Al sur del mar Caribe los peces de pico se capturan principalmente como deporte. Sin embargo, los pescadores artesanales del litoral central de Venezuela emplean unos 35 peñeros para atraparlos y comercializar unas 285 toneladas anuales que se venden todas como el conocido “palagar”. Algunos vivos le dicen “atún blanco”, cuando lo honesto seria decir “aguja” o el primer nombre.
Las especies que se encuentran en nuestros mares son el marlín aguja azul (Makaira nigricans), el pez espada (Xiphias gladius), marlín blanco (Tetrapturus albidus) y el pez vela (Istiophorus albicans). Son grandes peces con un pico de unos 50 centímetros, de longitud total que va desde metro y medio hasta 2,4m, llegando a pesar hasta 480 kilos. Viven en aguas costa afuera, siendo depredadores activos de sardinas y macarelas. Sus colores cambian cuando están cazando de un plateado brillante a tonalidades violáceas con motas azules y marrones. Muchos picudos, como el pez espada en la costa este norteamericana, son migratorios; viajando hasta 2.500km en menos de dos meses de recorrido. Según estudios locales en nuestro país, son muy territoriales reproduciéndose en “el bajo de los meros” en el Litoral Central.
Desde los años 50, los pescadores deportivos de muchas partes del mundo buscan recrearse en la captura de picudos en lo que se conoce como el Placer de La Guaira. Este “bajo” evidencia una montaña submarina donde se agrega la biota pelágica en esa zona que se encuentra mar adentro de la capital varguense. Esta cima sub-acuática hace que las corrientes frías del fondo marino -ricas en nutrientes- asciendan a la superficie incrementando la productividad oceánica en donde ocurre el fenómeno llamado surgencia. La mayor popularidad de esta actividad fue en las siguientes dos décadas y aún se hacen torneos anuales. Luego en los años 80 y 90 nuestros pescadores artesanales de Playa Verde comenzaron a explotar este recurso comercialmente por su carne.
Según el Instituto Nacional de Pesca y Acuicultura (Insopesca), estas actividades son supervisadas y reguladas anualmente. Esto se hace controlando la cantidad de embarcaciones permitidas y su capacidad. Más la consideración de zonas de veda. Esto ha logrado que el recurso se mantenga estable alrededor de 250 toneladas por año a lo largo de tres décadas de explotación.
La carne de los peces de pico, originalmente llamada “palagar” en Margarita, es algo dura y menos cotizada en comparación con otros peces similares de carnes igual de firmes, pero más suculentas, como los atunes. De las cuatro especies locales, la de aguja azul es la más suave. Quizás por ello, el venezolano hace mayor consumo de los tiburones (cazón) y los peces de carne blanca y suave como sardinas, pargos, robalos, meros, corocoros y otras más de 45 especies que nos ofrece nuestro Caribe. Pero en la medida de las necesidades y el mercado, el palagar se ha impuesto. Esto hace que, del total nacional, menos del 5% de nuestras pesquerías sean marlines. De ellos, lo que más se captura es aguja azul y el majestuoso pez vela.
Esta pesquería artesanal en Playa Verde, a diferencia de la conocida deportiva que se realiza en yates y con todo el disfrute de una actividad recreativa, es una tarea dura de más de 12 horas de navegación en peñeros de menos de diez metros de eslora saliendo a las 15:00, soportando el sol de la tarde, frías noches, marejadas o la lluvia, con regreso a puerto a veces hasta las 6:00. No es la tarea solitaria que vemos en la novela de Hemingway El viejo y el mar. En nuestro caso, es una labor colectiva de tres a seis hombres que despliegan amplias y gruesas redes a la deriva con las cuales levantan a bordo estos animales.
Los estudios de estas especies en Venezuela fueron iniciados por un médico cirujano con afición a la pesca deportiva, el Dr. Rubén Jaén, quien nunca estuvo de acuerdo en la explotación masiva de este recurso. El mismo sostiene que esta pesca artesanal ha sido en sus palabras “letal” para la aguja blanca principalmente. Concluye que este comercio no durará otra década y que ya es tarde para retomar un programa turístico que le aportaría mayor ganancia a nuestra nación. Luego le han seguido de manera más sistemática y continua, los biólogos de la Universidad de Oriente, UCV, Insopesca y el Instituto Oceanográfico de Venezuela, como Ramón García, Freddy Arocha, José Alió y Luis Marcano. Ellos intentan hacer un balance entre investigación, uso racional y conservación; pero favoreciendo la idea del uso recreativo.
A nivel mundial, las capturas de este recurso están en la categoría de sobrepesca, lo que ha hecho que muchos científicos asomen grandes preocupaciones al respecto. La Comisión Inter-Gubernamental para la Conservación de Atunes Atlánticos (ICCAT) ha sugerido medidas como la liberación de los picudos vivos capturados en los barcos que persiguen otros recursos, lo que se llama pesca incidental. En nuestro país hay una pesca industrial significativa que usa este recurso cuando lo capturan incidentalmente, sin embargo, la supervisión sobre ellos intenta mantener los niveles. En Juan Griego, también los margariteños artesanales buscan peces de pico, pero no lo hacen todos los meses del año como en Playa Verde. Aunque, como se ha visto, las cuotas del estado Vargas, siendo la principal región de pesca de estos bellos animales en Venezuela, parecen sustentables… Aparentemente.