No somos conscientes de la velocidad a la que va cambiando nuestro mundo, es decir, cómo giran los polos de poder.
La ciencia dice que si se derriten los cascos polares, el planeta se inundaría y se invertirían los polos. El sur sería el norte y al revés. Pero eso son cosas de la naturaleza, consecuencia del cambio climático -ese que Donald Trump niega- y ahora hablamos de geopolítica.
Estados Unidos, Europa y, en la actualidad, los países del golfo Pérsico se ven inmersos en crisis internas y externas que minan sus nichos de preponderancia.
La región Asia-Pacífico estaba llamada a recibir el peso comercial y económico dejado por el grupo de los BRICs, arrastrado por la crisis de Brasil, el gigante sudamericano. Pero parece que no termina de despegar por culpa de Donald Trump y su rechazo al acuerdo comercial TPP, un tratado más condenado a vía muerta como otros tantos pensados para esa zona estratégica.
A todo esto le sumamos; la crisis en la península coreana, Japón, el disputado mar de la China meridional, la presencia inquietante de la flota de guerra estadounidense y Filipinas. Con todo esto tenemos un cóctel impredecible.
Lo que ocurre en el Viejo Continente y EEUU es más fácil de explicar y de sobra conocido. La Unión Europea está más dividida que nunca gracias al éxodo refugiado, la economía dispar, crisis de valores y, por supuesto, el brexit, entre otras cosas. No vale la pena mencionar a la OTAN y las exigencias de Trump.
El flamante presidente es el principal de los males que tiene el país de las barras y estrellas. La presión política en las cámaras del Congreso y la crisis en la Casa Blanca por «culpa de Rusia», mantienen al país en un bloqueo tácito. La visión particular que tiene Trump de cómo manejar la nación y la política errática exterior, hacen el resto. La primera gira presidencial dejó ejemplos perfectos de cómo se las gasta el enfant terrible.
Mientras el golfo Pérsico confirma que es un avispero que puede estallar en cualquier momento. Yemen y Siria son dos tableros de ajedrez con demasiados intereses cruzados.
Y, entonces, ¿hacia dónde vamos? Hay dos países que ganan peso estratégico y una región que parece recuperar su lugar: Rusia y China. Por ende, Asia.
La cumbre de la llamada nueva Ruta de la Seda contó con la presencia de varios líderes mundiales, entre ellos Mariano Rajoy y Vladímir Putin. Un cambio de poder confirmado en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de Cooperación de Shanghái en Astaná. Un evento que coincide con la apertura de la Expo 2017 y será un marco incomparable para firmar el ingreso de India y Pakistán como miembros de pleno derecho de la organización, mientras se abren las puertas a Irán para que asuma en un futuro ese mismo estatus. Vladímir Putin y Xi Jinping asumen el rol de maestros de ceremonias . He aquí la cuestión.