozos con el pecho descubierto mostrando sugerentes tatuajes son parte del ambiente artístico o culinario en los restaurantes callejeros.

Siempre quise visitar la bahía de Ha-Long, una linda bahía a tres horas de Hanói. Luego de explorar diversas agencias de viaje, me decidí por una linda vietnamita de dulce sonrisa. Compré un boleto que incluía trasporte y alimentación por dos días.

Luego de tres horas de viaje en auto, llegamos a un barco crucero en buenas condiciones, aunque maquillado para disimular el paso de los años. Cuando un turista preguntó la edad del barco y alguien respondió 15 años, por dentro sonreí por la falsedad.

Felizmente decidí pagar extra por el suplemento y no compartir habitación.

Originalmente iba a viajar con una amiga: lamentablemente, su apéndice había explosionado y estuvo luchando contra una septicemia. Ahora está fuera de peligro, pero tuvo que cancelar el viaje y decidí continuar solo.

El grupo se componía de alemanes, franceses, israelís, árabes, una dispareja pareja australiana y Brenda, una peruana que se volvió mi favorita por su actitud amistosa.

Paisajes maravillosos en una bahía que ya obtuvo reconocimiento mundial de la Unesco. Cuevas diseñadas para caminar y miradores en pequeñas colinas son solo algunos de los atractivos en tierra que, por la excesiva cantidad de turistas, no invita a visitar.

La temporada de turismo está vigente y debes armarte de paciencia. En el barco, los jóvenes árabes manejaban un dron y en la embarcación realizaban despliegue de su habilidad. Lamentablemente, cuando realizaban unas fotos grupales, todos vimos cómo perdieron el control y, ante el horror de todos, el dron cayó fuera de borda al agua. Los árabes ahogaron un grito tras mirar al vasto océano y luego se abrazaron. Tuvieron la suerte que el bote auxiliar estaba amarrado a babor y el dron aterrizó en el techo.

Buena comida, hora feliz, clase de cocina y karaoke fueron incluidos para entretener. Felizmente, no hice ningún comentario absurdo a la pareja de australianos. Inicialmente pensé que eran padre e hija, pero pronto caí en cuenta que eran enamorados.

Las cataratas de Ban Gioc también merecen una visita, aunque sea un lugar demasiado turístico. El rio separa China de Vietnam y los chinos tienen el control al haber construido una represa.

Estoy próximo a continuar mi periplo al sur.