Un punto y aparte en la historia del tenis. En la historia del deporte. La volea que Stan Wawrinka no consigue pasar al otro lado de la red se ha convertido en el momento que pasará a la historia. El punto que confirma el set, el partido y el título. Pero el título se cocinaba desde mucho antes. Quizás desde el momento en que, tras caer ante Victor Troicki en segunda ronda en el Masters 1000 de Shanghái. Quizás durante la preparación en la pretemporada para afrontar un 2017 en condiciones y garantías para competir. La palabra mágica.
En los primeros tres meses de la temporada (hasta el Masters 1000 de Miami incluido). Desde 2010, sólo en 2014 había jugado más partidos (25, con dos títulos; final en el Open de Australia y en Miami, como este año). Horas en pista, competir y ser competitivo. En estos tres primeros meses, seis partidos ante raquetas del TOP-10, tres victorias y tres derrotas (dos ante Federer, en Melbourne y Miami).
Tras el segundo Masters 1000 en Cayo Vizcaíno, turno para la gira de tierra batida. La tierra de Nadal. Y el de Manacor lo demostró a cada paso que dio. Primer torneo, Montecarlo, primer título del año (décimo en el evento monegasco). Cinco partidos, cinco triunfos. Cedió un set. Título número 50 en tierra (superaba al argentino Guillermo Vilas 49) y número 70 en total.
Segunda parada, Barcelona. En su casa, en su club. Cinco partidos después, segundo título del año y segundo torneo en que alcanzaba la decena de títulos. Décimo baño en la piscina del club. De Barcelona a Madrid, el puente aéreo.
En la Caja Mágica Nadal buscaba su quinto título. Tras ceder un set en el primer partido ante Fognini, el balear fue tumbando rivales partido a partido. Singularmente sorprendente fueron las semifinales. Ante el campeón vigente, Djokovic, que no fue ni la sombra de sí mismo. Tres torneos después, tres títulos más (72 ATP, 52 en tierra y la preparación para el gran objetivo muy bien encaminada).
En Roma llegaría el único lunar de esta gira. En cuartos de final, el austriaco Thiem superaba a Rafa. La derrota, lejos de sembrar preocupación, se asumió con naturalidad. 18 partidos jugados antes del Grand Slam parisino suponía una preparación más que suficiente para afrontar la gran prueba. Y, sobre todo, las sensaciones. Competir.
En París, como cuarto cabeza de serie, Nadal se aseguraba no enfrentarse a ninguno de los tres principales favoritos hasta, al menos, semifinales. Sin Federer en acción (sabiamente el suizo se ha reservado para la hierba, su momento), Thiem y Djokovic se presentaban como las grandes amenazas para el balear.
Paire, Hadase y Basilashvili para meterse entre los 16 mejores. 15 juegos cedidos. En tercera ronda, apenas cedió un juego (6-0 6-1 6-0). Primera prueba de fuego: Bautista, el número 18 ATP. Sumó cinco juegos antes de ceder. En cuartos, Pablo Carreño se tuvo que retirar cuando caía 6-2 2-0. Ya en semifinales, ante el único hombre capaz de ganarle este año sobre tierra. Pero ni Roma es París, ni la pista Pietrangeli es la Chatrier. Nadal, sin piedad, cedió siete juegos y terminó haciendo un rosco al austriaco (6-3 6-4 6-0). A la final, ante Wawrinka.
El suizo había remontado ante Andy Murray en un partido antológico en semifinales. Una final que ninguno de los dos tenistas había perdido previamente: Wawrinka, 3/3 en finales de Grand Slam; Nadal, 9/9 en finales de Roland Garros. Tras el 2-2 inicial, comenzó el vendaval español: 6-2 6-3 y 6-1. Sin piedad, sin pausa, sin contemplaciones. Tenis elevado a lo inhumano. En el segundo punto de campeonato, volea de Wawrinka defectuosa, raqueta al aire, Nadal a la tierra y explosión de alegría. En uno de los fondos de la Chatrier se desplegaron tres pancartas en honor a Nadal y Toni, su tío y entrenador, bajó a la pista para entregarle al ya campeón de 15 grandes una réplica exacta de la Copa de los Mosqueteros personalizada en honor a sus 10 triunfos.
Una página más en la historia. De Nadal, del tenis español y del deporte. Una gira de tierra casi perfecta (24-1) con cuatro títulos en cinco torneos y una sola de derrota. Montecarlo (Masters 1000), Barcelona (ATP 500) y París (Grand Slam) ya tienen un ganador con 10 títulos. Historia. Difícilmente repetible. Dicho por el propio Nadal: «Si lo he hecho yo lo puede hacer otro, pero se tienen que dar muchas circunstancias. No sé si voy a ver a alguien que me supere». En Grand Slam, el más cercano es Federer (7 Wimbledon). En torneos menores, también el suizo (7 títulos en la hierba de Halle). Mínimo, en 2019.
De momento, a por la gira de hierba y la de cemento. El número uno ATP es un objetivo real. Nadal defiende 370 puntos hasta el final de la temporada (90 en Cincinnati, 180 en el US Open, 90 en Pekín y 10 en Shanghái), Federer (5º ATP) 990, Wawrinka (3º ATP) 3.035, Raonic (6º) 3.115, Djokovic (4º) 3.830 y Murray (1º) 7.960. la distancia entre Murray (1º) y Nadal (2º) es de 2.105. Entre Nadal y Wawrinka (3º), 110.