Cuando de trata de defender el negociado de las AFP (los fondos privados de pensiones de Chile), los “expertos” se extralimitan: manipulan, inventan, deforman, en una palabra, mienten. Por ahí escuché a un “decano” de una universidad *champignon cacareando en un canal de TV que “los sistemas por repartición ya no existen en el mundo porque son inviables” (sic).
Servidor, jubilado precisamente en un sistema por repartición (Francia), ya no se sobresalta: los “expertos” vienen a la prensa y a la TV a mentir cada día de dios. Los periodistas obedientes, convenientemente ‘pauteados’, ni siquiera se molestan en verificar que lo que les dicen es verdad. Muchas veces ni siquiera conocen el tema sobre el cual interrogan a los “expertos”.
El tema de la previsión se ha transformado en la herida por la que respiran todas las numerosas reivindicaciones sociales, y con razón: después de una vida entera de labor, cuando toca abordar los años crepusculares de cada cual, los chilenos se ven condenados a la miseria. Tanto más dolorosa cuanto que los dinerillos que han acumulado penosamente durante décadas han hecho la fortuna de otros.
La lógica del sistema de AFP impuesto en dictadura es infernal. Cada cual debe “capitalizar”, es decir acumular un monto significativo, que terceros sin control ni supervisión –el fideicomiso ciego del pobre– se encargan de hacer fructificar para supuestamente pagar la pensión al cabo de muchos años.
Ahora bien, para que ese “capitalito” fructifique, admitiendo que la AFP no se lo robe como suele ser el caso, es necesario obtener altas rentabilidades de los activos en que fue invertido. Para que dichos activos generen una alta rentabilidad (los inversionistas institucionales hablan de un 15% anual) es necesario ordeñar las empresas día y noche, exigirles lo que no pueden dar.
Cuando la rentabilidad no sube a los niveles exigidos la solución es sencilla: reducir la masa salarial, ergo despedir trabajadores, gracias a lo cual es el desempleo el que –transitoriamente– logra la rentabilidad requerida. En otras palabras, para que tu “capitalito” rinda, tienes que aceptar un alto nivel de desempleo. Y, eventualmente, tu propio desempleo. No te quejes: es por tu bien. Si no encuentras trabajo se debe a que intentan hacer de modo que los activos comprados con el dinero que juntas penosamente rinda más.
Otro elemento que contribuye a aumentar la rentabilidad de tu “capitalito” son los bajos salarios. Desde los albores del capitalismo se supo que salarios y rentabilidad del capital son los dos extremos de un sistema de vasos comunicantes. En las clases de Física de mi Liceo de San Fernando me enseñaban que –en vasos comunicantes– si haces bajar el nivel de un lado, sube del otro. Mecánica de fluidos, sencilla como una de tus manos.
De ahí que David Ricardo, uno de los primeros teóricos de la economía capitalista, escribiese en el año 1817 lo que sigue: “No puede haber un aumento del valor del trabajo sin una caída del lucro.”
O lo que es lo mismo, no puede haber un aumento del lucro sin una caída de los salarios.
Si quieres que tu “capitalito”, ese que juntas para tu pensión, rente más… tienes que aceptar que los salarios sean bajos, incluyendo el tuyo. Ya.. pero si el salario es bajo… ¡no hay modo de hacer que la pensión sea alta! Eso se lo vas a contar a José Piñera, que servidor, en este entierro, no lleva velas.
Para dejarte clara la película me hago un deber en citar una vez más a David Ricardo:
La proporción que puede ser pagada como salario es muy importante para la cuestión del lucro; porque debe notarse que los beneficios serán altos o bajos en exacta proporción a que los salarios sean bajos o altos (David Ricardo. “The Principles of Political Economy and Taxation” - 1817).
Así las cosas, para tener una buena rentabilidad debes aceptar dos sacrificios menores: tener un salario de mierda y, eventualmente, estar en el paro. ¿Te queda claro? Nunca olvides que la pensión no es sino un salario pagado con retraso, con años de retraso. Mientras las AFP, los bancos y las grandes empresas trabajan con ese salario ‘atrasado’ y se hacen ricos con él, tú esperas pacientemente durante toda tu vida para llegar a ser pobre.
La previsión por repartición tiene una lógica muy diferente, y eso es lo que no le gusta a los grandes empresarios, ni a sus secuaces del gobierno, ni a los “expertos” a la orden.
En un sistema solidario por repartición, son quienes trabajan los que pagan las pensiones de los jubilados. ¿Con qué? Con las cotizaciones salariales y patronales que hay que pagarle mensualmente al sistema de previsión. Dije bien cotizaciones salariales y patronales, porque cotiza no sólo el asalariado, sino también la empresa (si a los grandes empresarios les gustan los “cuenta-propia” es porque así se ahorran el aporte patronal, y te dejan solo frente al drama de tu propia previsión).
En un sistema solidario por repartición, mientras más trabajadores tengan empleo, y mientras más altos sean sus salarios… más plata hay para pagar las pensiones. Esa es la lógica. Simple cálculo aritmético. Un sistema solidario por repartición aconseja buscar siempre el pleno empleo y mejores salarios, exactamente lo contrario de lo que ocurre en un sistema por capitalización.
Los “expertos” no lo saben. En fin, hacen como si no lo supieran, y mienten. Los pusilánimes del Gobierno lo mismo. Los grandes empresarios ni qué decir.
Ya ves como el razonamiento es sencillo. Los millones de asalariados que salieron a manifestar en las calles para ponerle fin a la estafa de las AFP, ese robo legal caracterizado, lo intuyen, lo saben, lo advierten. Y tienen razón.
Lo colectivo es mejor que lo individual. Siempre. Por esa razón los asalariados comenzaron a crear Mutuales, Sindicatos y otras organizaciones solidarias allá por la Edad Media. Único modo de hacer valer sus derechos ante el poder brutal y violento del gran capital. ‘Cada uno para su santo’ es el mejor modo de que te coman los lobos.
Si no crees en la fuerza de lo comunitario… pos eso: que te den morcilla.