El espacio guipuzcoano ha aglutinado un desarrollo escultórico que indudablemente parte del academicismo decimonónico, pero se despliega bien entrado el siglo XX. Indudablemente la escultura contemporánea vasca se desarrolla por caminos muy próximos, el de Oteiza y Chillida, del que han bebido las nuevas generaciones que les han sucedido. Entre esos nombres propios, está el de Iñigo Arregi, que discurre desde la influencia de los maestros, hasta alcanzar su propio concepto escultórico. Un momento determinante, es sin duda, su coincidencia en la Escuela de Aránzazu, con los trabajos de los artistas en la Basílica.
Un camino que se ve con claridad en las últimas décadas, un desarrollo que se aprecia en sus maquetas, como elemento principal de un resultado definitivo que adquiere forma ante nuestros ojos. Es como una amplísima variación geométrica, en la que recrea su elemento creativo y con el que marca una línea muy particular que lo identifica. Todo un dispositivo que se hace imprescindible en el proceso de su trabajo.
Resumir su trayectoria sería arto imposible en tan pocas líneas. Sus resultados quedan evidentes en esta muestra, donde con matices, queda marcada la secuela de un antes y un después en un recorrido ya largo en el tiempo. Un puzle tridimensional, donde el plano se une de una forma natural sin investigar obligado el volumen. Su trabajo es meticuloso, analizado desde el desarrollo de la maqueta experimental, lo que podemos llamar el plano real del trabajo definitivo. Es una búsqueda constante y concienzuda, en la que resalta la búsqueda invariable de las sombras, las que nosotros podemos encontrar entre los huecos y los espacios que cada una de sus esculturas van proyectando en sí mismas.
Algo parecido podemos intuir en su hacer pautado, lleno de matices, donde el Collage recoge los elementos necesarios para que el relieve, muy marcado y profundo, se sobreponga al plano, diferenciando con una fuerza inusitada, lo que ya hemos podido apreciar en su escultura. Son diseños escenográficos de una inquietud que ha marcado todo su recorrido creativo, marcando pautas que le han permitido desarrollar, sin perder la esencia, lo que su dimensión creativa pretende. Las distintas técnicas, en las que la serigrafía resulta una opción más, nutre con fuerza el resultado de sus últimos trabajos, marcando un tiempo y un espacio. Todo un desarrollo natural que indudablemente está unido a su visión y forma escultórica en este momento.
Todo ello, nos lleva sin dudarlo, a destacar los elementos de una cocina elaborada con el tiempo, que nos transporta a echar miradas sin rencor, todo lo contario, a otro período creativo. Este es uno de los momentos en el que la pintura inquietaba a Iñigo Arregi, al mismo tiempo que marcaba, sin dudarlo, otros espacios que hoy podemos apreciar y comparar, todo ello, desde la distancia que nos permite el recorrido en el tiempo sobre su largo trabajo. Observen y aprecien tocando con los dedos sus esculturas, son el resultado de sus pensamientos. Es como mejor se puede evaluar la dinámica de los sentimientos y entender el fondo que encierra su obra, digna de cualquier colección de arte contemporáneo.