La política exterior de los Estados Unidos se basa siempre más en relaciones bilaterales con fuertes tendencias aislacionistas, donde los encuentros, como resulta con el G7, pierden significado, como hemos visto en estos días en Italia. Por otro lado, la política fiscal del siempre más débil Gobierno Trump, que tiende a una reducción considerable de los impuestos, sobre todo a las utilidades de las empresas, (el capital gain), creando tensiones, que cambian el equilibrio a nivel mundial, en relación al flujo de capitales, confirma esta situación.
En los EE.UU el déficit fiscal y comercial es alto y ha sido financiado, hasta el momento, con obligaciones vendidas en el mercado mundial. Los chinos poseen una enorme cantidad de títulos de Estado y esto podría producir tensiones, en caso que el valor del dólar bajase, como causa de una política fiscal expansiva y generosa en una situación interna de ocupación casi al máximo y de fuerte déficit en aumento. Esta situación crearía una presión inflacionaria y una tendencia a la desvaluación.
En Europa, donde la deuda interna de algunos países es alta, como en Italia, Grecia y Bélgica, entre otros, el riesgo de una presión hacia una reducción de los impuestos, causada por la iniciativa de los EEUU, podría acentuar la crisis, ya que la consecuencia sería una reducción del gasto público en un contexto, donde los servicios públicos están ya reducidos a un mínimo y donde la desocupación es alta. Una reducción de los impuestos a las empresas, crearía además una desigualdad social mayor con las respectivas tensiones sociales que esto genera.
Si a este cuadro, ya difícil en Europa, agregamos una deficiencia a nivel de productividad, como en el caso específico de Italia, el riesgo de encontrarse en un callejón sin salida aumenta y a esto tenemos que sumar la incapacidad política de implementar los cambios necesarios, que exigen, entre otros aspectos, una modernización de la administración pública, de la justicia, la educación e infraestructura, junto con incentivos para agilizar la actividad económica-empresarial, creando un mercado laboral más flexible y dinámico.
La nueva situación busca una consolidación de la Unión Europea sobre el eje franco-alemán y el dilema es cuál va a ser la actitud de los países fuertes en relación a las economías más débiles en Europa. Una de las propuestas es la ampliar el poder del Fondo Monetario Europeo y crear un ministerio económico europeo con poderes de control, y sanción en caso de no cumplimiento del urgente programa de modernización, junto con la introducción del Euro Bond para financiar nuevos proyectos e infraestructura.
La China por su lado, tiende a consolidar su posición en Asia y ha concentrase en el mercado interno, una política que podría afectar negativamente los intercambios económicos a nivel mundial. Los intereses bancarios tenderán a aumentar y la política expansiva del quantitative easing está siendo superada por una actitud más restrictiva. Otra incógnita es el Reino Unido, que con el brexit se expone a un largo período de crisis interna, fuga de capitales y fragmentación con la independencia de Escocia y la integración de Irlanda del norte en Irlanda. La incapacidad política del gobierno inglés para afrontar las negociaciones ha sido enorme y nada nuestra que esto podrá cambiar a corto o medio plazo.
Las proyecciones sobre la incidencia del producto nacional en la economía mundial muestran que, en pocos años, la primera economía a nivel mundial será la China, seguida por la India, con los EE.UU en tercer lugar. Si en este cuadro consideramos el agregado económico de la Unión Europea en su totalidad, la posición de los EEUU sería de un cuarto lugar. De hecho, la política económica actual de los EEUU acentúa la aceleración con que este cambio se está produciendo, sobre todo si consideramos un desplazamiento en el valor relativo de las monedas con un dólar más débil, como apreciamos en estas últimas semanas después de la elección del reformista anti-ideológico de Emmanuel Macron en Francia.